De las emociones.

 


Emocionarse es un regalo. Un regalo maravilloso que tenemos las personas. Las emociones nos permiten interactuar con el entorno, son procesos complejos mediante los que reaccionamos cuando se producen cambios a nuestro alrededor. Gracias a ellas somos capaces de responder a esos cambios. Las emociones nos ayudan a analizar lo que ocurre facilitándonos una interpretación. Esa interpretación siempre es subjetiva, depende de cada uno de nosotros puesto que somos diferentes y, por tanto, percibimos y entendemos lo que ocurre a nuestro alrededor de forma singular e individual, en primer lugar, según nuestro estado anímico —es decir, según nuestras propias emociones—, luego atendiendo a nuestras experiencias previas, y por último según nuestra forma de ser que tiene mucho que ver con el cómo somos y el cómo nos han hecho. Gracias a las emociones que nos permiten reaccionar a lo que acontece a nuestro alrededor nos preparamos para responder a esos cambios de forma adecuada a lo que somos. Por tanto, la forma en que respondemos depende de cada uno de nosotros y esa respuesta a los cambios que nos rodean nos producen, a su vez, cambios a nosotros mismos. Estos cambios son mentales, pero también pueden ser físicos, de modo que las emociones pueden hacer que sonriamos, que lloremos, que aceleremos nuestro ritmo cardíaco, que tensemos nuestros músculos, que se nos erice la piel… Estas reacciones que nos generan las emociones no siempre podemos controlarlas, de hecho, no siempre es bueno intentar controlarlas. Nuestro cuerpo necesita liberar esas emociones que sentimos manifestándolo, exteriorizándolo, representando en nuestro físico el reflejo mental de la emoción. Eso nos hace únicos y nos ayuda a adaptarnos al medio en que nos encontramos ajustando la respuesta a lo que nos acontece. Es decir, gracias a las emociones percibimos el entorno de forma particular y subjetiva, las emociones nos hacen ver el mundo de forma única y por ello somos especiales. Las emociones constituyen nuestro particular filtro a la hora de percibir la información que nos rodea, catalizando y procesando lo que el mundo intenta comunicarnos para transformarlo en información singular y comprensible para nosotros individualmente y así ayudándonos a tomar las decisiones que nos permiten actuar y relacionarnos con todo. Las emociones nos hacen seres únicos. Este hecho provoca que cuando actuemos también lo hagamos de forma única, nuestras reacciones, nuestras decisiones son consecuencia de nuestras emociones.

 

Las emociones influyen, por tanto, en nuestra percepción de las cosas, en los estímulos que recibimos a nuestro alrededor. Nos permiten evaluar en nuestro entorno a las personas y acontecimientos con los que interactuamos y eso nos prepara para la toma de decisiones. Las emociones provocan en nosotros prejuicios, pero esos prejuicios son necesarios para nuestra supervivencia física y emocional. Estate tranquilo, también tenemos la razón que es un arma poderosísima que nos ayudará a filtrar ese prejuicio emocional para asegurarnos de que la decisión final que tomemos sea la mejor para nosotros. Hay algo de egoísmo en esto, ya lo sé, pero según vayas madurando conseguirás equilibrarlo. Ten en cuenta que habrá ocasiones en que razón y emoción se enfrenten dentro de nosotros. No te preocupes, es así. Y aprenderás a gestionar esta lucha, como también aprenderás a gestionar las emociones. Acuérdate que gestionar las emociones no significa reprimirlas.

 

Las emociones influyen, como hemos comentado, en lo que percibimos a nuestro alrededor. Y es importante tener esto en cuenta. Me explico, porque puede parecer complejo. Las emociones determinan en gran medida nuestro estado de ánimo. A nuestro alrededor acontecen a cada instante millones de cosas que nuestros sentidos perciben, pero no podemos prestar atención a todas ellas. Nos volveríamos locos puesto que no tenemos suficiente capacidad mental como para hacerlo, así pues, las emociones producen en nosotros un sesgo de atención permitiéndonos concentrarnos en aquello que nos rodea y que encaja con nuestro estado emocional. Tengo que advertirte que esto limita nuestra atención y provoca una visión subjetiva en nosotros, así pues, también influye en las decisiones que podamos tomar. Sé consecuente con ello. Aprende que lo que percibes no es lo que es, es lo que tú ves, a pesar de que la razón, asociada en este caso a la emoción, intentará convencerte de que tu verdad es absoluta.

 

Por supuesto, las emociones propiciarán en gran medida las decisiones que tomes. Debes permitir a la razón que te ayude en esa toma de decisiones porque las emociones son impulsivas, son puras, son impetuosas, apasionadas, son, en definitiva, naturales e individuales, y pueden provocar que las decisiones que tomemos se correspondan directamente con nuestro estado de ánimo, así que no está de más permitir a la razón, nuevamente, que nos ayude antes de tomar la decisión porque nuestra felicidad puede llevarnos a ser arriesgados y nuestro miedo puede hacernos cautelosos en exceso. También nos puede ocurrir que, si nos encontramos tristes o apenados, estas emociones provoquen en nosotros la búsqueda de actividades que mejoren nuestro estado anímico. Por el contrario, cuando nos encontramos felices, tendremos una natural y comprensible predisposición a no cambiar nada de lo que tenemos en ese instante. Es natural.

 

Como puedes imaginar, las emociones cambian en función de lo que nos rodea, evolucionan y se ajustan al entorno, pero también progresan según nosotros vamos cambiando, según vamos aprendiendo cosas, según vamos madurando, según vamos viendo qué ocurre a nuestro alrededor y nos enfrentamos a situaciones que, en nuestra experiencia previa y con matices, ya nos han ocurrido anteriormente. Así pues, las emociones nos van a acompañar a lo largo de toda nuestra vida ayudándonos a sobrevivir, asegurándonos nuestro bienestar y proporcionándonos un valioso instrumento para interactuar con el mundo y con las demás personas.

 

Por lo tanto, debes ser capaz de comprender tus propias emociones, debes reconocerlas y gestionarlas. Es imprescindible hacerlo, pero no solo con las tuyas, sino también con las de los demás para poder relacionarte con ellos de la mejor manera posible y debes dejar que la razón se inmiscuya en las emociones para que tus decisiones sean medidas y proporcionadas. En definitiva, debes trabajar tu inteligencia emocional.

 

Sin embargo, no todas las personas tienen la suficiente sensibilidad para emocionarse con ciertas cosas. Fruto de las emociones nuestros cuerpos reaccionan ante lo que nos acontece. Eso ya lo sabemos, pero las emociones —también lo hemos dicho— son distintas en cada persona, aunque la situación a la que nos enfrentemos sea la misma. Eso es fruto de la sensibilidad. Las emociones son inevitables y no debemos reprimirlas. Dejar que nuestro cuerpo las manifieste es bueno, muy bueno para nosotros y también para quienes nos rodean que pueden entender lo que nos ocurre y pueden empatizar con nosotros para consolarnos, ayudarnos, comprendernos… En cualquier caso, al igual que las emociones ante los hechos son individuales la profundidad de estas, es decir, la sensibilidad, también es única y particular. No debes reprimir tus emociones, debes manifestarlas para aliviarte, para ayudarte a ti mismo a superarla y que no produzcan en ti frustración, ansiedad o cualquier otro tipo de malestar. Tienes que sentirte orgulloso de tu sensibilidad, eres único por ello y nadie debería burlarse de ti por esa razón y, de hacerlo, sabrás que no es una persona adecuada para ti, olvídala inmediatamente: no te merece. Eres maravilloso porque tu sensibilidad es única y te permite sentir emociones que no están al alcance de los demás. Expresa tus emociones tanto como lo necesites sin olvidar la razón. Te hará mejor persona.

 

 

 

 

 

 

A mis hijos.

 

Imagen creada por el autor con IA.

En Mérida, a 19 de mayo de 2024.

Rubén Cabecera Soriano.

@EnCabecera

https://encabecera.blogspot.com.es/

 

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