domingo, 3 de septiembre de 2023

La flor de invierno.



Son pocas las flores que se atreven a brotar en invierno. Las que lo hacen deben ser valientes, a veces un poco temerarias, pero, sobre todo, fuertes y resistentes. Están llenas de coraje para soportar la adversidad que las inclemencias del tiempo les propician. Soportan bajas temperaturas y algunas heladas, pero si el invierno es cruel no alcanzan a durar más que unos pocos días. Es la realidad de aquellas flores como el hermoso espatifilo con sus largas hojas verdes protegiendo su blanca flor, o el aturullado y colorido crisantemo, el sobrio pensamiento violáceo, las gráciles campanillas invernales, la altanera hortensia rosada o la engañosamente delicada orquídea, y, por supuesto, la flor de Pascua que cada invierno nos recuerda con su carmín que la primavera volverá. Algunas de estas flores suplican cobijo para sobrevivir a la fatalidad, sin poder renunciar a la luz y al agua. Otras se esconden tras invernaderos donde resistir las atrocidades que el invierno llega a pergeñar para ellas. Estas flores siempre logran sobrevivir de uno u otro modo porque la naturaleza así las creó. 


Pero existen flores que no germinan en invierno, pues no pertenecen a esa estación, aunque quieren mostrarse, necesitan hacerlo porque desean vivir y no soportan renunciar a su existencia. No es fácil encontrar esas flores porque por mucho que lo deseen terminan sucumbiendo al terrible e inhumano precepto del gélido invierno. Sin embargo, a veces aparecen en esta estación. Nadie sabe por qué, pero ahí están, al menos una. Siempre hay una flor, una que sobrevive y lo hace porque es la más hermosa, aunque delicada, la más fuerte, aunque tierna, la más tenaz, aunque flexible. Tal vez los tiempos para esa flor estuvieron equivocados, tal vez algunas lluvias inoportunas y algunos rayos de sol prometedores la confundieron y floreció en un momento que no era el suyo, pero jamás se arrepintió porque sus pétalos son maravillosos, únicos y asombrosos. La flor los contempla mientras brotan y crecen adquiriendo su hermosa geometría y sus delicados colores. Y esa flor se enorgullece de tenerlos, de cuidarlos, de verlos madurar. Sabe que algún día esos pétalos la dejarán, pero cuando ese momento llegue, ella sabrá que están preparados, listos para afrontar su propio invierno, aunque la flor desea que para sus pétalos todo sea primavera. Esa flor quiere con toda su alma lo mejor para sus pétalos y estará dispuesta a dar su vida por ellos porque no hay mayor gesto de amor que la entrega absoluta que una flor hace por sus pétalos. Los lucirá orgullosa anteponiendo su bienestar por el de ellos, defendiéndolos con tesón frente a las inclemencias y protegiéndolos de cualquier daño externo que el invierno pudiera causarles. Y lo hará porque son suyos, son su vida, son ella misma, su idiosincrasia. 


Pertrecha con toda la fuerza que es capaz de reunir, la flor se enfrentará al insolente invierno con prudencia, a sabiendas de que el terrible daño que pueda causarle podría llegar sin previo aviso, sin motivo alguno, basado en un pueril capricho que en el egoísta invierno suscite la hermosura de la flor. Pero ella soportará el embiste con integridad, sin acobardarse, sin mostrar debilidad, aunque su corazón sufra cuando sufran sus pétalos ante el inmisericorde verdugo que los golpeará con frío, nieve o hielo. La flor los protegerá, la flor los resguardará, la flor los atesorará hasta que el invierno, aburrido y fastidiado, inconsciente del dolor que causa, se olvide de ella y permita a la primavera con su cálido sol y suaves lluvias acariciarla y acariciar sus pétalos.


Entonces la flor brillará hermosa, sin miedo a la crueldad del invierno, libre como siempre lo fue a pesar del sufrimiento, y fuerte como nunca dejó de serlo cuando la adversidad intentó someterla. Gozosa mostrará su belleza para envidia de todos y eufórica liberará sus pétalos para que decidan su camino. Quienes la contemplen cubrirán sus ojos para no cegarse frente a su brillo, loarán su persistencia y venerarán su juicio, pues fueron su brillo, su persistencia y su juicio los que le permitieron superar el sufrimiento y la ayudaron a proteger a sus queridos pétalos. Y la flor revivirá su primavera con inmensa alegría y merecerá la felicidad que le alcanzará.


Acuarela del autor, 2023. 

En Mérida a 3 de septiembre de 2023.

Rubén Cabecera Soriano.

@EnCabecera

https://encabecera.blogspot.com.es/