Almudena Grandes falleció el pasado 27 de noviembre de 2021. Mi más sentido pésame a su familia y a la comunidad literaria que siente con profunda pena su pérdida.
Almudena Grandes es una magnífica escritora, y digo es porque su triste fallecimiento no le quita esa cualidad. Almudena Grandes fue una activista política vinculada a movimientos sociales alejados de los planteamientos de la actual derecha contra la que se posicionó indudablemente; y digo fue porque esa encomiable tarea no podrá desempeñarla más. Cuando lo que toca es ensalzar las virtudes de una literata, cabrea y resulta molesto comprobar cómo se ningunea y desaíra una figura como la de Almudena desde ciertos sectores conservadores de la política que demuestran poca altura de miras y estrechez de mentes. Podrá uno estar más o menos de acuerdo con el posicionamiento político de Almudena, pero negarle su valía como escritora es malintencionado, pueril y estúpido. Y eso es lo que logran con su menosprecio: caer en la idiotez del fanático y febril perseguidor de unos pocos votos, cuya actitud exaltada solo les vale el aplauso de aberrantes engendros sectarios. No, así no, así no se hace política. A veces olvidamos que la política no es una dedicación consagrada en exclusiva a los políticos, pertenece a toda la sociedad. ¿Qué son sino unos comicios? Ciertas personas —en especial los aludidos intransigentes— exhiben con vehemente rechazo el que miembros de sectores, a priori ajenos a la política, manifiesten su opinión al respecto de asuntos que atañen a la sociedad. Sin embargo, pienso que es una obligación de aquellos que tienen la suerte de poseer un altavoz con suficiente alcance la de manifestar su opinión, incluso crearla. En una sociedad donde resulta extraordinariamente fácil manipular a la opinión pública con el exceso de información incontrastable, aunque fácilmente falsable —a pesar de que esto requiera un esfuerzo que casi nadie tiene hoy en día capacidad para hacer—, no veo mejor posicionamiento para luchar contra la desinformación y la manipulación que los testimonios de quienes no tienen la necesidad de vivir de esos argumentos. Mi deseo es que quienes usen ese altavoz lo hagan con dignidad y sinceridad, y que su objetivo sea forzar a los que toman las decisiones finales para lograr mejorar cualquier aspecto de la sociedad. Almudena Grandes sí lo hizo. Podrá estar uno a favor o en contra de su posicionamiento, pero es innegable que utilizó su potente altavoz para revelar aquello que consideraba injusto y defender lo que consideraba justo. Por eso, el desaire de quienes no tendrán en modo alguno hueco en la historia, no como Almudena, resulta estúpido e injustificable. Almudena merece una disculpa, pero esta no llegará porque la majadería de algunos se antepone a la dignidad humana. Ahora bien, es cierto que Almudena no necesita esa disculpa. Está y estará por encima de esos figurantes de pacotilla que ocupan una posición efímera en un partido político caduco y deleznable. Nadie les recordará en unas décadas, triste ignominia de la historia para estos personajes, sin embargo, muchos seguirán leyendo a Almudena entonces.
Mario Vargas Llosa, hasta donde es sabido, conserva a día de hoy buena salud y que siga así durante mucho tiempo. Me encanta su literatura. Más que la de Almudena, es una opinión subjetiva, lo sé, y, en realidad, a poca gente importará, pero tiene incidencia en este texto y considero necesario aclararlo. Vargas Llosa hace uso del altavoz que le confiere su encumbrada posición para manifestar sus ideales políticos. Creo que lo hace con sinceridad, y me parece fabuloso, pero no los comparto. Su posicionamiento se aleja de mis planteamientos, aún así leeré con seguridad su próximo libro, que ojalá vea la luz pronto. Desgraciadamente Vargas Llosa fallecerá, personalmente deseo que ese día tarde en llegar para que pueda seguir deleitándonos con sus letras durante mucho tiempo. La muerte es una obviedad a la que el ser humano no puede oponerse y que le acecha constantemente por el mero hecho de estar vivo. Cuando ese aciago día llegue, espero que a Mario Vargas Llosa se le dispense el homenaje que merece como gran escritor de nuestra historia reciente y de la historia de la literatura que es. Ojalá que no haya ningún politucho televisable del tres al cuarto que se atreva a ningunearle como le ha ocurrido a Almudena. Seguramente alguien en su funeral también recuerde sus ideales, pero estos no serán objeto de su ulterior remembranza. Lo será su maravillosa obra y la sociedad lo recordará bautizando con su nombre en las ciudades plazas y calles para homenajearlo. En realidad, no lo necesita, como tampoco lo necesita Almudena porque será la historia la que les permita inscribir sus nombres en sus anales para la posteridad, incluso a pesar de otros. Aun así, cualquier reconocimiento por mundano o banal que pueda parecer siempre resulta un gesto de cariño, de afecto, de gratitud y de recuerdo que la sociedad les debe por lo mucho que ambos les ha dado.
Es mi deseo —utópico, lo sé— que ni los unos ni los otros, me refiero a los políticos de uno y otro lado, se dejen manipular por el maniqueísmo de sus ideales extremos y tengan a bien moderar sus discursos y armonizar sus decisiones para el bien común. Me cuesta pensar que exista tamaña necesidad de acaparación de votos —salvo por cuestiones espurias— como para negar el merecido homenaje a nuestros hombres y mujeres de cultura que son los que, verdaderamente y en última instancia, propician un mejor devenir para toda la sociedad. También deseo —este quiero pensar que es más sencillo— que quienes pueden hacerlo, hagan oír su voz manifestando sus opiniones sinceras para imponerlas a los que toman las decisiones y hacer mejorar nuestra sociedad y, sobre todo, deseo —ojalá sea así— que nadie intente silenciarlos, pues este sería el mayor fracaso social de nuestra historia y nos llevaría irremediablemente a un oscurantismo y alienación a los que peligrosamente ya nos acercamos en la actualidad.
Descansa en paz, Almudena.
Fotografía de ALEJANDRO RUESGA. Almudena Grandes, escritora e historiadora, en 2016.
En Mérida a 4 de diciembre de 2021.
Rubén Cabecera Soriano.
@EnCabecera