“Ven” dijo ella, “Voy” respondió él, y él fue adonde ella estaba.
“Sígueme” le pidió él, “Adonde vayas” dijo ella, y ella le siguió
adonde él se dirigía.
Ambos caminaron juntos. Ninguno delante, ninguno detrás. Iban dados de
la mano, a la par, como iguales aun siendo distintos; como hermanos, pero sin
padres comunes. No separaron sus cuerpos cuando hizo calor y se juntaron más
cuando sacudió el frío. Compartieron lo que tenían, sin egoísmo, con sinceridad.
Repartieron alegría y ofrecieron felicidad cuando les envolvió la tristeza,
cuando alguno de ellos lo necesitó. Uno ayudó al otro, el otro ayudó al uno,
sin que tuvieran que pedirlo, solo con mirarse conocían que lo necesitaban pues
se sabían. Rieron y lloraron juntos, se abrazaron, se tocaron, se besaron, se
contaron, se amaron, corrieron y descansaron sin separarse. Tuvieron una hija.
Nos juntaron.
Y aquí estamos, junto a ellos, con ellos. Y ellos siguen ahí y
seguirán porque así lo han decidido, peleando y trabajando por y para el cariño
que les une. Y aquí estamos: Celebrándolo, celebrándoles, aplaudiendo su
felicidad, su fortaleza, su amor, su constancia y su tesón. Nadie se atreverá a
decir que compartir sea sencillo y, sin embargo, atrevidos ellos, han optado
por unirse, han elegido el compromiso como sendero a recorrer con la confianza
como acompañante inseparable y necesaria. Aparecerán baches —nada nuevo que
descubrir— que podrán rodearse o saltarse para superarlos, pero lo importante
es aprender de ellos para no repetir los errores que los provocaron. Habrá
momentos maravillosos, aprovechadlos, vividlos con intensidad, disfrutadlos
cada vez y recordadlos siempre. Dejad de lado los prejuicios, resolved los
problemas, arreglad los inconvenientes, hacedlo como sabéis hacerlo, como lo
habéis hecho hasta ahora y como lo haréis en adelante. Disfrutad la vida y de
la vida juntos, los dos, los tres, los cuatro si fuera preciso. Seguid
conociéndoos, aprendiendo el uno del otro, aprendiendo de vuestra hija,
aprendiendo con ella. Ejerced como amantes, como pareja, como compañeros, como
padres. Sabéis hacerlo porque lo habéis hecho y sabréis hacerlo porque ya lo
aprendisteis. No desaprovechéis ni un segundo de vuestras vidas, no perdáis el
tiempo con aquello que no merece la pena, no dejéis que el mañana os enturbie
el presente, ni ahoguéis en el pasado el hoy. Distinguid lo importante de lo
nimio, por más que os intenten convencer de lo contrario; diferenciad lo
trascendente de lo trivial, aunque os digan que no lo es; separad lo relevante
de lo baladí, a pesar de que pretendan engañaros. Solo vosotros sabréis
reconocer aquello que es esencial en vuestra vida, aquello de lo que nunca
podréis prescindir porque sois vosotros mismos. Eso es lo que tenéis que
preservar.
Recordad que nos tenéis aquí, que estaremos cuando lo necesitéis, —aunque
pudiera ser que tengamos que recurrir a vosotros en alguna ocasión y sabemos
que podremos contar con vosotros—. Es lo que os podemos ofrecer, es lo que os
podemos dar. Más sería pretencioso, menos no sería amistad. A vosotros os une
un amor hermoso, con nosotros compartís un apego extraordinario. Algunos os
conocemos desde hace tanto que casi lo hemos olvidado, pero ahí está, lo
rememoramos siempre que podemos, siempre que nos juntamos, a pesar de la
distancia, a pesar del tiempo. Otros os conocen desde hace menos, pero habrán
visto en vosotros lo mismo que algunos ya vimos: Vuestra alegría de vivir,
vuestro afán de superación, vuestra constancia. Os queremos como sois y por lo
que sois, y por eso estamos aquí, con vosotros, porque así lo habéis querido,
porque así hemos querido. Quienes no pueden estar, por más que lo deseasen, desde
allá donde se encuentren, cabreados por no poder asistir, pero felices por
vuestra unión, también os desean lo mejor.
Isabel es ella, Enrique él. La historia es sencilla, es bonita, es
especial: Se encontraron, poco importa donde, aunque ambos lo sepan y no lo
vayan a olvidar; se conocieron, poco importa lo que tardaron, aunque ambos sintieron
cuán especiales eran con cada segundo que compartieron; se unieron, poco
importan las fechas, cuando ambos se tienen presentes cada día; concibieron, y
una maravilla nació de su amor, Mía decidieron llamarla; y ahora permanecen y
lo quieren celebrar con nosotros, quieren compartir su felicidad y nosotros
somos los afortunados testigos de esa continuidad. Seguid siendo felices.
Fotografía: Cristina Valdera
En Mérida a 11 de octubre de 2016.
Rubén Cabecera
Soriano.
@EnCabecera