La chapa republicana y la monarquía.



En el despacho reinaba un sepulcral silencio. Padre e hijo sentados expectantes. El padre, tras el escritorio, el hijo, en uno de los dos butacones confidentes. El otro sillón vacío. A lo lejos un ujier abrió una puerta y el eco de unos pasos firmes retumbó en el pasillo. Una breve llamada con los nudillos sin esperar respuesta anticipó la entrada del presidente. Ambos rostros se giraron. Buenas tardes, dijeron al unísono al tiempo que se levantaban e inclinaban levemente sus cabezas. Buenas tardes, respondió el presidente. Se saludaron fríamente. El Rey abandonó su silla para cedérsela al recién llegado, esperó a que se sentase y junto con su hijo tomaron asiento frente a él. Ha llegado el momento, indicó el presidente. Padre e hijo se miraron un tanto inquietos y apesadumbrados, ¿Ya?, preguntó el padre, ¿Tan pronto?, inquirió el hijo. Sí, es ahora. El presidente sacó de su cartera unos folios manuscritos que entregó a sus interlocutores que se arrimaron a la mesa para leerlo. Tras unos minutos tensos el presidente preguntó ¿Está todo claro? Padre e hijo asintieron moviendo la cabeza sin mediar palabra. Si tenéis alguna cuestión que plantear, hacedlo ahora, una vez iniciemos el proceso no habrá marcha atrás. Al hijo, que sujetaba los papeles, le temblaban las manos, Disculpe, -solo el presidente tuteaba-, pero si esto es así, todo el esfuerzo que he hecho durante mi vida, todos los sacrificios que tuve que hacer, mi matrimonio, mis hijas, todo, todo no habrá servido para nada… El presidente negó con la cabeza, No te equivoques, habrá servido para conseguir nuestro objetivo, que es mucho más importante y trasciende vuestra ralea; Sabíais que esto terminaría ocurriendo, así que no me vengáis ahora con llantinas y quejas absurdas; Tan solo nos quedaba decidir cómo se desarrollarían los acontecimientos y ahí lo tenéis escrito. Ya, solo es que… El padre golpeó levemente el brazo del hijo, Sé valiente hijo mío, sé valiente. El presidente los miró condescendiente. Bien, ahora devolvedme ese documento. El hijo lo entregó, no sin antes retenerlo apenas un instante imperceptible en sus manos. Se dio cuenta de la trascendencia de lo allí manuscrito, había reconocido la letra del presidente. Se trataba de un texto que supondría un grave escándalo nacional si cayese en manos de la prensa. Sería constitutivo de un grave delito, de una traición a la constitución, a la monarquía. El presidente sostuvo con firmeza los papeles mirando fijamente a los ojos del hijo del rey quien finalmente agachó la cabeza y aflojó la mano al tiempo que mascullaba un Ahí lo tiene casi inaudible. Gracias, mañana saldrás a leer el discurso que se te entregará en unas horas con tu renuncia, dijo dirigiéndose al rey, que asintió impasible, aunque la comisura de sus labios mostró una leve mueca de alivio. Toda la ceremonia de coronación se resolverá en breve, le indicó al hijo; Tú no estarás, le dijo al rey, y tu hija tampoco –no era necesario explicar a qué hija se refería-; En breve estaré de nuevo aquí para los preparativos; Se os indicarán las fechas en cuanto las decida. El presidente se levantó resoluto y algo disgustado porque la reunión se había demorado más de lo que hubiese deseado. Había tenido la deferencia de venir a su casa a darles la noticia y le habían entretenido con quejas pueriles. En fin, la realeza es así, pensó sonriente cuando abandonaba el despacho.

Semanas más tarde el presidente entró nuevamente en el despacho. Estaba eufórico. En esta ocasión fue el hijo el que se cedió el asiento principal. Mañana será la ceremonia de coronación tal y como ya sabes ,ahora solo se dirigía al recién entronado rey, prácticamente no miraba al padre; Espero que no hagas ninguna tontería. El presidente desconfiaba del ímpetu de la juventud, aunque en el fondo le hacía gracia este pensamiento porque era perfectamente consciente de la edad del nuevo monarca. Hemos llenado la capital de banderas, de todo tipo, ya me entendéis, y hemos dado órdenes muy estrictas a la policía para que impidan la presencia de personas que porten las insignias republicanas; Queremos exasperar los ánimos; Queremos que la gente se sienta ofendida, ultrajada; Estoy seguro de que lo conseguiremos y nuestro objetivo se habrá cumplido; Os cuento un pequeño detalle, hemos contratado a una actriz que portará una chapa con la bandera republicana, avisaremos a través de nuestros contactos para que una de las cámaras de la televisión más subversiva que tenemos en este país esté presente cuando la policía le impida el paso a esta chica; Estoy seguro de que conseguiremos muchas portadas, el presidente lanzó una sonora carcajada.  El nuevo soberano se mantuvo firme en su silla, con las mandíbulas apretadas y los puños blancos por la presión que estaba ejerciendo sobre los reposabrazos de su asiento, mirando fijamente al presidente, que ni tan siquiera se inmutó cuando comprobó que era el único que reía. Dejó sobre la mesa un papel al tiempo que se levantaba despidiéndose con un lacónico Adiós, acompañado de un Ahí tienes tu discurso. Al traspasar el umbral de la puerta, se detuvo un instante y se giró hacia ellos, Mañana intentaré mostrarme con menos carisma que nunca; Es tu día, le dijo al nuevo rey cerrando la puerta con un estruendoso portazo.

Algunos meses después el nuevo monarca abdicó, al igual que lo había hecho su padre, ofreciendo en su discurso de entrega de la corona y cetro, redactado de puño y letra por el presidente, la posibilidad de que el Gobierno realizase una profunda reforma de la Constitución, que designó como novación, y la consiguiente consulta que los ciudadanos llevaban tanto tiempo reclamando acerca del sistema de Gobierno que deseaban y que se volvió especialmente beligerante tras la escueta y austera ceremonia de entronación del antiguo príncipe. Para ese entonces el palacio donde residía tradicionalmente la familia del monarca se había convertido en sede de la Presidencia del Gobierno en un gesto más, que pretendía lavar la cara de una corona excesivamente apolillada por más que el nuevo monarca se esforzase en introducir detalles de modernidad. El Presidente en un emotivo discurso de aceptación de la abdicación, agradeció el gesto y propuso el comienzo de un proceso de modernización del país que sería la Envidia del mundo. Mientras tanto, la gente, olvidadiza con su pan y circo, seguía sufriendo una profunda crisis que estaba esquilmando los servicios sociales, dejando sin medios para subsistir a un gran porcentaje de la población y favoreciendo en la sombra a las clases poderosas. El objetivo estaba cumplido.

Fotografía: www.lasexta.com

Mérida a 22 de junio de 2014.

Rubén Cabecera Soriano.

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