![]() |
Modelo en una burbuja de un anuncio para una campaña publicitaria. Fuente: www.publico.es |
domingo, 13 de octubre de 2013
La burbuja social.
No hay una burbuja inmobiliaria o energética o alimentaria, todas en
realidad existen, pero no son más que corolarios de la gran burbuja que nos
ahoga, que nos asfixia y que nos impide desarrollarnos con plenitud, se trata
de la burbuja social. Todos estamos incluidos en ella, lo queramos o no.
Aquellos que inicialmente están o quieren estar fuera se incorporan a fuerza de
un continuado proceso de conquista, de colonización que esta, nuestra sociedad
avanzada, propaga sin piedad. Formamos parte de un conglomerado en el que lo
sencillo es que nos manipulen y lo complejo que nos demos cuenta. Lo triste es
que esa manipulación, cada vez estoy más convencido, no es del todo dirigida
por un único y exclusivo grupo –más bien son muchos, demasiados- de “dineropoderosos”,
capaces de poner y quitar presidentes a su antojo -aunque sin lugar a dudas
existan-, sino que el nivel de complejidad que ha alcanzado nuestra
civilización “desarrollada” es tal que el hinchamiento de la burbuja no
necesita estímulos, se autoabastece de forma natural y crece hasta que sus
paredes no son capaces de soportar la presión y revienta para reformularse una
y otra vez rompiendo esquemas y conceptos preestablecidos que buscan favorecer
a unos pocos a costa del sufrimiento de quienes formamos esta sociedad en la
que nos encontramos inermes -al menos eso nos hemos terminado creyendo-, pero
solo aquellos que estamos en el perímetro, en el contorno de la burbuja, en el
momento de explosionar, realmente sufrimos los efectos de la explosión, puesto
que los privilegiados saben cuidarse muy mucho de las secuelas de ese
estallido, ya que han venido configurando la sociedad para defenderse de dichas
consecuencias y establecer los pertinentes escudos -sistemáticamente vinculados
a la acumulación de riqueza en forma de dinero- que los protejan. Todo se ha
convertido en una lucha fratricida por escapar de esa periferia de riesgo y no
sufrir las crueles implicaciones de la crisis: algunos utilizando los medios
con los que el propio sistema nos tienta procurándonos ofrecer los dulces
aromas del dinero -aunque eso implique comportamientos sin escrúpulos-, es
decir buscando el centro de la burbuja; y otros intentando escapar de ella,
alejándose de los parámetros cotidianos en que se manifiesta la sociedad, a
pesar de que eso implique ser señalados como proscritos sociales.
La burbuja social nos engulle, nos absorbe, pero quienes ocupan el
centro, desde donde nos explotan sutilmente, procuran desplazarnos a esa
periferia ofreciéndonos engañifas con las que distraer nuestra atención y evitar
así la tentación de acercarnos al núcleo seguro y confortable, al tiempo que luchan
por impedir cualquier esfuerzo que hagamos por escapar del contorno. Se trata
de una trampa en la que metódicamente nos hacen caer y de la que difícilmente
podemos salir, aún a pesar de estar pagando sistemáticamente un alto precio en
forma de corolarios críticos con aspecto de burbuja energética o inmobiliaria o
alimentaria, a través de las que vamos vislumbrando el colapso al que nos
acercamos estrepitosamente.
Solo nos queda controlar, dominar y establecer ese principio
reformulador del que nace cada nueva sociedad, que quienes orquestan la burbuja
son capaces de fijar una y otra vez con la tergiversación y manipulación como
trasfondo y que, desgraciadamente, aún naciendo de principios igualitarios para
todos los miembros de la colectividad, termina transformándose irremediablemente,
en manos de los corruptibles, auspiciados por los egoístas, en una burbuja
social cuyo único fin es explotar.
Rubén Cabecera Soriano
Mérida a 12 de octubre de 2013.
Etiquetas:
Cuentos y relatos.,
La burbuja social.