Más barro... y piedra. Hacia una arquitectura natural, colaboración en Canal Extremadura Radio, El Sol sale por el Oeste.
Veníamos diciendo que desde el origen —occidental— de las civilizaciones en Mesopotamia se fue produciendo un desplazamiento paulatino de la trascendencia historiográfica hacia el Mediterráneo. Por supuesto, este desplazamiento conllevó también el traslado del alcance científico y tecnológico de la arquitectura en todas sus funciones sociales. El relevo a los sumerios lo va a dar la civilización egipcia. Egipto está marcado por el Nilo y la facilidad con la que la agricultura incipiente pudo desarrollarse en sus fértiles tierras es semejante a la existencia de recursos constructivos existentes en su curso. Existía barro limoso en toda la cuenca del Nilo lo que facilitó la construcción de edificaciones utilizando el adobe y el ladrillo, es especial para las viviendas, y, además, aparece un recurso adicional que propició la aparición de edificios monumentales vinculados a los poderes fácticos de la sociedad, fundamentalmente a los templos y tumbas, y algunos palacios: la piedra, cuyo trabajo de tallado en sillares requería un elevado nivel de conocimiento tecnológico y cuyo transporte, fundamentalmente desde las canteras de Asuán, demandaba un alto nivel organizativo y un gran esfuerzo humano.
Restos del poblado de Set Maat "El lugar de la Verdad", actualmente Deir el-Medina, cerca de Luxor. A partir de la dinastía XVIII (en torno al s. XVI a.C.) con la venida del Imperio Nuevo, concretamente con Tutmosis I, dejan de construirse pirámides y mastabas como consecuencia del continuo expolio al que se venían sometiendo. Se construye un poblado de artesanos y constructores en Deir el-Medina en el que viviendas eran generalmente de una sola planta ejecutadas en adobe y cubiertas de troncos de palmeras protegidos con hojas y barro, las calles estaban empedradas. La finalidad de esta pequeña ciudad era albergar a los trabajadores que iban desarrollar el complejo funerario de tumbas reales que se denominará Valle de los Reyes y Valle de las Reinas. Fotografía de Roland Unger, 2005.
Es inevitable, observando las arquitecturas más características de ambas civilizaciones establecer ciertos paralelismos entre los zigurats mesopotámicos y las pirámides egipcias. Sin embargo, aunque ambas construcciones tienen un eminente carácter simbólico, su uso difería radicalmente. Para los sumerios, babilonios y asirios —las civilizaciones más distintivas de la antigua Mesopotamia—, los zigurats eran túmulos en forma de tronco de pirámide construidos con su material preferente, a la sazón el disponible, esto es, el barro arcilloso, como gigantescos plintos, sobre los que se erigían templos a los que se accedía mediante escalinatas perimetrales que iban escalando los distintos niveles hasta llegar a la morada del dios que residía en lo más alto y al que solo los sacerdotes podían acceder. Este privilegio clerical nos ofrece una idea de la carga simbólica que tiene la edificación y el poder que podía llegar a atesorar ese grupo social. Los zigurats acercaban el cielo a los hombres dando a los dioses un hogar que les sirviese de cobijo, recobrando la primigenia idea de resguardo que requirieron los primitivos homínidos constructores y que fundamenta de la trascendencia de la arquitectura. De esta idea surge la similitud con la bíblica torre de Babel que se cree que fue el zigurat Etemenanki dedicado a Marduk, dios primogénito de Ea, ubicado en la antigua ciudad de Babilonia, cerca de la actual Hilla en Irak, y construido en torno al siglo VI a. C.
Planimetría del zigurat Etemenanki. Imagen original de Robert Koldewey, editada por Zunkir, 2011.
Existe en el ser humano una idea vinculada con la naturaleza, con el mito o con la fe, más o menos asentada en su subconsciente, que le lleva de forma irremediable a querer acercarse al cielo, y la arquitectura es el medio que con mayor presteza se lo permite, así que utiliza construcciones con geometrías similares a las montañas para alcanzar este objetivo. Curiosamente esta tipología arquitectónica no se dará exclusivamente en la civilización mesopotámica o egipcia, también aparecen en las antiguas civilizaciones indias, nubias y precolombinas con variados usos, pero siempre de marcado carácter simbólico y asociado a alguna divinidad o al más allá. Tampoco podemos olvidar los túmulos funerarios de numerosas civilizaciones, seguramente con menos desarrollo evolutivo, pero no por ello menos trascendentes, que constituyeron auténticas catedrales erigidas en conmemoración de personajes hoy olvidados, cuyo recuerdo es evocado gracias a la perduración en el tiempo de sus arquitecturas surgidas desde el período neolítico hasta la edad del bronce y del hierro e incluso más recientes, sin embargo, no adelantemos acontecimientos.
Túmulo funerario del rey Sinmun de la dinastía Silla, en Gyeongju, Corea del Sur, siglo VII. Fotografía de la Admnistración de Patrimonio Cultural de la República de Corea.
De otra parte, en la civilización egipcia tenemos las pirámides que son de una geometría semejante a los zigurats —de hecho, la primera pirámide egipcia de la que se tiene constancia, la de Zoser, es en la práctica un zigurat; fue construida en torno al 2700 a.C. por Imhotep, primer arquitecto conocido de la historia—. Estas pirámides elaboradas con una tecnología, tal vez, más depuradas tecnológicamente para el tallado de la piedra, su transporte y su colocación, alejan, sin embargo, cierto conocimiento tecnológico que había comenzado a desarrollarse en Mesopotamia con la bóveda. De hecho, el espacio interior de las pirámides egipcias está definido mediante la sucesión de hiladas de muros adintelados y colocados horizontalmente que se van aproximando, asemejándose a los incipientes arcos de descarga —seguramente también conocidos por ellos, pero desechados—.
Estas magnánimas construcciones estaban destinadas a los faraones, conformaban sus tumbas. La figura del faraón, rey y dios, está cargada de gran simbolismo resultando ser un personaje omnipotente en la tierra que pretendía con estos cenotafios perdurar durante toda la eternidad. Estos sepulcros constituyen probablemente la arquitectura más significativa de esta civilización por su impresionante efecto emocional, aunque evidentemente no es la única manifestación edilicia, hecho este que demuestra una elevada evolución social a la que la arquitectura debió responder.
Las pirámides de Gizah. Fotografía de Ricardo Liberato, 2006.
El desconocimiento específico de los sistemas constructivos y de las tecnologías utilizadas que se tiene de aquella época, es decir, la ausencia de evidencias científicas que demuestren el método utilizado para la ejecución de las pirámides da pie a muchas especulaciones facilitando la difusión de un amplio espectro imaginativo. Sin embargo, el proceso constructivo de semejantes monumentos se puede explicar contextualizado mediante el uso de rampas o espirales perimetrales que irían creciendo con la propia pirámide y que permitiría, gracias a la utilización de una mano de obra humana inconmensurable con mayor o menor nivel de explotación —puede ser que los que participasen en la construcción tuvieran ganado un lugar en el paraíso o sencillamente fueron forzados a ganárselo—, al uso de palancas y, tal vez, ruedas o rodillos, ir desarrollando cada nivel de la pirámide. En este punto conviene recordar la trascendencia que tiene para las sociedades más desarrolladas la diferencia de clases. Resulta curioso comprobar cómo aquellas civilizaciones con un mayor nivel de esclavitud y con mayor afán beligerante en su seno han logrado perdurar más en el tiempo. La historia nos muestra una y otra vez esta circunstancia que se ha venido repitiendo hasta épocas muy recientes en las que la esclavitud ha sabido encontrar su espacio difuminado entre perífrasis y ambigüedades. De ahí la trascendencia que tiene para estas civilizaciones la necesidad de perpetuarse con representaciones más o menos megalómanas ejecutadas en gran medida por mano de obra sometida que son reflejo de su magnánimo poder y que la arquitectura es capaz de reflejar.
En Palermo a 25 de julio de 2021.
Rubén Cabecera Soriano.
@EnCabecera
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