Cuando no quieras abrazarme.




Sé que ocurrirá. Y aunque me entristece, asumo que es ley de vida. Antes o después llegará el momento en el que no vengas a mí buscando el abrazo, buscando el reconfortante sentir de unos brazos cálidos, placenteros. Encontrando en mi estrujón el denuedo que tu cuerpo solitario y desconsolado no es capaz de descubrir, hallando entre mis brazos el alivio que la vida no parece querer ofrecerte, desahogando tu aflicción en mi pecho y enjugando tus lágrimas sobre mí. 


Sé que ocurrirá. Supongo que desear que no acontezca no es suficiente. Encontrarás un camino en el que no necesitarás de mis abrazos, aparecerá ante ti. Así, sin más. Seguramente tú no lo reconocerás, pero yo, desde fuera, lo observaré y lo sufriré. Seguiré acercándome a ti. Te prometo que lo haré. No me importará tu rechazo por cruel que pueda llegar a ser. Y así será porque así lo siento y lo necesito. Es curioso que ahora seas tú quien acude a mí buscando mis brazos, pero que sea yo el que realmente lo desee. Tú buscas consuelo, yo encuentro amor. 


Sé que ocurrirá. Haré todo lo posible por conservar ese calor que te doy, que me das, en esos eternos abrazos que ahora sostienes hasta que el sueño nos embriaga y nuestros cuerpos caen exhaustos en la cama, en el suelo, en el sofá. Te perseguiré allá donde estés para ofrecerte lo único que nadie más puede darte. Mi amor. El mío. Habrá quien te dé otro, pero no será el que yo te brindo, ese que solo yo puedo darte porque solo de mí surge y solo a ti va. Es un amor exclusivo, especial, único. Es el mío y es para ti. Desearía pensar que nunca lo rechazarás, pero me temo que ese fatídico día llegará y, por más que la pena arroje su sombra sobre mi alma, el recuerdo y la esperanza mantendrán mis brazos abiertos para ti.


Sé que ocurrirá. Cuando me insinúe y gires la cabeza rechazando mi verbo, sabré que el momento ha llegado. La tristeza se apoderará de mí. Lo sé, incluso alcanzo a entenderlo, pero sé que el dolor me invadirá y no podré soportarlo con la entereza que ahora contemplas en mí. Pero también sé que ese dolor sanará con la memoria de los abrazos, esos que nunca olvidaré, esos que siempre estarán en mí y que sé que tú tampoco habrás enterrado, aunque te resulten extraños, inconcebibles. 


Sé que ocurrirá. También lo sé. Estoy seguro. Llegará un momento en que echarás de menos mis brazos, mi cuerpo, mi calor. Los querrás de nuevo. Será porque te darás cuenta de que la vida sin esos abrazos es más triste o será porque encuentres el sentido a mis sentimientos con tu propio sentir. Estoy convencido y entonces retornarás. Lo harás tímidamente, casi desconfiando porque habrás comprendido cuánto pude haber sufrido. Pero surgirán momentos en lo que serás tú quien ofrezca tus brazos y yo acudiré presto a buscar ese encuentro que tanto habré echado de menos, con el que tantas veces habré soñado. Ese nuevo primer abrazo llegará y lo recibiré con suma alegría y con el deseo de que se repita de nuevo al instante siguiente y al siguiente y al siguiente. Desearé entonces que nunca olvides los abrazos que nos dimos, los abrazos que nos daremos. Desearé que esos, mis abrazos, sean sublimes, insólitos, excepcionales. Desearé que aquello que encuentras entre mis brazos, sea lo que sea, vuelvas a encontrarlo y no quieras volver a perderlo jamás.


A mis hijos.




Foto de Daria Obymaha en Pexels.



En Plasencia a 6 de diciembre de 2020.

Rubén Cabecera Soriano.

@EnCabecera

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