De la soledad.


 

La soledad es un estado de aislamiento que puede ser intencionado o sobrevenido. De manera que la soledad puede ser voluntaria o involuntaria. Y la soledad no tiene por qué ser mala en sí misma, en especial cuando es un período consciente surgido de una decisión propia. Y cuidado porque estar rodeado de personas no implica necesariamente evitar la soledad. Uno puede sentirse solo y tener a su alrededor infinidad de acompañantes. Y también puede darse el caso de que haya personas que, estando a nuestro lado, nos hagan sentir absolutamente en soledad. Y os digo, alejaos de estas gentes. Son una suerte de parásitos que te absorben la energía hasta anularos. Es difícil detectarlos, pero siempre habrá personas que os quieran que os podrán ayudar a identificarlos. De otra parte, la soledad puede ser positiva, puede ayudarnos a concentrarnos, a descubrirnos, a valorarnos y averiguar qué queremos en y para nuestra vida. Se trata, como veis, de un fenómeno un tanto extraño y con muchos matices, poliédrico, como a mí me gusta decir. Hasta tal punto es curioso que hay personas que se aíslan, —«encierran» es el término que suelen usar— para encontrar a un dios. Supongo que a estas alturas ya sabréis mi opinión acerca de esta búsqueda, en cualquier caso, ya tocará en su momento «aprender de dios». Así pues, la soledad voluntaria te permite aislarte del mundo que te rodea y centrarte en tu mundo interior, en tu propio mundo.

 

La soledad, como os he indicado, puede provenir de una decisión propia, tomada desde nuestra razón por diferentes circunstancias. En este sentido, lo normal debería ser que la soledad nos ayudase a resolver aquello que nos ha llevado a tomar la decisión de aislarnos. Pero, también puede tener consecuencias negativas en nuestra salud —no diferenciaré la salud física de la psíquica porque no creo que tenga diferencias, somos seres completos engarzados con mente y cuerpo—. La soledad puede sobrevenirnos cuando un ser querido desaparece, cuando se extingue nuestro amor, cuando la sociedad nos la impone, cuando nos sentimos abandonados, cuando nos afecta alguna enfermedad, cuando alguien nos aísla y nos absorbe, cuando nuestra capacidad de relacionarnos es limitada y nos cuesta encontrar personas con las que encajar. En estas circunstancias podemos sentirnos realmente mal, podemos deprimirnos, tener ansiedad, podemos padecer mucho, esta sensación puede llegar a dolernos físicamente, aunque su origen pueda ser mental —como os he dicho, somos seres completos en nuestra individualidad—. Esta soledad, está claro, es mala, mala en términos absolutos por infantil que pueda parecer el término. Lo es porque nos hace sufrir y el sufrimiento, el prolongado no intencionado, no nos hace bien, no nos hará bien. Debemos huir del sentimiento de soledad cuando este nos haga sentir mal, cuando nos produzca ansiedad, cuando nos provoque depresión. No es fácil hacerlo, pero es algo factible. Si te sientes solo recurre a quien te quiere. Eso siempre podrás hacerlo y quien te quiere, siempre te acogerá. Es más, te aseguro que quien te quiera te regalará su presencia, su compañía, su tiempo, en definitiva, para que no te sientas solo. Es un consuelo saber que el amor es la mejor cura contra la soledad.

 

Quiero advertiros de algo dándoos un consejo para que tengáis herramientas que os eviten un sufrimiento innecesario: os pido que no os dejéis engañar; quiero que sepáis que viviréis, de hecho, ya lo hacéis, en un mundo en el que la tecnología pretende propiciar estados de soledad para incentivar el consumo y absorber vuestra energía con espurias intenciones, camuflando su malevolencia detrás de estímulos sumamente atractivos que os engullen y atolondran dejándoos indefensos e incapaces de concentraros, de descansar y de relacionaros con otras personas. Y ¡cuidado! porque este proceso es constante y paulatino, va imponiéndose a vosotros poco a poco, lentamente, sin descanso —al final son máquinas las que están detrás de esto, aunque programadas por seres humanos—, os va sometiendo sin que os deis cuenta hasta que termina por anularos convirtiéndoos en autómatas insensibles e incapaces de sobrevivir si no es bajo el dominio de esa tecnología. Estad atentos, abrid bien lo ojos y controlad la influencia que sobre vosotros ejerce esa tecnología diseñada para captar vuestra atención, arruinaros, tanto económica como vitalmente, y alejaros de lo realmente importante. Y lo realmente importante, a estas alturas, ya sabéis qué es: sois vosotros mismos y las personas que os quieren. Esa tecnología no os quiere, quiere lo que vosotros tenéis, quiere lo que vosotros sois.

 

Como veis la gestión de la soledad no es sencilla, porque incluso puede darse el caso de que un aislamiento intencionado termine convirtiéndose en involuntario si no somos conscientes de nuestras limitaciones y de nuestras necesidades, si no conocemos nuestros límites. Y eso es algo complejo que lleva mucho tiempo lograr. Lo que sí debéis tener claro es que el amor, el cariño de los demás, de la gente a la que realmente importáis es un remedio maravilloso ante la cruel soledad que a veces nos invade. Rodeaos de quien os quiere y si necesitáis estar solos, buscad esos tiempos y dároslos a vosotros mismos, sabed que cuando regreséis de vuestra soledad, quien os quiso seguirá estando ahí para vosotros.

 

 

 

 

 

 

A mis hijos.

 

Imagen creada por el autor con IA.

En Mérida, a 13 de septiembre de 2024.

Rubén Cabecera Soriano.

@EnCabecera

https://encabecera.blogspot.com.es/