No es fácil volar.





Ayer se casó un amigo mío. Un amigo de esos de verdad, un amigo de esos que te quieren y a los que quieres por más que haya cosas que se interpongan entre nosotros. Se casó tras aprender a volar. Aprendieron él y quien hoy ya es su mujer. Pero volar no es fácil, requiere esfuerzo, sacrificio, entrega y, sobre todo, amor.

Volar es bonito, por muy pueril que pueda parecer la expresión, pero para lograrlo primero es necesario aprender a hacerlo. Si eres un pájaro, en tus entrañas está ese conocimiento, pero cuando eres un hombre, sin alas, para hacerlo, antes debes franquear obstáculos muy duros, a veces crueles, casi inhumanos. En primer lugar y por absurdo que parezca, tienes que estar seguro de querer volar. Tienes que estar seguro de querer ver la tierra desde el aire y el mar desde el cielo; tienes que querer contemplar la copa de los árboles y no sus troncos, los techos de las casas y no sus paredes, las cabezas de tus amigos y no sus caras. Sabes que eso será algo diferente, intuyes que será hermoso, pero no lo sabes con certeza porque nunca antes has volado. Esta decisión no es tan evidente como pudiera parecer, sobre todo porque la vida te ha enseñado que cambiar cosas tiene consecuencias, habitualmente malas. Decidiste que querías cambiar. También ella lo quiso.

Agitar las manos no te permite volar, eso ya lo sabes porque en alguna ocasión lo intentaste. Ahora la experiencia vivida te abre nuevos caminos, caminos que has recorrido con esfuerzo y tesón, en los que has hecho sacrificios que antes nunca habrías hecho y que has decidido compartir con quien amas y que has decidido hacer por quien amas. Por esos caminos has ido descalzo para enseñar tu alma, a pesar de las piedras, para que nadie dudara, para que ella confiara. También lo has hecho para creer en ti, para verte en el espejo de tu corazón y comprobar que lo que decías querer era lo que querías querer. Pero aún no volabas, aunque todavía lo deseabas. También ella lo deseó.

Después entendiste que para volar tenías que quererlo, no solo desearlo. Tenías que ser consciente de que algo quedaría atrás, pero encontrarías otras cosas, otras cosas, que, en realidad, ya habías encontrado. Lo entendiste y lo asumiste, a pesar de todo, a pesar de todos. No hay sustitución cuando se vuela, sencillamente las cosas cambian y cualquier cambio conlleva riesgos, y los aceptaste con valentía y convicción como los acepta un hombre que quiere volar. Ella también los aceptó.

Poco después, o mucho, tanto da pues el tiempo cuando se vuela es relativo, ambos supisteis que solo hace falta amor para volar, y eso es algo que ya teníais, lo que no sabíais era que tenerlo es lo que te permite ascender por los cielos para contemplar vuestro mundo desde arriba. El amor es la llave que abre la caja en la que se esconden las alas, esas que todos ansían para poder volar, esas que se aferran a vuestro corazón y cuyo batir agita vuestra alma haciéndoos sentir que no hay frontera que no podáis superar, que no hay límite que no podáis rebasar, que no hay sacrificio que no podáis afrontar. Y volaste. Y ella también voló.

Y justo cuando surcabais el cielo azul, azul celeste, volando hacia el horizonte enrojecido por el sol poniéndose ante vosotros y la noche comenzaba a caer, comprendisteis que volar no es suficiente, teníais que hacerlo juntos, juntos de verdad, no uno al lado del otro. Y entonces vuestras cuatro alas se transformaron en dos y vuestros cuerpos fueron uno, enlazado, entrelazado, tejido, entretejido, cruzado y entrecruzado hasta convenceros de que erais uno volando y dos compartiendo el vuelo que es la vida, vuestra vida.

Ya sabéis lo que supone volar, no debéis olvidar los sacrificios que habéis hecho, eso os servirá para recordar lo importante que sois el uno para el otro. Dejadme ahora que os recuerde los sacrificios que tendréis que hacer, no lo hago como advertencia, tampoco quiero que penséis que se trata de un consejo. Solo lo hago para que conservéis en vuestra consciencia ese espíritu de entrega que os llevó hasta ese lugar del cielo en el que estáis y recordéis que en el cielo hay tormentas, llueve, y a veces hace frío. No importa lo fuerte que sea la tormenta, cuánto llueva, ni el frío que haga si conserváis el amor y hacerlo también requiere esfuerzo. Nada es gratuito en esta vida y querer a alguien implica constancia y entereza, aun cuando la tormenta amenace, la lluvia no escampe y el frío os arrecie. No os voy a desearos felicidad, os desearé fuerza, constancia, entereza y compromiso, eso os permitirá seguir volando, eso os ayudará a seguir queriéndoos.  


Imagen: rcs

A Helena y Jesús, un pequeño recuerdo del día de su boda.


En un lugar maravilloso de la Sierra de Tentudía a 26 de mayo de 2019.
Rubén Cabecera Soriano.
@EnCabecera

No hay comentarios:

Publicar un comentario