Cuarenta años no es nada.



Cuarenta años no es nada si uno quiere otros cuarenta más.

Entre los que nacimos en 1976 se da la puntual e inapelable circunstancia de cumplir cuarenta a lo largo de este año, 2016. A muchos de mis amigos ya les ha pasado, a mi amor también. A otros les queda menos por cubrir esta parte del expediente vital. Todo llega si se sabe esperar, podrán decir algunos, a pesar de que otros deseen que ese momento no sobrevenga, pero el tiempo es implacable, el tiempo no se apiada de nadie, y le recuerda quién es y cuánto tiempo lleva en vida. Procura, si a alguien se le olvida, de forma insolente y desvergonzada recordárselo mediante arrugas, canas u otros signos mal venidos y mal recibidos que no nos dejan desprendernos de la carga de segundos acumulados que nuestra espalda soporta con toda la dignidad que le es posible.

Pero cuarenta años no es nada, es un número como cualquier otro, tan hermoso o tan horrendo como lo puede ser treinta y nueve, cuarenta y uno o veintitrés. Sin embargo, la redondez de la cifra la hace especialmente significada. No es la mitad de la vida, ni mucho menos: para algunos puede ser el final, para otros poco más que el principio, si de lo que hablamos es de cuándo tocará abandonarla, cuestión esta crucial en lo que atañe a aquellos que solo se dedican a coleccionar segundos, minutos, días, uno detrás de otros para, tan solo, recontarlos después —son los egoístas del tiempo— y enumerarlos, diciendo cuántos son, por vacíos que estén. Lo realmente importante es lo que hayas aprendido durante esas cuatro décadas, de quiénes te hayas rodeado, a quiénes hayas consolado, con quiénes hayas compartido cada instante, a quiénes hayas ayudado, a quiénes hayas amado, en definitiva, con quiénes hayas vivido durante todo ese tiempo. Y para eso, tan bueno es cuarenta como treinta o cincuenta, tanto da, si has disfrutado de la vida, a tu forma, con tu condición, siéndote fiel y respetando a los demás. Eso es lo realmente sustancial de tu existencia. Nada más. Vive, sigue viviendo, con eso querrás vivir otros cuarenta, cincuenta o sesenta más. Tu deseo de vivir no tendrá límite porque serás feliz, y lo serás con quien quieras y como quieras serlo. No hay invariables, no hay estereotipos en la felicidad. Cuarenta años no es nada si uno quiere otros cuarenta más.


Imagen libre de Internet.


En Fuente de Cantos a 25 de Septiembre de 2016 y en Mérida a 26 de Septiembre del mismo año.
Rubén Cabecera Soriano.

@EnCabecera