Kupa Piti, el hombre blanco en un agujero.




Úpala fue el nombre que en sánscrito se le dio a este extraño mineraloide. Su significado es piedra preciosa; el ópalo, sílice puro producido por la deposición de aguas termales que se encuentra en nódulos concrecionales de algunas rocas sedimentarias y que forma parte del esqueleto de algunos minerales, además de servir como elemento fosilizador de algunas plantas. El brillo vítreo resinoso de las variedades preciosas, provocado por lepisferas de sílice en una estructura perfectamente ordenada, llamó la atención del hombre blanco quien, en torno a 1915, en una localización de la Australia meridional, al norte de Adelaida, halló un gran yacimiento cuando exploraba en busca del también preciado oro. Los mineros, aquejados de una grave fiebre por hacer fortuna con estos depósitos naturales, se trasladaron masivamente a ese nuevo pueblo, que tardaría poco en formarse con el nombre de Coober Pedy, que no es más que una derivación del término aborigen Kupa Piti que significa “hombre en pozo”, “hombre en agujero”. Y es que estos hombres “enfermos” comenzaron a perforar la tierra, a agujerearla, a taladrarla en busca del preciado ópalo, creando una inmensa red de túneles y espacios subterráneos ante el asombro de los primeros habitantes australianos, quienes fueron considerados como no humanos por los ingleses cuando llegaron a Australia en torno 1770, al declarar terra nullius , esto es, sin habitantes humanos, el territorio que acababan de descubrir y en el que sus habitantes oriundos (los denominados aborígenes australianos creyentes en el Tiempo del Sueño, motivo por el que no comprendían el apego de los hombres blancos al brillante mineral) llevaban viviendo unos 60.000 años. Esta circunstancia permitió al hombre blanco desposeerles, saquearles y expoliar sus posesiones, justificando sus acciones en una curiosa e inmoral legislación.

Pero la naturaleza es la auténtica legisladora e impone su sobrecogedora y temible ley con temperaturas cercanas a los 50oC y una espantosa sequedad que terminó convirtiendo la red de túneles excavados en una auténtica ciudad subterránea donde estos “dugouts”, cuevas o trincheras, se han convertido en el natural refugio para sus actuales habitantes. La inercia térmica de la tierra es capaz de mantener una temperatura más o menos constante a lo largo del año con lo que el consumo energético para convertir en confortable los espacios habitados se reduce de forma casi total. La aportación de luz natural se hace desde el propio acceso a los túneles desde el exterior, aunque es cierto que es necesaria la aportación de luz artificial en los espacios interiores que, en cualquier caso, compensa el consumo energético suplido por la propia tierra para climatizar las estancias.

En ocasiones, el ingenio humano, tras el desastre creado por esas mismas mentes, es capaz de solventar una situación de partida absurda: agujerear la tierra para extraer piedras que colgarán, tras una meticulosa talla, en esbeltos cuellos de mujeres por el simple hecho de considerarse curiosas, únicas tal vez, sin valorar el sufrimiento que conlleva expoliarlas de la tierra que durante milenios ha ido creándolas con su propio esfuerzo. Las manos del hombre han destrozado, pero son esas mismas manos las que han conseguido crear, tal vez cuando ya no había más que robarle a la tierra, cuando el daño ya estaba hecho y cuando la necesidad apremiaba para sobrevivir; tal vez cuando fueron conscientes de que el atroz consumismo, las fiebres del oro, de la plata o del ópalo, tanto dan una como otra, solo conlleva aparejado dolor del que obtendrán fruto (entiéndase fruto por dinero y aplíquesele todas las connotaciones peyorativas posibles) unos pocos privilegiados cuyas manos nunca se ensuciarán del polvo de la tierra herida, aunque, más que posiblemente, estén sucias de la sangre derramada por otros para que ellos obtengan su personal disfrute.

En definitiva, curiosamente la tierra es capaz de darnos, a pesar de que los seres humanos constantemente le quitemos, le robemos y procuremos su destrucción. Esperemos que las consecuencias que tengamos que pagar por estos destrozos no supongan el fin de la naturaleza y consecuentemente el nuestro.



Fotografía: www.australiantraveller.com, www.choicehotels.com.au


Mérida a 18 de enero de 2015.

Rubén Cabecera Soriano.

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