La burbuja social.

Modelo en una burbuja de un anuncio para una campaña publicitaria. Fuente: www.publico.es

No hay una burbuja inmobiliaria o energética o alimentaria, todas en realidad existen, pero no son más que corolarios de la gran burbuja que nos ahoga, que nos asfixia y que nos impide desarrollarnos con plenitud, se trata de la burbuja social. Todos estamos incluidos en ella, lo queramos o no. Aquellos que inicialmente están o quieren estar fuera se incorporan a fuerza de un continuado proceso de conquista, de colonización que esta, nuestra sociedad avanzada, propaga sin piedad. Formamos parte de un conglomerado en el que lo sencillo es que nos manipulen y lo complejo que nos demos cuenta. Lo triste es que esa manipulación, cada vez estoy más convencido, no es del todo dirigida por un único y exclusivo grupo –más bien son muchos, demasiados- de “dineropoderosos”, capaces de poner y quitar presidentes a su antojo -aunque sin lugar a dudas existan-, sino que el nivel de complejidad que ha alcanzado nuestra civilización “desarrollada” es tal que el hinchamiento de la burbuja no necesita estímulos, se autoabastece de forma natural y crece hasta que sus paredes no son capaces de soportar la presión y revienta para reformularse una y otra vez rompiendo esquemas y conceptos preestablecidos que buscan favorecer a unos pocos a costa del sufrimiento de quienes formamos esta sociedad en la que nos encontramos inermes -al menos eso nos hemos terminado creyendo-, pero solo aquellos que estamos en el perímetro, en el contorno de la burbuja, en el momento de explosionar, realmente sufrimos los efectos de la explosión, puesto que los privilegiados saben cuidarse muy mucho de las secuelas de ese estallido, ya que han venido configurando la sociedad para defenderse de dichas consecuencias y establecer los pertinentes escudos -sistemáticamente vinculados a la acumulación de riqueza en forma de dinero- que los protejan. Todo se ha convertido en una lucha fratricida por escapar de esa periferia de riesgo y no sufrir las crueles implicaciones de la crisis: algunos utilizando los medios con los que el propio sistema nos tienta procurándonos ofrecer los dulces aromas del dinero -aunque eso implique comportamientos sin escrúpulos-, es decir buscando el centro de la burbuja; y otros intentando escapar de ella, alejándose de los parámetros cotidianos en que se manifiesta la sociedad, a pesar de que eso implique ser señalados como proscritos sociales.

La burbuja social nos engulle, nos absorbe, pero quienes ocupan el centro, desde donde nos explotan sutilmente, procuran desplazarnos a esa periferia ofreciéndonos engañifas con las que distraer nuestra atención y evitar así la tentación de acercarnos al núcleo seguro y confortable, al tiempo que luchan por impedir cualquier esfuerzo que hagamos por escapar del contorno. Se trata de una trampa en la que metódicamente nos hacen caer y de la que difícilmente podemos salir, aún a pesar de estar pagando sistemáticamente un alto precio en forma de corolarios críticos con aspecto de burbuja energética o inmobiliaria o alimentaria, a través de las que vamos vislumbrando el colapso al que nos acercamos estrepitosamente.

Solo nos queda controlar, dominar y establecer ese principio reformulador del que nace cada nueva sociedad, que quienes orquestan la burbuja son capaces de fijar una y otra vez con la tergiversación y manipulación como trasfondo y que, desgraciadamente, aún naciendo de principios igualitarios para todos los miembros de la colectividad, termina transformándose irremediablemente, en manos de los corruptibles, auspiciados por los egoístas, en una burbuja social cuyo único fin es explotar.

 

Rubén Cabecera Soriano
Mérida a 12 de octubre de 2013.

2 comentarios:

  1. Hola Rubèn.!..no nos conocemos,pero,aquì en Peru tambien padecemos esa "burbuja social"..Muy bueno tu artìculo,sigue desarrolando este tema y aprenderemos muchos "alguito"..màs..Chau.!

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