En el segundo escenario —y como es lógico también en el primero, aunque sea más difícil de entender el resultado ecuánime—, esto es, el de la valoración diferenciada por parte de la mesa de contratación o de los especialistas de prestigio, debería siempre existir un informe justificativo que acredite dicha valoración convenientemente justificado que, además, tendría que hacerse público junto con la propuesta de licitación. De poco sirve que se publiquen las actas con dichas valoraciones si no existe el documento de la propuesta con el que poder contrastar el informe y poder hacerle el conveniente seguimiento. En alguna ocasión me han indicado desde la Administración que este higiénico ejercicio de transparencia no se hace por una cuestión de protección de datos. Esta respuesta me produce risa, sin paliativos, y parece una broma de mal gusto, ya que la cantidad de información que se facilita y que se termina publicando en un procedimiento concurrencial abierto es impresionante, con lo que publicar las propuestas de los licitadores no tendría que suponer un problema. De otra parte, y en todo caso, si en algún momento alguien considera que esto puede resultar un problema, tan sencillo como incorporar una casilla que condicione la presentación a la autorización a publicar la propuesta y listo. No sería más que otra condición que el licitador debería cumplir si considerase la posibilidad de participar en el procedimiento. Aclarado esto, prosigamos con las consecuencias de la decisión de la mesa.
En nuestro concurso para dirimir quién opera al niño enfermo ha recibido la mejor valoración técnica el candidato que ha considerado la mesa de especialistas una vez sometida su propuesta a juicio de valor. Es, por tanto, su proyecto de intervención quirúrgica la que mejor valoración ha recibido. Los padres, una vez publicada la resolución y antes de abrir la oferta económica, se sienten satisfechos con el trabajo realizado por la mesa porque han leído el informe de sus miembros—aunque aún no han visto dicha propuesta, ni el resto—, pero llega la hora de la verdad y tras el resultado obtenido por cada equipo licitador, teniendo pendiente aún la apertura de la oferta económica —incluidos los 40 puntos que todos han logrado en los criterios directos— los resultados son: 85 puntos para el equipo que ha obtenido la mejor propuesta técnica; 79, el segundo —a veces es difícil justificar una gran diferencia en la puntuación técnica, pero démosla por válida—; 77, el tercero; 75, el cuarto; 72, el quinto; 70, el sexto; y a partir de aquí la puntuación del resto de equipos tiene poca relevancia, salvo para la determinación final de la puntuación económica, que no es poco, porque su puntuación, en cualquier caso, siempre estará por debajo de lo que obtenga el primero a poco que sume algún punto con su oferta económica.
Ahora entra en juego, y con cuánta determinación, la matemática y la proporcionalidad lineal de las fórmulas que la Administración utiliza para asignar puntuación a los licitadores en función de la oferta y del número de estas que se han presentado, ya que la aplicación de dicha fórmula varía en función de los candidatos concurrentes. No quiero aburrir en esta parte, aunque sería muy interesante desarrollar un análisis estadístico de los puntos obtenidos en función de la rebaja ofertada, pero para que veamos cuán absurdo puede llegar a ser el resultado final, hagamos una simulación. El equipo con mejor puntuación técnica, llamémoslo “A”, decide realizar una baja del 23%, que no está nada mal, incluso asusta a primeras dadas, pero que responde a su necesidad de conseguir la adjudicación de la intervención quirúrgica para poder remunerar convenientemente a los médicos que forman parte de su equipo y que llevan algún tiempo sin poder cobrar porque vienen perdiendo todos los concursos a pesar de que, como se ha demostrado, son buenos por la buena valoración recibida. El segundo, el “B” tiene una baja del 14% porque entendió que los costes de la operación no podrían ajustarse mucho más del precio de partida estimado con lo que la mesa de contratación sabe que por ahora será el “A” el adjudicatario. El equipo “C”, el tercero en valoración con 77 puntos en los criterios anteriores hace una baja del 55%, están muertos de hambre y apenas tienen para cubrir los gastos del equipo. Necesitan trabajar como sea. El equipo “D” rebaja el precio base de licitación en un 60%. Es duro decirlo, pero son conscientes de que una operación de esas características no se puede llevar a cabo por ese importe. Aun así, presentan tamaña baja con la esperanza de poder defender la intervención quirúrgica ahorrando por aquí y por allá y confiando que la Administración pueda llegar a entender su situación y tras quejas y más quejas acceda a desarrollar alguna suerte de instrumento paralelo a la licitación que incorpore más dinero en la operación tergiversando la filosofía inicial de dicho instrumento, es decir, buscarán un modificado en la propuesta. Los sucesivos equipos se encuentran en una situación parecida y sus ofertas rondan el 50-60% de baja arrojando finalmente para los licitadores el siguiente resultado obtenido aplicando la fórmula del pliego en la oferta económica:
Equipo “A”, 4 puntos; Equipo “B” 3 puntos; equipo “C”, 12 puntos; equipo “D”, 15 puntos; equipo “E”, 13 puntos; equipo “F”, 14 puntos; la puntuación del resto de los equipos será irrelevante en el resultado final, pero, como se ha indicado, determinante en la aplicación de la fórmula para la obtención del resultado de cada uno de los concurrentes.
Una vez recopilados los resultados económicos obtenidos por cada equipo y sumados a la puntuación lograda previamente, se resuelve la licitación para operar a vida o muerte al pequeño con la siguiente puntuación definitiva:
Equipo “A”, 89 puntos.
Equipo “B”, 82 puntos.
Equipo “C”, 89 puntos.
Equipo “D”, 90 puntos.
Equipo “E”, 85 puntos.
Equipo “F”, 84 puntos.
(…)
Por tanto, el adjudicatario —si logra superar las trabas burocráticas posteriores, previas a la firma del contrato, que no son pocas y de las que ya he hablado largo y tendido, aunque no descarto repetirme— será el equipo “D”, el que obtuvo en su propuesta de operación una valoración de 35 puntos sobre 45. Para contextualizarlo en notas académicas sería un 7.7, notable, que, oiga, no está mal, pero tal vez no es lo mejor cuando podría haber operado al niño el equipo que obtuvo un 10 y que tenía una rebaja del 23% en la oferta económica. Bien pensado la rebaja del 60% casi ni da para comprar el material quirúrgico. Probablemente el postor no incurra en baja desproporcionada porque el número de licitadores que tiene una baja similar a la suya es elevado —así funcionan las fórmulas de estimación de los pliegos—, pero incluso si cayese en dicha temeridad siempre podría justificarlo y la Administración —la mesa de contratación de los especialistas a los que los padres del chico pidieron asesoramiento— debería descartar también justificadamente esa defensa de la oferta… a compañeros suyos. En fin, parece evidente que será finalmente el equipo médico “D” quien opere al chaval en las condiciones en que presentó su oferta. Es posible, créanme, que se dé esta circunstancia con la Ley de Contratos actual y es perfectamente legal por mucho que los padres hubieran deseado que otro equipo médico fuese el que interviniese a su hijo, pero esa es la realidad. En esta situación, asumiendo que el precio debe formar parte de la propuesta de forma innegociable, no se puede hacer nada y, además en este caso, dando gracias a que, al menos, el equipo “D” ha presentado una oferta digna puesto que, como anticipé anteriormente, puede ocurrir, en función de la baremación propuesta el en pliego, que resulte adjudicatario alguien con una valoración técnica suspensa o incluso muy deficiente, si no se excluyen estas valoraciones en la literatura del propio pliego. Es el sinsentido de las fórmulas lineales que propone la Administración para las que en numerosas ocasiones he propuesto la utilización de otras, por ejemplo, del tipo de campana de Gauss, mucho más justas y no penalizadoras para aquellos que estudian la oferta con ahínco y ofrecen una valoración óptima. Parece que las fórmulas no lineales producen entre los técnicos de la Administración cierta urticaria. Para tranquilidad del lector, el niño sobrevivió. Seguiremos...
Fotografía de Anna Shvets en www.pexels.com
En Mérida a 10 de octubre de 2021.
Rubén Cabecera Soriano.
@EnCabecera