¿Renacimiento? Hacia una arquitectura natural, colaboración en Canal Extremadura Radio, El Sol sale por el Oeste.
El Renacimiento marca el punto de partida de la Edad Moderna en el Occidente Europeo, con el que impone, sin solución de continuidad, su recuperada visión clásica del mundo grecorromano en numerosos países en los que se interrumpe su evolución cultural natural como ocurre en gran medida con la recién colonizada América. De hecho, es habitual situar el inicio de la Edad Moderna con el descubrimiento de América en 1492, en la caída del imperio bizantino con la conquista de Constantinopla en 1453 o también con la invención de la imprenta en torno a 1440. La Revolución Francesa con la Ilustración marcará el hito histórico que pone fin a esta etapa. En definitiva, tres acontecimientos que, contextualizados y considerados de forma conjunta, suponen el espaldarazo definitivo a una nueva concepción antropocéntrica del ser humano que se fundamenta en los ideales helénicos.
Los últimos siglos de la Edad Media que se extendió durante prácticamente un milenio supusieron una considerable evolución desde el punto de vista protocientífico gestándose un desplazamiento de los núcleos de conocimiento que estaba en manos de la iglesia hacia los nuevos centros del saber que se desarrollaron en las universidades, si bien es necesario indicar que muchas de ellas estaban escasamente secularizadas. En estos nuevos focos de conocimiento comenzará a desarrollarse la experimentación retomándose una carrera que nunca debió abandonarse y que fue impuesta por la filosofía griega. Roger Bacon a mediados del siglo XIII recuperará la experimentación como parte del proceso que lleva al conocimiento, así pues, resulta necesario reconocer la labor de muchos teólogos que, como Bacon, se separaron de la ortodoxia escolástica aristotélica, aunque inspirada en ella, para introducir un incipiente método científico en ciernes. El Renacimiento recuperó el método deductivo como vía de conocimiento con lo que inicialmente supuso un freno al desarrollo científico, pero el avance que se estaba produciendo impulsado en cierta medida por las universidades y de la mano de investigadores como Copérnico, Galileo o pensadores como Francis Bacon, e incluso el propio Newton ya en el siglo XVII, impidió un probable paso atrás y permitió un amplio desarrollo científico que lógicamente revirtió en la arquitectura del momento.
La arquitectura Renacentista que evolucionará al Manierismo en el siglo XV y XVI, que posteriormente derivará en el Barroco durante el XVII, con el Rococó marcadamente francés, y que finalmente alcanzará el Neoclasicismo en el XVIII, tiene un carácter mucho más profano que las arquitecturas de la Edad Media. El hombre retorna al centro de la sociedad, se convierte en su eje y, sin desbancar a la religión —de hecho, a pesar de que este movimiento es principalmente humanístico, la arquitectura religiosa alcanza su apogeo histórico—, surgen construcciones edilicias representativas de esta etapa que definen perfectamente la civilización occidental. Tecnológicamente la arquitectura conserva sus principios básicos y se pone al servicio de la sociedad más que nunca para dar cobertura a las necesidades de una colectividad compleja y poliédrica. En este contexto, la escisión entre arquitectura y naturaleza es total, de modo que, gracias a las redes comerciales y la transmisión del conocimiento es posible desarrollar construcciones con tecnologías provenientes de lejanas localizaciones y materiales ajenos al entorno para, en muchos casos, responder a las modas impuestas desde el seno de este desarrollo evolutivo de la civilización sin tener presente que la arquitectura debe también ofrecer respuesta a las necesidades básicas —fisiológicas— de los seres humanos y no solo a las sociales.
El Renacimiento surgirá en Italia en las primeras décadas del siglo XV, principalmente en Florencia, en lo que se denominó el Quattrocento y tendrá como características principales la sencillez estructural y decorativa fundamentada en los órdenes clásicos con el arco de medio punto como elemento sempiterno. La catedral de Florencia de Brunelleschi es el máximo exponente de esta etapa, aunque hay otras muchas manifestaciones realmente maravillosas, aunque adolezcan de la monumentalidad de la Catedral y su Duomo como la Iglesia de Santa Maria Novella de Leon Battista Alberti, también en Florencia, que pone de manifiesto una elocuente sobriedad jugando con la geometría simetríca de la fachada combinando mármoles policromados.
Palacio Pitti visto desde los Jardines de Boboli, Florencia. El palacio fue construido a partir de 1458 encargado por Luca Pitti al arquitecto Luca Fancelli, discípulo de Brunelleschi. Fotografía de Stefan Bauer, 2004.
El Renacimiento se desplazará hacia Roma en el siglo XVI, recayendo su trascendencia en los papas, con el denominado Cinquecento que desembocará en el Manierismo a mediados del siglo XVI. Destaca indiscutiblemente el proyecto de Bramante de 1506 para la Basílica del Vaticano que remataría Miguel Ángel Buonarroti introduciendo un orden marcadamente monumental, pero con evidente influencia clásica. La cúpula sería finalizada por Giacomo della Porta y la fachada será ejecutada por Carlo Maderno ya en época barroca. Acompañan a Miguel Ángel en trascendencia histórica Leonardo Da Vinci, Rafael Sanzio, Giulio Romano, Sangallo, etc. Todos ellos pintores, escritores, arquitectos, humanistas en definitiva y fiel reflejo de las inquietudes de la época en la que el mecenazgo de los enriquecidos comerciantes, no solo de mercancías, constituía la base del desarrollo artístico. A pesar de la potencia de esta arquitectura religiosa, no podemos dejar de lado la arquitectura civil, palaciega, residencial de arquitectos como Andrea Palladio quien supo interpretar el lenguaje clásico de forma magistral y que constituyó una influencia inconmensurable en el posterior Neoclasicismo edilicio.
La basílica de San Pedro se inició sobre la base de un antiguo templo paleocristiano. Sobre el templo trabajaron Alberti, Rosselino, Bramante con quien se inició la construcción del actual edificio y cuyos trabajos proseguiría Sanzio, Sangallo y posteriormente Miguel Ángel, quien anticipó el Barroco con su cúpula, para ser rematado por della Porta y Maderno con la fachada. Fotografía de Wolfgang Stuck, 2004.
La etapa final del Cinquecento se denominará Manierismo y supondrá la transición hacia el Barroco con la inclusión de ciertas contradicciones en el orden clásico que buscaban una liberación de las restricciones artísticas helenas y que compositivamente se transformó en el Barroco generando una escenografía a veces mística con un compendio de curvas, elipses, espirales y naturaleza que buscaba captar la atención de los sentidos y provocar emociones luchando por alejarse de la razón como método cognitivo.
La Iglesia del Gesù de Roma tiene una historia ajetreada. Fue encargada por Ignacio de Loyola a Bigio a mediados del siglo XVI, posteriormente Miguel Ángel modificará su diseño en 1554, será construida por Vignola a partir de 1568 y rematada por Giacomo della Porta a partir de 1575. Se trata de una iglesia manierista precursora del barroco. Fotografía de Alessio Damato, 2007.
Fachada de la iglesia de San Carlo alle Quatro Fontane de Borromini en Roma. Construida entre 1638 y 1641 es una de las más bellas manifestaciones del Barroco. Fotografía de Architas, 2018.
Por último, la Edad Moderna finaliza con el Neoclasicismo del siglo XVIII que surge como reacción ante la deriva naturalista e histriónica que, con relación al mundo clásico, estaba tomando el Barroco y el mundano Rococó. El Neoclasicismo retomará la sobriedad estilística clásica con sencillez de la mano de las numerosas expediciones científicas que se ponen en marcha y perdurará en el tiempo conjugando sus manifestaciones con la Ilustración y llegando incluso a compartir su existencia con el romanticismo que derivará en un profuso gusto por la ruina y con expresiones de arquitectura visionaria, especialmente de la mano de los franceses Boullée y Ledoux, y arquitectura pintoresca que se da sobre todo en Inglaterra.
Palacio Borbón de París, hoy Asamblea Nacional de Francia es un claro exponente del Neoclasicismo europeo. Fue construido por Giardini de 1722 a 1728. Fotografía de Jebulon, 2011.En Mérida a 5 de septiembre de 2021.
Rubén Cabecera Soriano.
@EnCabecera