Un día cualquiera.



Un 18 de julio no tiene por qué ser un día cualquiera, no debe serlo, no al menos para los españoles. Debe recordarse como el día en que en 1936 un golpe de estado derrocó, tras algún tiempo de incertidumbre, el Gobierno de la democráticamente constituida pocos años antes II República Española. La realidad es que esa República oficialmente perduró hasta la finalización de la Guerra Civil (que por desgracia no ha sido la única sufrida en este país, aunque sí la más conocida y por ahora no me aventuro a imaginar por qué), pero, de facto, esos tres años de terror no fueron para dicho Gobierno más que la caracterización del sufrimiento de un pueblo aterrado, desconcertado, heredero de una España incapaz de dar el salto a la incipiente modernidad europea que, de otra parte, llevaría a esa misma Europa a otra terrible confrontación bélica, una “… España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y María, de espíritu burlón y alma quieta…” como maestralmente describiría Antonio Machado, allá por 1910, haciendo una desgraciada y precisa descripción, válida para ayer y para hoy, de una nación que dejó de ser aquello que nos enseñaron a negar que fue y que conservó grabado a fuego y en sangre el legado torquemado. Una España para la que sus dirigentes dejaron en el olvido los grandes logros aduciendo una falaz idiosincrasia del españolito, avivada por ellos mismos para excusarse en su incompetencia y en su continuo desfalco de la riqueza de una nación con gran historia y excelso patrimonio que ha sido expoliada por sus reyes y gobernantes con tesón y constancia, valiéndose del denuedo de unos pocos y sirviéndose de la desidia de otros muchos, pero siempre olvidando al pueblo que termina pagando, sistemáticamente, las consecuencias de esa ineptitud que define, aquí sí, sin sofisma alguno, a la mayoría de los recientes gobernantes españoles, que nuestra historia es muy larga, ya fuesen Austrias, Borbones o careciesen del noble pedigrí que la suerte de sangre concede a unos pocos privilegiados, cuestión esta que se dirime fácilmente creando para los innobles un marquesado al uso.

Desgraciadamente convertiremos el 18 de julio en un día cualquiera a fuerza de pertinacia por parte de algunos que procuran inculcar la desidia en los demás. Siempre la misma fastidiosa historia. Más de lo mismo y seguramente se conseguirá, pocos quedarán que recuerden a Unamuno si el actual Ministro de Cultura, menuda paradoja, lo retira de su despacho, y sus sucesores le siguen la corriente a este pobre politicucho del tres al cuarto, haciendo desaparecer, metafóricamente hablando, la famosa frase del filósofo pronunciada el 12 de octubre de 1936 en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, "Venceréis pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir" dirigida el Día de la Raza, que así se designaba antes el Día de la Hispanidad o Día de la Fiesta Nacional Española, al general de la legión José Millán Astray en respuesta a sus "A mí la Legión", "Viva la muerte" y "Abajo la inteligencia". Resulta especialmente interesante la última de las frases por lo magnánima que resulta, como si la inteligencia fuese, que lo es, el mayor problema con el que un gobernante puede encontrarse y por tanto debe acabarse con ella, que lo conseguirán.

Convertiremos el 18 de julio en un día cualquiera porque siempre podremos (tal y como lo ha hecho un grupo inversor chino, que ni siquiera los españoles hemos tenido la visión de hacerlo) adquirir de saldo un aeropuerto como el de Ciudad Real, cuya inversión parece ser que rondó los 450 millones de euros, y que se entrega por la ridícula cifra de diez mil euros (comparados con los anteriores millones), aunque no seamos capaces de pagarnos una mísera vivienda.

Convertiremos el 18 de julio en un día cualquiera porque siempre tendremos a algún portavoz mediocre, pero crecido, del partido político de turno, metiéndose en jardines que ni conoce ni de los que sabe cómo salir y provocará dimes y diretes, risas y carcajadas que esconderán la sinrazón de la violencia y justificará kilómetros de letras (imágenes más bien) dedicadas a estas charangas de Machado olvidando lo realmente importante.

Aunque siempre, claro está, podremos acudir, si resulta del interés general, al menos del interés de los madrileños, a alguna fuente de información veraz en versión original, a pesar de que eso dicen todos, que desmienta, aclare o acredite qué aconteció entonces, me refiero al 18 de julio de 1936, porque aún queda gente que duda; o cuántos fueron en verdad los que se manifestaron ayer, uno, cien o cien mil, en Madrid para declarar el 18 de julio Día de Condena del Franquismo.


Fotografía: GTRES


En Plasencia a 19 de julio de 2015.

Rubén Cabecera Soriano.