Una de las más asombrosas habilidades del ser humano para subsistir es su capacidad para fingir, para mentir, para ocultar sus verdaderas intenciones y mostrar solo aquello que desea sirviéndose de perífrasis, evasivas, ambigüedades o directamente mentiras y alcanzar así el fin deseado. Esta finalidad que puede ser su supervivencia para preservar la especie, teniendo, en este caso, la estrategia cierto valor natural casi comprensible, también le sirve para objetivos más espurios.
La naturaleza gracias al proceso de selección natural ha dotado a los seres vivos de numerosos instrumentos que les ayudan en su permanente lucha por la supervivencia. No soy experto en biología, pero os conmino a estudiar las numerosas especies capaces de ocultarse, camuflarse o esconderse para pasar desapercibos frente a sus posibles depredadores e incluso servirse de esas cualidades para que otras especies hagan por ellos su trabajo logrando optimizar el gasto energético. Pueden encontrarse en la naturaleza casos curiosos como los de ciertos animales que cuando se sienten en peligro son capaces de simular su muerte. Este proceso se denomina tanatosis y, pese a no ser excesivamente común son varias las especies que pueden hacer uso de esta inmovilidad tónica de su cuerpo para salvaguardar su vida. Otros, como se sabe, utilizan recursos variados para defenderse, pero el ser humano, en su limitación adaptativa ha evolucionado hacia un escenario en el que la inteligencia suple todas las deficiencias físicas que tiene. Así, su capacidad de adaptación y supervivencia se fundamente básicamente en su pensamiento. Pues bien, resulta que parte de ese pensamiento deriva en una potencialidad asombrosa vinculada con su capacidad comunicativa implementada a través del lenguaje. Esto es, el ser humano puede decir algo y pensar lo contrario. Parece simple y sencillo, pero sometido a una reflexión profunda es de una complejidad elevada, sublime, casi mágica, y, desde luego, solo al alcance de nuestra especie. Tanto es así que esta cualidad que tenemos los humanos será probablemente la que impida nuestra extinción produciendo una selección artificial —ya estamos muy alejados de la naturaleza— que limite el número de individuos a un número sostenible en nuestro mundo y facilite la desaparición del resto, toda vez que nuestra especie haya asumido la incapacidad de la Tierra para soportarnos a todo con el nivel de explotación al que la sometemos. Mucho que reflexionar al respecto de esto, pero poco que discutir si el fin último es la preservación de la raza, ¿verdad? —apréciese el matiz irónico de la pregunta retórica—.
Sin embargo, esta capacidad que nos pone a la cabeza de la pirámide trófica a lo largo y ancho de nuestra querida Tierra, dentro de nuestra propia sociedad, genera un escenario esperpéntico en ocasiones cuando la finalidad deja de ser nuestra propia supervivencia para sustituirla por otros objetivos más deshonestos. Además, tenemos que añadir a esta cualidad intrínseca del ser humano un corolario no menor que le permite sostener “sine die” la mentira, e incluso defenderla contra hechos irrefutables hasta la saciedad. Un claro ejemplo de ello se da en la política. Podemos observar a cada instante como numerosos políticos hacen uso de esta cualidad humana para aprovecharse de su situación y preservarse en su puesto a costa de su propia honradez que, dicho sea de paso, es un valor humano que en ningún caso nos librará de la extinción, aunque puede ayudar a tener una sociedad objetivamente mejor. Es verdad, que esta capacidad de fingir admite cierto nivel de matización e incluso puede someterse a juicios de valor, siempre subjetivos, pero, lo cierto es que si piensas algo y tu discurso es otro, mientes.
Pues bien, en los últimos tiempos —varios años ya, aunque posiblemente pudiéramos incluso retroceder hasta el neolítico— estamos asistiendo a un inigualable espectáculo en el que los políticos de uno y otro signo nos quieren hacer ver posturas contrarias a la realidad, a sus propios discursos anteriores y por descontado a pensamientos propios, justificado con la retórica, en ciertos casos —solo para los políticos más cultivados— recurriendo al sofismo y utilizando la mentira de forma impune. Este comportamiento, vital en la naturaleza, es inaceptable en la sociedad. O debería serlo, pero se da la circunstancia particular de que, ante la reacción por parte de algunos sectores, poco numerosos, pero con cierta influencia, los políticos más renombrados están modelando sus mentiras adornándolas con discursos aparentemente ilustrados. Está claro que el fin que tiene este comportamiento es esconder, tras elaborados discursos populistas cargados de demagogia e insultos, la verdad, si es que la conocen, o si es que puede conocerse —de esto va, grosso modo, el relativismo—, haciéndonos pasar a quienes los escuchamos por auténticos idiotas, aunque sean otros muchos lo que deseen creerlos porque les están diciendo lo que quieren oír.
Este triste escenario, ante la impunidad general, propicia una sistemática imitación por parte del resto de sectores de la sociedad que trasciende y que últimamente se nos quiere justificar con una interpretación torticera del relativismo posmoderno. De modo que los políticos como “gestores sociales” buscan idiotizarnos, de forma ilustrada, eso sí, para hacernos más fácil la degustación de sus mentiras, sin darse cuenta —o tal vez sí— de que en el fondo están provocando que todos recurramos a la mentira para alcanzar nuestros objetivos sin importarnos si esa falsedad supone el perjuicio del resto.
Mucho me temo que esto no tiene solución. La mentira como virtud natural para subsistir se ha vinculado al egoísmo individual y social pervirtiendo esa capacidad de adaptación y transformándola en un recurso inmoral para alcanzar los fines deseados que claramente se vinculan al bienestar individual, al lujo, incluso al desenfreno en algunos casos, propios y de un círculo cercano que se cree afín sin darse cuenta —o tal vez sí— de que utilizar el recurso de la mentira en sociedad provoca desconfianza y esa circunstancia obliga a buscar mentiras cada vez más enrevesadas para subsistir… en sociedad.
Foto de Jametlene Reskp en Unsplash
En Mérida a 3 de julio de 2022.
Rubén Cabecera Soriano.
@EnCabecera
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