Sé que olvidaré. Todo. Lo olvidaré todo. Entonces, en ese
instante, por más que mis constantes vitales se mantengan más o menos
ordenadas, habré dejado de vivir. Al menos como yo entiendo la vida. Vivir sin
recuerdos, vivir sin conocer, sin saber, sin encontrar entre los resquicios de
mi mente el nombre de mi mujer, de mis hijos, de mis padres, de mis amigos, sin
poder recordar las cosas que hice y ansiar las que no hice, sin poder
arrepentirme de cuantas cosas hice mal ni enorgullecerme de mis aciertos. Eso
no es vivir.
Cuando mi historia haya desaparecido para mí, cuando ya no
pueda valerme por mí mismo, cuando desconozca para qué sirve esto o para qué se
utiliza aquello, cuando alguien tenga que darme de comer porque no recuerde
cómo hacerlo y haya olvidado los sabores, los olores, cuando no sepa que hay
que masticar y solo me alimenten con purés, entonces, entonces habré muerto por
más que respire y mi corazón lata, incluso con fuerza, orgulloso de no
pertenecer a esas partes de mi cuerpo, entre las que estará mi memoria, que no
requieren de la consciencia para funcionar.
Cuando me duchen y me laven para aliviar el olor a
putrefacción que desprenda y que no sabré combatir, cuando limpien mis
excrementos depositados inocentemente en un pañal nauseabundo que alguien
deberá cambiarme, cuando cambien mis sábanas ensuciadas por mi incontinencia y
no distinga si mi ropa sigue limpia o debe lavarse porque la suciedad haya encostrado
los tejidos, entonces el más mínimo resquicio de dignidad habrá desaparecido en
mí, habré dejado de ser un ser humano para convertirme en un despojo que
mantiene algunas constantes vitales activas. Solo seré un ser vivo. No quiero
ser solo un ser vivo.
Cuando un niño, por pequeño que sea, comprenda mejor la vida
que yo, cuando no me asombre la belleza de las flores, ni me apene la muerte de
un ser querido, cuando no sea capaz de
aprender nada nuevo y los libros se conviertan en jeroglíficos para mí, cuando
no pueda escribir estas palabras, cuando no pueda amar, entonces mi vida no
será tal, no sé de quién será, pero, desde luego, no será mía. Desconozco si
pertenecerá a los médicos o a mis familiares, ojalá no tuvieran que verme así,
pero sin duda, no será mía y no me quiero vivo si no me pertenece la vida.
Si alguna vez mi mente se ciega y dejo de ser yo, si dejo de
mirar con mi inteligencia y no puedo comprender lo que me rodea, si ni siquiera
soy capaz de servirme a mí mismo, entonces no quiero vivir. Entonces, entonces
no os quiero tristes, no os quiero apenados, quiero que me recordéis por lo que
hice, por aquello que recordáis de mí, por aquello que me hizo ser lo que fui,
por aquello que os di, por lo que os amé.
Cuando ya no sea yo, seguramente necesitaré de vuestra ayuda
para poder descansar, necesitaré que hagáis por mí aquello que yo haría por
vosotros, necesitaré que aliviéis el sufrimiento de mi inconsciente y me
liberéis de la prisión en la que me encontraré atrapado. No tengáis
remordimientos, no necesitáis mi perdón porque nada hay que perdonar. Si alguien
pretende oponerse a mi decisión, decidle que mi dignidad está por encima de
cualquier ley y que, en vida, en verdadera vida, con plenitud de mi
inteligencia y consciencia, y con absoluta libertad tomé esta decisión porque
conocí la terrible realidad que supone vivir sin recuerdos. Nada ni nadie hay
en este mundo que pueda contravenir esta firme convicción que manifiesto. Ni
tan siquiera dios, si realmente existiese. No tengáis miedo, nadie osará
castigaros y si creéis en un ser supremo que todo lo puede, que todo lo ve y
que todo lo sabe, que fue dador de mi vida y por ello solo él podría
quitármela, pensad que ya me concedió el auxilio solicitado en mis rezos y os
condujo hasta mí para obrar mi ruego. Nada os reprochará, aunque dejadme
advertiros que esa fe os esclaviza y puestos a necesitar cobijo divino, mejor
creer en la existencia de dios que creer en dios.
Perdonadme si alguna vez fui cruel o injusto o perverso.
Creedme si os digo que no fue mi intención. Nunca obró en mí la maldad como
argumento, siempre quise dar más que recibir y, aunque a día de hoy, deseo
vivir en consciencia mucho tiempo, creo poder afirmar que en lo que a mi forma
de ser respecta lo que venga será como lo que fue hasta que deje de ser.
Solo pido que se conserve la dignidad en mi vida porque no
quiero vivir sin recuerdos.
Imagen de origen desconocido
En Mérida a 9 de febrero de 2019.
Rubén
Cabecera Soriano.
@EnCabecera