Exactamente igual.



En las 74 páginas del Boletín Oficial del Estado, número 25, de 29 de enero de 2016, se publica un resumen de los resultados de las Elecciones al Congreso de los Diputados y al Senado que fueron convocadas allá por octubre de 2015 y que se celebraron el 20 de diciembre de ese mismo año. En dicho resumen aparece el número de electores, que así se denominan aquellos con derecho a voto, por provincias y ciudades autónomas —Ceuta y Melilla—, así como lo votantes que ejercieron su derecho ya fuese emitiendo un voto válido a la candidatura de turno, en blanco o nulo —si es que esto último realmente lo hizo conscientemente. En el mismo Boletín se relacionan también los votos que se emitieron a favor de cada una de las candidaturas otorgándoles el número correspondiente o no de escaños y Diputado y Senadores.

Es de Perogrullo poner de manifiesto la incapacidad de los cargos electos, rodeados de sus reputados, solo a los efectos promocionales, negociadores para traducir en orden —aunque más valdría decir desorden— político el mandato de los electores. No han sido capaces de alcanzar un acuerdo, sencillamente un acuerdo de mínimos, ni tan siquiera los de un signo político cercano, por varios motivos que, sin que se hayan expresado públicamente, porque forman parte de las sucias tripas del ideario de cada partido, saltan a la vista y que podrían resumirse en dos: la incapacidad dialéctica tan necesaria para ser un digno estadista, y los prejuicios, la soberbia y la falta de transparencia política, esto es la ausencia de humildad para reconocer el fracaso individual y afrontar un proyecto conjunto.

Y qué ocurriría si ahora, con la nueva convocatoria de elecciones para junio, todos, absolutamente todos, los electores repitiesen exactamente su acción, es decir, si el Boletín Oficial del Estado que se publicase aproximadamente un mes después de la celebración de la fiesta de la democracia reprodujese, cual sosia del de 29 de enero de 2015, reflejase el mismo número de electores, el mismo número de votos válidos, los mismos a las mismas candidaturas, los mismos votos en blanco y los mismos votos nulos. Es de suponer que durante estos meses hayan fallecido, desgraciadamente, algunos electores, pero quedarían convenientemente equilibrados por los que cumplen dieciocho años y adquieren por mor de su recién cumplida mayoría de edad, el derecho a ejercer el voto. Estos últimos compensarían los votos de aquellos de forma que los datos fuesen, insisto, exactamente los mismos.

Este escenario, utópico, pero factible —paradojas de la política—, debería, como mínimo, sonrojar al más caradura de los políticos y hacer morir de vergüenza al más respetable entre ellos. Resultaría sorprendente verles salir al estrado, para ellos convertido en patíbulo, y reconocer la lección que la ciudadanía les habría dado, si bien es cierto que los políticos tienen serias dificultades para reconocer fracasos, lecciones o cualquier gesto que pueda poner en entredicho su solvencia, lo cual es ya en sí un muestra evidente de incapacidad política. Lo que queríamos es lo que queremos, diríamos a voz unida todos. El bochornoso espectáculo de dimes y diretes reproducidos en los medios para hacer valer las posturas individuales de cada político durante todo este tiempo parecería un mero chiste ante el histriónico entretenimiento que contemplaríamos tras un resultado exactamente igual al del 20 de diciembre de 2015. Lo que queríamos es lo que queremos, deberían recordar los periódicos en sus portadas el mismo día después de las nuevas elecciones. Y los políticos tendrían que someterse al merecido escarnio público y reconocer que no sirven, que no valen. El comportamiento pueril mostrado por todos los grupos parlamentarios sería justificación más que suficiente para que muchos de sus dirigentes dieran un paso adelante para dimitir. Lo que queríamos es lo que queremos, esa frase debería retumbar en sus cabezas hasta hacerlas explotar de vergüenza por su incapacidad, por su arrogancia ante los electores que son los que mandan. Y óiganme bien, digo electores, no digo votantes porque la decisión que tomamos es la que quisimos y lo que queríamos es lo que queremos, o ¿qué se creían los políticos?, que ¿somos como ellos?


Imagen: Extracto de la primera página del Boletín Oficial del Estado, número 25, de 29 de enero de 2016.

Plasencia, a 29 de abril de 2016.

Rubén Cabecera Soriano 

@encabecera