Fotografía: www.portal.uned.es
sábado, 5 de enero de 2013
Carta al presidente de Telefónica o Movistar.
Presidente
Ejecutivo de Telefónica
Estimado señor Alierta,
Tengo el placer con
estas líneas de presentar mi candidatura al puesto de miembro del Consejo
Asesor de Latinoamérica y/o de Europa de Telefónica para que sea considerada
positivamente por usted y proceda a mi nombramiento en cuanto le sea posible.
Debo reconocer que
no tengo el gusto de conocerle personalmente, pero, a la vista de las noticias
acontecidas recientemente referentes al nombramiento del señor Rodrigo Rato
como miembro de los anteriormente citados consejos asesores, no creo que tenga
usted inconveniente alguno en estimar mi solicitud. Son más las diferencias
existentes entre el señor Rato y mi persona que las similitudes, pero haré un
esfuerzo con el que procuraré hacerle ver que, tanto mi disponibilidad, como mi
preparación son más que suficientes para desempeñar con total dedicación y
fruición, y para beneficio de la empresa, el trabajo que el tristemente
denostado señor Rato desempeñará en ambos consejos.
No me andaré con
ambages, pues entiendo que en el mundo de la alta empresa (y siempre que quede guardada
la confidencialidad en que se fundamenta la confianza recíproca que los altos
cargos nos debemos) las evasivas siempre son contraproducentes. Mi proposición
aúna la confianza que ofrece la ausencia de imputaciones sobre mi persona en
procedimiento judicial alguno (si en el transcurso del proceso de selección
aconteciese alguna me comprometo a retirar mi candidatura para no calumniar la
imagen de la compañía), al hecho de no haber abandonado de forma injustificada,
improcedente o comprometedora ninguna de las empresas en las que anteriormente
desempeñé cargos de responsabilidad. No entienda estas aseveraciones como
ataques contra la candidatura del señor Rato, que supongo cumplimentada por
cuanto ya ha sido oficializada, sencillamente le invito a reflexionar acerca de
las bondades que la mía ofrece, máxime teniendo en cuenta que mi dedicación
sería en exclusividad y que los emolumentos que solicito no pretenden ser en
caso alguno superiores a los del señor Rato, a lo sumo iguales y comprendiendo
que los mismos son perfectamente asumibles tras los recientes procesos de
despidos que se han llevado a cabo en la compañía y que también han afectado,
aunque haya sido vía dimisión (sorprendente en cualquier caso) al señor
Urdangarín, idénticamente imputado en un procedimiento judicial (idénticamente
al señor Rato, quiero aclarar).
Mis antecedentes
valorizan, pues, sobradamente mi candidatura. Puedo presumir de no haberme
visto sumido nunca en caso alguno de corrupción, prebendas, canonjías (si bien
mi relación con el clero puede considerarse como aceptable si es de su interés)
o malversación de fondos durante mi etapa como parte del sistema de empresas
públicas. Antes bien, debo indicarle que si estas circunstancias conllevan una
estimación negativa de mi candidatura, puedo confesar (aludiendo a ese
principio de recíproca confidencialidad) que en alguna ocasión recibí cesta de
regalos por navidad (compuesta por una botella de vino y una paleta de cerdo
ibérico), aunque finalmente la repartiese entre mis compañeros de trabajo (no
entienda, por favor, este testimonio como un eufemismo, se trata de un hecho
verídico y contrastable). De otra parte siempre puede serle de utilidad,
llegado al caso, mi excelso currículo, que eximo de incluir por considerarlo
innecesario en este procedimiento.
Me veo en la
obligación de aclarar que, si las circunstancias precisasen que tuviese que admitir
algún error, lo haría sin tapujos y mediante informe suscrito por mí, como el
afamado Olivier Blanchard (economista jefe del Fondo Monetario Internacional)
al que usted sin duda conocerá y que ha tenido a bien reconocer recientemente
los errores de formulación en el análisis llevado a cabo, desde la entidad para
la que trabaja, acerca de la grave crisis actual en relación con las
consecuencias de los métodos de austeridad forzada a ciertos países (proceso denominado
austericidio) y que han supuesto y
suponen el sufrimiento de cientos de miles de familias. Quiero decir, por
terminar de aclarar la cuestión, que, si por ejemplo, como consecuencia de un
fallo mío, miles de usuarios se quedasen sin servicio de telefonía, no tendría
inconveniente en reconocerlo públicamente (de dimitir, ni hablamos, ya me
entiende, ¿verdad?).
Por último,
quisiera realizar un esfuerzo final de sinceridad y confesar abiertamente que,
tal vez, la mayor limitación y dificultad que pudiese usted encontrar para
incorporarme a su equipo directivo, y que doy por hecho que el señor Rato tiene
solventado, sería mi carencia de carné político de tipo alguno (refiriéndome
concretamente al que sea de su personal agrado y más satisfacción le
proporcione). Esta circunstancia, fácilmente resoluble tras comprobar las
cuotas que los afiliados de los partidos políticos más significados deben
abonar, podría quedar solventada en un período de tiempo relativamente breve si
el comité de selección del partido que usted deseé estima, paralelamente a la
suya, mi candidatura para iniciarme en las tesis políticas turnadas.
Espero y deseo que
el escenario expuesto ofrezca toda la confianza que necesita y le permita
depositar la suya en mí como nuevo miembro del Consejo Asesor que estime
oportuno, permitiéndome recordarle que mi elección no constituiría delito
alguno de nepotismo (solo tiene que mirar los apellidos) o favoritismo (pues tal
y como le indicaba al principio no tenemos el gusto de conocernos).
Prosiguiendo con la ausencia de perífrasis que me he permitido iniciar, le
deseo la mayor de las suertes en la compañía del señor Rato, en cuyas tristes
circunstancias he hecho el esfuerzo de imaginarme para entender el sufrimiento
que debe estar aconteciéndole, más aún si resulta inocente de las acusaciones
que se vierten sobre él y que, sin lugar a dudas, ha ayudado amistosamente a
que sea elegido para tan distinguido cargo, acorde a una preclara inteligencia
como la suya (pueden entenderse la sutil referencia a cualquiera de las dos
personas).
P.D.: Permítame que
aproveche para recordarle que todavía sigo pendiente de resolver una reclamación
que realicé telefónicamente (creo que trece o catorce veces) hace algo más de un
año sobre un cargo que me realizaron correspondiente a un servicio que no tenía
contratado con su compañía, Telefónica o Movistar. Disculpe que abuse de la
confianza que me otorgan estas letras para pedir que interfiera en mi nombre y
resolver finalmente este desagradable asunto, sin que, claro está, esto sea
constitutivo de prevaricación.
Mérida a 4 de enero de 2013.
Rubén Cabecera Soriano.
Fotografía: www.portal.uned.es
Fotografía: www.portal.uned.es