Sentir miedo es natural. Nos pasa a
todos, así que no debes preocuparte por sentir miedo. El miedo es una emoción desapacible,
nos hace sentir mal porque nos genera una percepción de peligro ante el que
nuestra mente reacciona haciéndonos sentir incómodos, desconfiados, receloso,
dubitativos. Genera en nosotros desasosiego y ansiedad, nos perturba y nos
estremece. Todo es porque nuestra mente percibe una amenaza que podría provocarnos
algún daño y considera que debemos estar atentos para evitarla enfrentándonos a
ella o huyendo. Nuestro cerebro quiere que nuestro cuerpo reaccione de forma
eficaz y presurosa, evitando que nos quedemos bloqueados al percibir esa situación.
Se trata, como ves, de un mecanismo biológico para ayudarnos a defendernos y a
sobrevivir. Nos puede producir miedo la oscuridad, la soledad, lo desconocido,
los cambios, los animales, el agua, las guerras, el terrorismo, el fuego, la
muerte, en definitiva, todo aquello que nos pueda producir dolor, tanto físico
como emocional. También hay miedos que aparecen porque así nos lo enseñan, es decir,
aprendemos a tener miedo cuando nos encontramos en ciertos contextos en los que,
de otro modo, no sabríamos cómo reaccionar como por ejemplo el miedo al
ridículo o al fracaso, por lo tanto, el miedo también tiene connotaciones
sociales y culturales. Piensa por ejemplo en la muerte: le tenemos miedo a
morir, claro, pero la realidad es que no sabemos qué pasa cuando se muere,
imagina que tras la muerte pudiésemos disfrutar de todo lo que nos ha hecho
felices durante nuestra vida; en ese caso, no parece lógico tenerle miedo, pero,
sin embargo, la muerte biológicamente se opone a la supervivencia de la especie,
con lo que nuestro cuerpo debe proporcionarnos mecanismos que nos hagan huir de
ella, aunque, al mismo tiempo, la pérdida de un ser querido nos hace sufrir —incluso
aunque sepamos que después se lo va a pasar muy bien—, así que la sociedad en
la que vivimos ha orientado nuestra emoción frente a la muerte provocando en
nosotros miedo para que huyamos de ella.
Como ves, son muchas las cosas que
nos pueden producir miedo, así que es natural que no queramos sentirlo. Y, sin
embargo, es bueno que ocurra. Cuando sentimos miedo, actuamos de forma más precavida,
nos concentramos más, somos más rápidos, más valientes, incluso a veces nos
creemos más fuertes. Así
que el miedo surge cuando nuestro cerebro considera que estamos en una
situación de peligro porque quiere evitarnos sufrir, quiere evitarnos el dolor
que aparece cuando algo nos ataca física o emocionalmente. Pero, cuidado, el
miedo también nos puede hacer reaccionar de forma negativa provocándonos
precisamente aquello contra lo que esa sensación lucha, es decir, el miedo,
cuando no somos capaces de gestionarlo y se descontrola para convertirse en
pavor, pánico o terror, puede bloquearnos, paralizarnos, desconcertarnos e
impedirnos reaccionar de forma adecuada dejando que el dolor nos alcance. Por
eso es tan importante saber gestionar los miedos. Y ya te advierto que no es
fácil, pero tampoco imposible.
Cuando uno es pequeño y todavía le
queda mucho por experimentar y tiene por delante toda la vida aún no es capaz
de diferenciar de forma correcta lo real de lo imaginario. Esto ocurre porque se
está creciendo y se está aprendiendo constantemente acerca de lo que nos rodea
y no es fácil distinguir lo que realmente puede ocurrir de aquello que nuestra
imaginación cree que puede ocurrir. Así que en algunas ocasiones el miedo surge
haciéndonos creer que estamos viendo monstruos en la oscuridad, que nos podemos
quedar solos, que somos incapaces de hacer algo, que dentro de nuestro armario
hay un fantasma o que si no nos tapamos bien con la sábana alguien puede venir
a llevarnos. En todas estas circunstancias el miedo actúa como mecanismo de
defensa que provoca una alarma en nuestro cuerpo, que nos prepara para enfrentarnos
a situaciones amenazantes y desafiantes. Pero claro, los monstruos no existen,
no pasa nada si nos quedamos solos y somos precavidos, tenemos que esforzarnos
para ser capaces de hacer lo que queramos, no hay fantasmas dentro del armario
y la sábana en verano es un engorro que no nos protegerá ante quien quiera
secuestrarnos porque nadie nos va a secuestrar. El miedo es saludable incluso
en estas circunstancias porque nos enseña a enfrentarnos a situaciones
desconocidas y nos protege ante posibles peligros evitándonos sufrir y eludiendo
el dolor. Así que estos miedos que muchas veces se traducen en pesadillas en los
sueños terminarán desapareciendo según vayas creciendo y siendo capaz de
gestionar la realidad y eso lo haces día a día, y lo haces muy bien. Debes ser
consciente de que, aunque tu imaginación te muestre cosas que pueden producirte
terror o pánico, la realidad es que solo están en tu imaginación, así que no
pueden provocarte ningún dolor.
Otra cuestión que debemos considerar
es el hecho de que algunos miedos cuando se descontrolan, persisten y están muy
centrados en algunas cuestiones, ya sean reales o imaginarias, pueden transformarse
en fobias. Las fobias son miedos muy intensos e irracionales, como el terror o
el pánico, pero permanentes y pueden llegar a tener consecuencias físicas,
además de las propias emocionales. Estas fobias son la consecuencia de un miedo
que no podemos controlar y que se prolonga en el tiempo. A veces provienen de
circunstancias sociales o culturales como algunos de los miedos de los que
hemos hablado, pero en otras ocasiones pueden surgir de traumas sufridos o de situaciones
dolorosas tanto físicas o emocionales que no se han superado. Las fobias hay
que afrontarlas; recurrir a ayuda para hacerlo no es malo. Debes saber que nadie
debe burlarse nunca de tus miedos, ni ridiculizarlos y nadie debe jamás obligarte
a enfrentarte a ellos si no estás preparado. Es bueno hablar de los miedos, es
bueno expresarlos porque te puede ayudar a comprenderlos y darte cuenta de que
pueden controlarse.
Todo esto de la gestión del miedo no
es sencillo, que conste, de hecho, el miedo no desaparece cuando uno se hace
mayor, digamos que evoluciona y si hemos aprendido a gestionarlo con solvencia,
aunque la sensación no desaparezca y no va a desaparecer, ya te lo advierto, no
dejaremos que se convierta en terror o en fobia y que nos bloquee, y lograremos
que nos sirva para enfrentarnos a aquello que se nos ponga por delante.
A mis hijos.
Imagen creada por el autor con IA.
En Bolonia, a 11 de mayo de 2024.
Rubén Cabecera Soriano.
@EnCabecera
https://encabecera.blogspot.com.es/