Resultó tremendamente
sorprendente, a mi humilde parecer, encontrar en el manuscrito en edición
facsímil de Kräpelin, intercalados inopinadamente, una serie de, permítanme
llamarlos así, relatos, que solo pueden ser atribuidos al propio Emil, en los
que, con un lenguaje alejado de los tecnicismos científicos y el rigor que
caracterizan toda su obra, se sumerge de forma casi poética en los
sentimientos, en las sensaciones de cada una de las parejas como un único ente
real, indisoluble; simultáneamente escudriña a cada uno de sus miembros como
individuos ajenos a ninguna otra realidad, con su propia personalidad e
idiosincrasia, pero, al tiempo, pertenecientes ambos a una misma unidad, a la
pareja, en lo que podríamos denominar un análisis holístico de la misma.
Estos textos, cuya
calidad literaria queda fuera del análisis de este breve ensayo, son, sin lugar
a dudas, un claro ejemplo que contradice las corrientes estudiosas más críticas
con los trabajos de Kräpelin que le acusan de haberse deshumanizado en el
proceso de análisis y observación con el que desarrollaba sus estudios y de los
que, en cierta medida, el propio Kräpelin se jactaba orgulloso en ocasiones.
Tal vez sean esos matices de asombro que sorprendieron y maravillaron al científico,
según iba avanzando en sus descubrimientos sobre los silencios, los que le
forzaron -entiéndase en sentido metafórico el término- a realizar una suerte de
textos relacionados con cada una de las parejas estudiadas que le sirvieran de
desahogo, en lo que podríamos considerar como un ¿Kräpelin sensible? –me he
visto obligado a colocar entre signos de interrogación esta referencia al
psiquiatra por cuanto puede resultar ofensiva para los más acérrimos a sus
teorías basadas en la más estricta observación y, posiblemente, el calificativo
sensible introduce unas connotaciones poco científicas que no deben desmerecer
el grueso de su trabajo acerca de los silencios-.
Me veo en la necesidad
de dar salida a estos textos, con su inclusión en el cuerpo de este documento,
no solo por su elevada calidad poética
–aunque ya indiqué anteriormente que su análisis literario no es el objeto de
este escrito-, sino también porque esconden interesantes reflexiones acerca de las
vicisitudes de cada pareja y de cada uno de sus miembros que pueden ayudar a
entender los sentimientos asociados a los silencios que son el fin último del
estudio de Kräpelin. Estos relatos no
adolecen en modo alguno de las connotaciones científicas que aportaba Kräpelin
a sus trabajos, a pesar del alto contenido poético con los que se sustentan.
Así, Emil Kräpelin designa a los miembros de sus parejas –cuya nomenclatura ya
fue anteriormente detallada como Pareja 1, Pareja 2, Pareja 3 y Pareja 4- con
letras del alfabeto que utiliza como si fuesen las iniciales de los nombres de
los componentes de las mismas. A mi entender resulta sospechoso que las
iniciales de los miembros de la Pareja 1 sean A. y B., de la Pareja 2 C. y D.,
de la Pareja 3 E. y F., y de la Pareja 4 G. y H.; por este motivo considero que
Kräpelin se limita a utilizar las letras del alfabeto de forma correlativa como
indicativas de los nombres para, de este modo, poder mantener el más absoluto
anonimato de cada uno de los individuos estudiados y, en cualquier caso, poder
conferirles cierta humanidad al referirse a ellos con sus supuestas iniciales,
costumbre probablemente adquirida de la lectura de algunos autores rusos de la
etapa finisecular del siglo XVIII. Así pues, Kräpelin, consigue identificarlos y
asociarlos de forma sencilla con los avances de su estudio y puede referirse a
ellos con absoluta tranquilidad diferenciando la parte sentimental de los
relatos, de la parte psiquiátrica correspondiente al ensayo, pero pudiendo
establecer, al mismo tiempo, evidentes paralelismos entre ambos textos.
Curiosamente, la disposición
en que estos relatos van entremezclados en el cuerpo del ensayo tampoco
responde al orden en que las parejas aparecen en el manuscrito. Tal vez se
trata de una estratagema de Kräpelin para disimular ese orden correlativo con
el que nombra a sus pacientes, tal vez, sencillamente responde a una,
naturalmente humana, necesidad de expresar sus propios sentimientos según
avanzaba en los descubrimientos acerca de los silencios de “sus parejas”. En
cualquier caso, creo es innegable el interés que estas breves narraciones
suscita y considero de igual alcance al texto científico las conclusiones que
pueden llegar a extraerse, salvando, claro está, el estilo en que están escritos,
incluso aunque este pueda resultar para algunos poco riguroso desde un punto de
vista científico. En este sentido, iré incluyendo los distintos relatos que
aparecen en el manuscrito para que puedan ser valorados en su justa medida.
Debo advertir que muy posiblemente no sea capaz de evitar añadir comentarios y
notas al pie de página sobre algunas de las cuestiones que trata; pido por ello
disculpas de antemano por si a alguien le resulta pesado o considera que me
inmiscuyo en las apreciaciones de Kräpelin. Nada más lejos de mi intención, aun
así, haré el esfuerzo de evitarlo. Los textos irán publicándose sucesivamente,
pero, para evitar olvidos y desconexiones con los anteriores, siempre procuraré
comenzar recordando la idiosincrasia y caracterización de la pareja a la que la
narración, según la interpretación de Kräpelin, hace referencia para que sirva
de introducción y, en cierto modo, contextualice el contenido subsiguiente.
Fotografía: Darwin, www.
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Mérida a 12 de octubre
de 2014.
Rubén Cabecera
Soriano.