Sigo observando mi trocito de cielo: es azul. No podía ser de otro
color. Lo miro a cada instante por arriba y por abajo.
Me gustan las nubes, aunque, en ocasiones, aburren, así que soplo para
que se vayan. Entonces aparecen los pájaros.
Me encantan los pájaros, sin embargo, suelen hacer mucho ruido y lloro
para alejarlos. Ahí surge el arco iris.
Me divierte el arco iris y dejo al sol asomarse cuando llueve para ver
sus colores.
Pero si me enfado —incluso los dioses lo hacen—, grito; entonces, mi
cielo se oscurece y se llena de truenos y relámpagos. Lo miro entre mis manos y,
a veces, asustado, se quiere escapar, pero yo no le dejo. Es mío.
Fotografía: Imagen de internet.
En Mérida a 12 de abril de 2017.
Rubén Cabecera
Soriano.
@EnCabecera