Mis dos compañeras.



Tantos nervios, tanta inquietud, tanta concentración: Cientos de persona agolpadas en apenas unos metros moviéndose, saltando, golpeándose con las palmas de las manos en el afán de calentarse los músculos. Gente agachada instantes antes de la salida anudándose por enésima vez las zapatillas; manos agarradas, besos, abrazos y ánimos antes del disparo que dará comienzo a la carrera. Sudor frío que en breve se convertirá en apasionado esfuerzo haciendo desaparecer cualquier temblor que acongoja inopinadamente a los que nos disponemos a correr. Poco importa que lleguemos antes o después, el reto es terminar y todos buscamos nuestro sitio para hacerlo lo mejor posible.

El sonido grave de la detonación rompe el tenso silencio y, como si de una estampida se tratase, el rugir de miles de piernas en movimiento avanza devorando el asfalto. Un pie tras otro, zancada tras zancada acompasada del rítmico movimiento de brazos que nos empuja ayudándonos a acercarnos a la aún solitaria meta. Ninguno oímos los aplausos de los asombrados espectadores que nos miran nuestras caras compungidas, posiblemente no nos entienden, pero, sin embargo, no dejan de animarnos: Admiran nuestro esfuerzo.

Aparecen los primeros signos de dolor si no existían ya antes de arrancar, aunque nunca serán suficiente para impedirnos el avance: Rodillas, tobillos, cuádriceps, gemelos, tendones, poco importa la parte del cuerpo que atormente, nuestra mente hará tolerable el sufrimiento para proseguir y solo un extremo padecimiento, solo una maldita lesión podrá hacernos parar. Los metros que se van dejando atrás siempre son pocos comparados con los kilómetros que nos quedan por recorrer, pero a cada instante la meta se imagina más cercana, ese es nuestro fin, eso es lo que buscamos, corremos para avanzar, nunca para huir. Llegar es lo más hermoso que podemos imaginar.

Hay quienes hablan, otros preferimos el silencio, algunos miran al frente, mientras que otros casi no levantan la cabeza, pero todos sin excepción corremos en soledad. Temblamos y nos emocionamos con los aplausos de la muchedumbre, incluso hacemos el esfuerzo de sonreír cuando escuchamos palabras de ánimo que se agradecen infinitamente, pero todos corremos en soledad. Avanzamos hacia un final que apenas soñamos y para el que cada día nos entrenamos hasta que, una vez logrado, preparamos el siguiente reto. No hay descanso, no lo necesitamos. Por eso no nos entienden porque somos luchadores, pero no peleamos contra nadie, solo contra nosotros mismos. Estamos locos, pero bendita locura.

Disfrutamos viendo cómo nuestras dos compañeras nos siguen allá donde vayamos, firmes, incansables hasta que las destrozamos y lloramos su pérdida. Sabemos que siempre estarán ahí, fieles a nosotros, protegiéndonos de baches, agujeros, resaltos, charcos y permitiéndonos progresar, siempre progresar. Un paso tras otro, un paso tras otro, hasta llegar a miles, o decenas de miles, o cientos de miles de pasos, siempre uno tras otro. Nadie los cuenta, pero sabemos que son muchos y no nos importa, saboreamos cada uno de ellos. Es nuestra droga, inexplicable, pero así es.

Ahora son escasos los metros que quedan y muchos los kilómetros dejados atrás. Nos sabemos en la meta, deseamos contemplar la llegada, queremos la emoción de la entrada. Ya se intuye, pero aún no la vemos. Hemos adelantado a compañeros y nos han adelantado compañeros; el triunfo no es del primero, es del que llega. Giras la última esquina y ahí está, entonces la emoción te embarga, quieres llorar, corres como si acabases de empezar, no para llegar antes, sino para llegar. Te lleva la gente con sus vítores, incluso aunque no los oigas, pero los sientes, están ahí, a tu lado, son los mismos que no te comprenden, pero te admiran y, quién sabe, tal vez te envidian. Cruzas la meta, te reciben, te abrazan, miras tu reloj, estás emocionado, las lágrimas te vencen, estás agotado, acabas de comprender que te duele todo el cuerpo, cada músculo, cada hueso, pero has llegado, has cumplido tu reto, eres feliz, sencillamente feliz. Mañana volverás a salir con tus dos compañeras, no lo puedes evitar.

Fotografía: Rubén Cabecera Soriano.

Recuerdo de la Media Maratón de Mérida, 2014.

Mérida a 23 de marzo de 2014.

Rubén Cabecera Soriano.

1 comentario:

  1. El mismo anónimo del " Que voten ellos" también ha corrido este año, con 53, su primera media maratón.- Ahora a por los 42 kmt.- Mucho tendremos que correr para ver si los dejamos atrás.- Saludos.-

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