El libro de dios.

 


Dios inspiró a los seres humanos para que escribieran un libro. Dios no necesita escribir libros. Los seres humanos necesitan a dios para que les inspire y puedan escribir libros, más concretamente necesitan a dios para que les inspire y puedan escribir el libro de dios. El libro de dios no dice qué es la religión, eso lo dicen los seres humanos. Sin embargo, la religión dice qué es el libro de dios. Dios inspira a los seres humanos. Dios no establece cómo nos comportamos moral y éticamente, pues su existencia está basada en la fe y es indemostrable, pero el libro de dios que dios ha inspirado a los humanos sí. Los seres humanos necesitan ser inspirados por dios. No todos los seres humanos reciben la inspiración de dios, pero los que la reciben son capaces de escribir el libro de dios y dicen cómo deben comportarse los seres humanos. Hablan de la fe como algo misterioso, incomprensible, inextricable que deben alcanzar y obtener, pero que no podrán explicar. Los afortunados sentirán que su fe está inspirada por dios: tan fuerte es la inspiración divina. Los menos afortunados dirán que su fe está inspirada por dios: la inspiración divina no llega a todos. Otros silenciarán su interior y gritarán para que los demás los oigan decir que dios inspiró su fe. Los seres humanos son complejos, poliédricos, capaces de lo mejor y de lo peor. Ser religioso no predispone a la bondad si es que la bondad puede definirse sin matices entre los humanos. Sin embargo, ser religioso, de alguna forma, inspira a los seres humanos, porque los seres humanos necesitan a dios, pero dios es tan abstracto, tan inalcanzable que la religión se convierte en el catalizador que conecta a los seres humanos con dios, la religión los inspira cuando dios no lo hace. Esa inspiración modela el comportamiento. Y, en consecuencia, en nombre de dios, los seres humanos han hecho lo mejor y lo peor, porque los seres humanos no son divinos, así lo dice el libro de dios. Dios inspiró a los seres humanos para que escribieran su libro, pero quienes lo hicieron eran personas inteligentes, tal vez interesadas en algunos aspectos, tal vez estadistas en otros, tal vez querían dejar establecido, entre frase y frase inspirada, su propia motivación, su propio interés. Tal vez no. Tal vez los lectores del libro de dios, religiosos sin duda, quisieron interpretarlo para que todos los seres humanos pudieran entenderlo, tal vez lo tradujeron para que a nadie le cupiese duda alguna sobre lo que decía y sobre lo que quería decir, porque el libro de dios no se escribió en nuestra lengua, fue otra la afortunada, ya desaparecida, pero la historia, aliada obligada en numerosas ocasiones de la religión, ha preservado ese libro de dios que ha pasado de mano en mano, mano elegida por los seres humanos bajo la inspiración divina, hasta conseguir que llegue a nosotros. Tal vez ellos, quienes lo tradujeron una y otra vez, no estaban tan inspirados por dios y, tal vez, eran personas inteligentes, tal vez interesadas en algunos aspectos, tal vez estadistas en otros. Tal vez querían asegurar ciertos comportamientos, justificados en la inspiración divina, para que nadie en el futuro, que será presente en algún momento, dude acerca de lo que el libro de dios dice y quiere decir. 


El libro de dios se escribió hace mucho tiempo y el velo de la distancia pasajera oculta los hechos, intangibles hoy, pero demostrables gracias a la ciencia, aunque escuezan. Sin embargo, poco importan los hechos cuando se enfrentan y oponen a la fe, a la inspiración divina. Y si los hechos son tan innegables que hasta el más ciego los ve y el más sordo los oye, las interpretaciones religiosas de los seres humanos, imperfectos como somos, son maleables, preservando la esencia que, con la connivencia de la inspiración, también puede cambiar porque los seres humanos somos variables, cambiantes, inestables, no así dios, pero sí su interpretación porque proviene de la humanidad. La religión, nacida de la inspiración divina, dirigida, manejada y manipulada por los seres humanos, e intérprete del libro de dios, escrito por los seres humanos bajo la inspiración divina, puede modelarse para matizar lo que sea menester y salvaguardar la inspiración divina, la fe, que sobre los seres humanos es capaz de catalizar nuestro comportamiento hasta límites insospechados bajo promesas hechas por los propios seres humanos: solo algunos elegidos pueden ofrecerlas por la gracia de dios, en nombre de la divinidad. Este galimatías intencionado de fe, inspiración, divinidad y literatura responde perfectamente a la realidad de la religión. La religión controla, necesita y quiere controlar, debe ser así para asegurar su supervivencia y lo hace cimentada en la fe que propicia su perduración porque nada ni nadie puede rebatirla. Así ha sido durante toda la historia y seguirá siéndolo. La religión es necesaria, absolutamente: da esperanza y eso es suficiente, porque de manos de los seres humanos traduce la inspiración divina en comportamientos, comportamientos que serán buenos, concebidos en el sentido más pueril del término, y malos, concebidos según la misma interpretación. Por suerte, parece que la escala de los malos comportamientos justificados en el nombre de la religión, aunque sean ocultados y perdonados, es sustancialmente menor que la de los buenos y, por suerte, la capacidad que tiene la religión de provocar comportamientos malos va menguando conforme la civilización humana va madurando y el control que ejerce la religión sobre la sociedad se ve limitado, aunque son otras las enzimas, y no son pocas, las que propician ahora la maldad. 


El libro de dios se escribió por algunos seres humanos inspirado por dios para que algunos seres humanos pudieran justificar la religión y modelar el comportamiento de los seres humanos, todo ello justificado en la fe que es, en definitiva, la propia inspiración divina. Así es porque así lo necesita el ser humano, su razón no llega hasta donde su existencia le pide llegar.



Imagen creada por el autor con IA.

En Grass Valley a 27 de julio de 2024.

Rubén Cabecera Soriano.

@EnCabecera

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