Solastalgia (parte iv).

 


El capitalismo no es solo un sistema económico, es un sistema socioeconómico y como tal afecta de forma inequívoca a todos los ámbitos de la sociedad, de la civilización humana, mejor aún de todas las manifestaciones sociales de la civilización humana. La gran ventaja del capitalismo sobre otras formas socioeconómicas, como el socialismo, es su perfecta compatibilidad con cualquier sistema de organización y ejecución del poder político de un estado, véanse las más recurrentes en sus distintas formas y con sus mestizajes, como las democracias, las repúblicas, las monarquías, las dictaduras, e incluso encaja en las menos habituales, aunque no desaparecidas, en la actualidad como las teocracias, aristocracias, oligarquías. Es más, considerando la anarquía como una forma de gobierno, me atrevo a decir que el capitalismo es compatible con esta, aunque se matizasen conceptos para ocultar términos que pudieran resultar hirientes para los promotores del sistema. 

 

El capitalismo ha imperado a sus anchas desde el paso del Paleolítico al Neolítico. Es decir, desde que desaparece la forma de vida nómada y sustentada en la caza y recolección y se inicia la agricultura y la vida sedentaria. Por tanto, el capitalismo surge en el momento en el que se tiene consciencia de propiedad privada en los medios de producción y aparece la libre competencia en un mercado, más o menos libre, con búsqueda de beneficios que permiten la acumulación de capital y que provoca en ciertas clases sociales la aparición de roles no productivos. Es evidente que el dinero no existe en aquellas etapas iniciáticas, y es el intercambio de bienes en la relación de producción y consumo el que impera. Por tanto, el proceso a partir del que surge el capitalismo más depredador tras el feudalismo medieval y que va asentándose en las sociedades burguesas con incipiente industrialización en el mundo occidental y llega hasta nuestros días, es posterior, pero su génesis arranca con la aparición de la agricultura. Será a partir de este momento cuando el dinero pasará a constituir la medida del intercambio de los bienes y servicios. Y el dinero podrá obtenerse como retribución del trabajo, mediante rentas en el caso de los propietarios y como resultado de inversiones para los burgueses o empresarios. Sin embargo, antes de la implantación del dinero como la citada medida de cambio en el capitalismo, se producían igualmente excedentes en la producción que se intercambiaban de forma más o menos libre en un mercado más o menos regulado, buscando beneficios. En consecuencia, la génesis del capitalismo ya estaba presente en las primeras etapas neolíticas. Es conveniente matizar que la autorregulación del mercado como base fundamental del capitalismo teórico apenas ha existido en la historia de la humanidad. De modo que el capitalismo puro no existe, siempre hay factores exógenos que buscan cierto control del mercado con la idea de favorecer a algunas clases, pero incluso podría decirse que existen factores endógenos que matizan la autorregulación.

 

Sin embargo, el desarrollo del capitalismo ha ido creciendo de manera desmesurada avivado por un afán acaparador sinigual que ha provocado un desequilibrio brutal entre clases y que ha generado una sobreexplotación de los recursos disponibles en la Tierra para nuestra civilización. Esta circunstancia es consecuencia del egoísmo asociado al capitalismo de una parte, y de otra a que el capitalismo ha adelantado en su desarrollo imperante en la humanidad a la tecnología. Ocurre que la depredación del capitalismo no está siendo controlada por los avances de la ciencia aplicada, es decir que la tecnología no ha alcanzado, independientemente de que el desarrollo científico esté lo suficientemente desarrollado, que lo está, el nivel de avance que permita equilibrar el desarrollo capitalista. El crecimiento asociado al capitalismo no es sostenible porque la tecnología, no la ciencia, se ha quedado atrás. 

 

A lo largo de la historia de la humanidad el capitalismo ha estado supeditado a la tecnología para la obtención de los recursos necesarios que propiciaban los beneficios. La tecnología ha ayudado a obtener esos beneficios y, en general, siempre ha ido por delante mejorando los procesos que tenían como resultado final el incremento de las ganancias. Y existía un equilibrio más o menos estable entre aquellos que proponían los avances y quienes los utilizaban para su beneficio. Sin embargo, la revolución industrial supuso un avance tecnológico exponencial que proporcionalmente provocó un incremento de los beneficios. Y, de repente, el afán de acumulación de beneficios se fue incrementando al igual que el consumismo, que es hoy en día el combustible fundamental que posibilita el continuo crecimiento del capitalismo. Pero este incremento en acumulación y consumo no ha tenido una respuesta equitativa en el aspecto tecnológico. La ciencia ha avanzado y mucho, al igual que la tecnología, pero esta se ha quedado rezagada con relación al desarrollo del capitalismo provocando un fuerte desequilibrio. No se trata de que existan recursos más o menos limitados, evidentemente debemos ser conscientes de esta realidad, pero el universo es muy grande como para que podamos agotarlo, se trata de que seamos consecuentes con cómo deben ser explotados asumiendo que el capitalismo no podrá desaparecer porque resulta intrínseco a la naturaleza humana, ya que en la naturaleza humana está la socialización como parte indispensable que asegura su pervivencia y en esa socialización es necesario el intercambio de bienes. Los homos que no fueron incapaces de sociabilizar desaparecieron, incluso aunque tuviesen una mejor adaptación al medio o más capacidad craneal como es el caso de los Neandertales. Por tanto, la única vía para frenar el proceso de extinción de la civilización humana en el que nos vemos sumidos es conseguir que la tecnología se ponga a la altura de la demanda capitalista asegurando el equilibrio del ecosistema en el que vivimos. La pregunta es clara: ¿estamos a tiempo para resolver este dilema? La respuesta es igualmente clara: sí. Pero un sí con condiciones. Al igual que históricamente las civilizaciones más avanzadas fueron imponiendo su poder sobre otras, estamos en un punto en el que ya no cabe la imposición de unas sobre otras, solo cabe la unión. No caben los nacionalismos ni los regionalismos, no caben los separatismos ni las banderas como símbolos de autonomía. Hay que llevar la socialización al extremo máximo que corresponde hoy en día, es decir, hay que llegar a un gobierno global. Y no me pronuncio sobre el tipo de gobierno por ahora, pero tengo claro que ante el imparable capitalismo solo cabe una ciencia muy avanzada que nos ofrezca una tecnología capaz de contrarrestar la depravación y el desgaste que el capitalismo ejerce sobre la naturaleza y sobre la propia sociedad.

 

 

Imagen: portada de “El capital” de Karl Marx. Por Zentralbibliothek Zürich - This document was created as part of the Zentralbibliothek Zürich project., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=33666954

 

En Mérida a 3 de agosto de 2025.

Rubén Cabecera Soriano.