Mierda… o la mala educación cívica de los animales.



El escatológico título de esta reflexión no hará que le quite importancia al contenido de la misma puesto que el tema que trata es lo suficientemente importante para la ciudadanía, en mi humilde opinión, como para que me permita el lujo de remover consciencias.

Como cada día hoy atravesaré al menos por dos ocasiones un pequeño parque que se encuentra justo delante de mi lugar de trabajo. No es muy grande, pero dispone de todas las características que permiten identificarlo como tal. Entre ellas se encuentran las mierdas de perro.

Reconozco que soy lo suficientemente ágil con los pies como para esquivarlas. Sin embargo, esta circunstancia se complica cuando el paseo de ida y vuelta se realiza con la compañía de niños de corta edad. En este caso los progenitores debemos realizar auténticas proezas para evitar que nuestros hijos tropiecen, pisen, pateen o, en el peor de los casos, quieran coger los excrementos de los animales que decoran las zonas peatonales del parque.

No me quejaré de lo desagradable que resulta tener que limpiar esas bascosidades de las suelas de los zapatos de uno mismo o de las manos de tus hijos, pero sí que incidiré en las consecuencias antihigiénicas y los peligros para la salud que este hecho pueden llegar a provocar.

No tengo datos estadísticos para demostrarlo —lo cual seguramente le quita fundamento a la siguiente afirmación—, pero estoy seguro de que un porcentaje muy elevado de los perros que defecan en el parque —y como en este en todos los lugares públicos de nuestra geografía— lo hacen en compañía de sus dueños. No me entiendan mal, no insinúo que los dueños hagan también sus necesidades junto a sus perros. Estos animales, me refiero a los dueños, no tienen tan mala educación cívica como para actuar así, tan solo digo que no entiendo cómo no se les cae la cara de vergüenza cuando comprueban que su animal, ahora sí es el perro, excreta en un sitio público y no se dignan a recoger su mierda.

Posdata: He procurado ser relativamente poco explícito con la foto seleccionada para encabezar este texto porque reconozco que podría resultar demasiado desagradable ya que, a pesar de que remover consciencias es mi intención, según he aclarado, no lo es hacerlo con el estómago.

Fotografía: Rubén Cabecera Soriano, pero podría ser de cualquiera…

Mérida a 4 de febrero de 2016.
Rubén Cabecera Soriano.
@encabecera