La tecnología manda.

 La tecnología manda. Hacia una arquitectura natural, colaboración en Canal Extremadura Radio, El Sol sale por el Oeste.


En la historia de la humanidad encontramos pocas civilizaciones que hayan sido capaces de trascender su época prehistórica hacia su propia historia, cambio que viene marcado por la aparición de los primeros vestigios escritos. Estas civilizaciones de la antigüedad pudieron sobrevivir durante nada exiguos períodos de tiempo gracias, entre otras cosas, a esa escritura que les permitió una transferencia de información que propició un gran avance tecnológico y prosperidad social con la definición de los parámetros culturales que la identificaban. La mayor parte de estos pueblos neolíticos fueron fluviales en su origen pues en esos entornos con abundante riqueza natural encontraron respuesta a sus necesidades básicas y sus primigenias construcciones se alimentaron en general de los materiales de ese medio. Las civilizaciones de las que nuestra cultura occidental hereda gran parte de su idiosincrasia nacieron en el Oriente Fértil con Mesopotamia y Egipto, pero no podemos olvidar la existencia de otras civilizaciones que también lograron traspasar la prehistoria como las orientales, con la civilizaciones indias y china, y las precolombinas mesoamericanas. Además, en el arco mediterráneo, donde prosperó nuestra ancestral historia, surgieron de los mitos minoicos de las civilizaciones egeas y micénicos —que constituyeron los orígenes de los primeros griegos continentales en donde se ubican la Ilíada y la Odisea homéricas—, y del afán comercial de los fenicios y cartagineses, así como del fervor religioso hebreo, las bases de nuestra actual cultura que fueron poco a poco implantándose en las sucesivas civilizaciones que se entremezclaron por mor de ese necesario comercio y belicismo imperantes en la época. Así, tenemos a los griegos y a los romanos que heredarán, filtrarán e impulsarán la mezcolanza cultural proveniente de las civilizaciones anteriores aportando sus peculiaridades. Del reflejo de esta realidad se imbrica la arquitectura que va separándose paso a paso del vínculo natural característico de las etapas neolíticas paralelamente al desarrollo del conocimiento constructivo y a la complejidad incipiente de las sociedades a cuyas necesidades debía responder la arquitectura. Al igual que es prácticamente imposible encontrar civilizaciones absolutamente aisladas e impolutas de influencias de otros pueblos vecinos —ya Aristóteles tildó al ser humano como ser social—, en la arquitectura esa mezcolanza está igualmente presente. Así pues, arrancamos esta etapa histórica de la arquitectura con ejemplos de restos arqueológicos de civilizaciones en los que resulta muy difícil precisar su originalidad y se vislumbran influencias entre ellos. La historia no siempre es capaz de discernir el origen de estos restos y, además, debemos añadir en nuestro discurso aquellas construcciones que fueron derruidas, expoliadas o sencillamente aún no han sido reveladas por la arqueología y nos impiden establecer una cronología precisa en la evolución de la construcción. Sin embargo, sí podemos asegurar que es la tecnología basada en el conocimiento científico y en la experimentación en sus estados más pueriles y originarios los que van a determinar la evolución de estas arquitecturas históricas. 

 

Palacio, Santuario y centro de redistribución de recursos económicos de Cnosos en la isla de Creta. Construido en torno a los años 2.000-1.900 a.C. poseía una planta que abarcaba cerca de 15.000m2 y que disponía de unas 1500 estancias organizadas en torno a un patio central. Fotografía de Cayambe, 2019.



De la arquitectura fenicia, al igual que ocurre con la arquitectura de su principal colonia, Cartago, encontramos pocos vestigios que hayan trascendido, pero sí sabemos que en sus restos están los orígenes del orden jónico con lo que nuevamente se pone de manifiesto esa incesante transferencia de conocimiento entre las distintas civilizaciones que establece una red tecnológica que se va extendiendo por vía comercial o bélica y que terminan por hacer desaparecer el vínculo con la tradición natural. Resulta extraordinario comprobar que los usos sociales encuentran soluciones similares en las sucesivas civilizaciones y culturas, pero comprobaremos como estos usos se van reduciendo a los vinculados a la religión que termina subyugando cualquier manifestación social no vinculada a la divinidad imperante. Este hecho ocurre en nuestra historia en especial tras la desaparición de la civilización romana con el impulso del cristianismo y el islamismo que en Europa se matizará con la aparición del Renacimiento donde resurgirán nuevas demandas sociales vinculadas al ser humano en sí mismo y se alejarán en ciertos sentidos de la divinidad.

 

Templo de los Obeliscos en Biblos, Líbano. Se cree que fue construido en el seno de la cultura fenicia entre el 1.600 y el 1.200 a. C. Fotografía de National Geographic.



La Grecia clásica de la península griega, el Peloponeso, las islas del Egeo y sus colonias del Asia Menor, Italia y España es probablemente la civilización que más ha aportado y que más ha trascendido en lo referente a la arquitectura occidental dentro de las civilizaciones antiguas, y, por descontado, en cualquier otro aspecto cultural y social, marcando influencias en su entorno geográfico inmediato, pero también en ubicaciones mucho más alejadas gracias al imperio conquistado por Alejandro Magno y que a su muerte se fue diluyendo dentro de los propios pueblos invadidos. Esta marcada influencia helénica de la que nosotros somos herederos viene determinada básicamente por su impronta escrita, que ha trascendido parcialmente, ya que existen indicios arqueológicos que nos muestran un sinfín de obras perdidas, por ejemplo en la biblioteca de Alejandría —seguramente su destrucción constituye una de las mayores tragedias culturales en la historia de la humanidad—, por su ansia belicosa en la época magna y por su convencimiento de superioridad que sus filósofos, tan influyentes en las siguientes civilizaciones, justificaron y que los llevó a imponer su pensamiento y hacer entre los pueblos conquistados, mientras que otras civilizaciones no subsistieron ante semejante empuje. La complejidad de la sociedad helénica fundamentada en sus polis, entre las que existió cierto vínculo patriota que fue variando a lo largo del tiempo en función de las necesidades de cada ciudad y de los enemigos a los que debían enfrentarse, se refleja en su gran número de edificios edilicios y su evolución, entre los que hoy destaca el templo y el teatro, aunque el primero surge ya en las primeras etapas de la civilización, esto es, alrededor del 1.200 a.C. en las postrimerías del período micénico, mientras que los restos del primer teatro datado se fechan en torno al 350 a.C. Las primeras manifestaciones arquitectónicas de la arquitectura griega se ejecutaron en madera para las cubriciones y adobe para las paredes, utilizándose también los primeros metales manipulados por el ser humano como elementos decorativos, especialmente el bronce. Pero el desarrollo tecnológico y el enriquecimiento de la sociedad permitió la incorporación de la piedra caliza y el mármol, y la teja cocida como elemento de cubrición y protección, soportada por estructuras de madera y dinteles de piedra, para todas las tipologías de construcción de la sociedad griega: edificios religiosos, en especial los templos y santuarios; cívicos, como las ágoras, estoas, gimnasios y palestras, incluso bibliotecas; funerarios, estelas o templetes; de ocio, como los propios teatros, estadios o hipódromos, militares, especialmente las acrópolis y murallas; e incluso, en algunos casos, residenciales. 


El sistema constructivo resultaba en cierto modo básico para una sociedad tan evolucionada: adintelamiento mediante madera para los techos en su parte central y piedra en perímetro a modo de arquitrabes y soportes con muros de carga de piedra o adobe con columnas, pero esta aparente simplicidad pone de manifiesto la dificultad del proceso constructivo que busca sistemáticamente la estabilidad frente a las acciones naturales y humanas. Además, estos edificios se decoraban pictóricamente como atestiguan los restos policromados aparecidos en las excavaciones arqueológicas. Los arquitectos de aquel entonces, además de diseñar los edificios los construían realizando labores de gestión y comerciales en las que su arte pasaba a un plano secundario, como puede ser el caso de Ictino que diseñó el Partenón de Atenas en torno al 440 a.C. 


Erecteión del Partenón de Atenas en la Acrópolis, siglo V a.C. en el período clásico griego. Fotografía de Berthold Werner, 2017.



Los tres períodos fundamentales de la civilización griega también determinaron en cierto modo sus estilos tan conocidos, los órdenes clásicos que tanta influencia tendrán en la arquitectura posterior. Durante el período arcaico se desarrolló el orden dórico, de formas simples y comenzó su andadura el jónico. En el período clásico, en torno al siglo V y IV a.C., el jónico alcanza su cumbre. Con el período helenístico que termina tradicionalmente con la conquista de Corinto por parte de los romanos se ensalza el estilo corintio. 

 

Los órdenes de columnas clásicas de la antigüedad - tabla para el artículo "Arquitectura", p. 194. Meyers Kleines Konversationslexikon. Quinta edición revisada y ampliada. Vol. 1. Instituto Bibliográfico, Leipzig y Viena, 1892.




Entre Mérida y Granada a 14 de agosto de 2021.

Rubén Cabecera Soriano.

@EnCabecera

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