domingo, 8 de julio de 2018
Las tres revoluciones sapiens. Parte ii y final (por ahora).
La última revolución sapiens es relativamente
reciente, de hace poco más de un par de siglos. Es la revolución industrial que
arranca a mediados del siglo XVIII y que vuelve a producir una profunda transformación
en el sistema de producción con la utilización de las máquinas y dejando de
lado la manufactura. Esta revolución va aparejada con importantes cambios de
carácter social transformando, de forma generalmente violenta —parece que la
evolución incrustó este distintivo sangriento en el ADN del sapiens—, el orden
preestablecido con el derrocamiento de las monarquías absolutas y la conversión
de los súbditos en ciudadanos. Esto, que en su ideario sugiere una mejora de
carácter social orientada a la supresión de la diferencia de clases, no deja de
ser otro sistema ficticio inventado por el sapiens y auspiciado por una nueva
clase social que estigmatiza el nuevo orden y que se va a enriquecer exponencialmente
gracias a este nuevo sistema de producción desarrollado, denominada burguesía —que
se aleja de los caracteres naturales del ser humano— frente al proletario que
constituye la mano de obra necesaria para sustentar este sistema.
La denominada revolución industrial impuso, asociada
a ella, un sistema económico, implementado a partir del liberalismo social de
Locke, en el que se inventaban unos preceptos que aseguraban a la nueva clase
social burguesa unos importantes réditos obtenidos con la gestión de su dinero
y la explotación de la clase proletaria que tiene que arrendar para subsistir
su fuerza de trabajo a la burguesía. Acababa de aparecer el capitalismo —curiosamente
asociado en ciertos extremos a la religión— que terminaría imponiéndose a otros
sistemas económicos que surgieron posteriormente como contrapartida a las
diferencias sociales abismales que este provocó. De hecho, el comunismo, que es
el principal de estos sistemas alternativos se tergiversó para preservarse como
sistema social manipulado por intereses capitalistas. El capitalismo llegó para
quedarse, al menos durante algún tiempo, poco aún en la escala evolutiva, porque
sus máximos beneficiarios, al igual que ocurría con el anterior sistema social
y económico surgido a partir de la revolución agrícola del neolítico, diez mil
años antes, generaba un sistema estanco de clases en la que unos pocos
resultaban claramente privilegiados frente al resto.
Hasta aquí todo bien, los humanos inventamos
esto y si estamos a gusto, pues estupendo para nosotros, al menos siempre que
este nuevo sistema hubiese sido respetuoso con el orden natural, pero no, esto
no fue posible. La codicia del sapiens provocó que, como consecuencia de su afán
acumulativo, la perpetuación de la destrucción de la naturaleza, iniciada con
la primera revolución sapiens y acrecentada con la agrícola, se perpetuó con esta
tercera revolución, destruyendo a ritmos agigantados nuestro entorno. Pero qué
nos importa esto si la naturaleza lo puede todo. Puede que sí o puede que no. Más
bien parece que no, seguramente no por el hecho de que no pueda llegar a recuperarse,
sino porque el ritmo de cambio que establecemos los sapiens es superior al que
la naturaleza impone y eso nos proporciona una ventaja competitiva muy grande
que se terminará volviendo en nuestra contra indefectiblemente: tal vez en
forma de una nueva revolución, muy probablemente sangrienta, que establezca un
nuevo orden social —y asociado a este uno económico basado en el dinero, porque
está claro que este se inventó para quedarse—, tal vez provocando el
aislamiento definitivo del sapiens en la Tierra con la eliminación del resto de
especies, es decir, que el sapiens se convertirá en el único ser vivo porque
habrá eliminado a todos los demás, puede que incluso a sus plantas y animales domesticados
que no podrán adaptarse al nuevo medio, fruto de la transformación humana, ya que
estos carecen de razón que es el principal instrumento adaptativo que posee el
sapiens. ¿Quién sabe si en nuestra soledad reflexionaremos para recuperar lo
perdido?
Algunos pensadores consideran que la cuarta
revolución ha aparecido ya en forma de tecnología implementada en el entorno más
“desarrollado” de nuestro mundo y utilizando la información como catalizador de
este nuevo cambio. Es difícil de precisar, aunque mi humilde opinión es
contraria a esta postura pues parece poco más que una continuidad evolutiva de
la revolución industrial, ya que no supone una gran diferencia con respecto a
los cambios introducidos por aquella: no parece que se esté estableciendo un
nuevo orden social ni económico, aunque se hayan matizado algunas de las
características iniciales. Sin embargo, es indicativo de la velocidad con la
que el sapiens es capaz de cambiar, de alterar el entorno para adaptarlo a sus
nuevas necesidades como si de un círculo vicioso e infinito se tratase. Estamos
agotando los recursos del planeta, algo que ninguna de las especies que lo
habitan desde hace más de tres mil millones de años ha conseguido y nosotros,
en poco más de diez mil, lo estamos logrando. No creo que podamos sentirnos
orgulloso de ello por más que algunos, unos pocos, puedan ser objeto de
nuestras envidias porque son capaces de consumir más que ningún otro sapiens al
encontrarse en la cabeza de la pirámide social que constantemente reinventamos.
Imagen: Young loom workers at Bibb Mill No. 1
in Macon, Georgia, by Lewis W. Hine, January 1909.
En Mérida a 7 de julio de 2016.
Rubén
Cabecera Soriano.
@EnCabecera
Etiquetas:
Las tres revoluciones sapiens.,
Política y sociedad.