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Presentación de Gareth Bale en el estadio Santiago Bernabéu con el presidente del Real Madrid Florentino Pérez el dos de septiembre de 2013. Fuente: www.marca.com |
No ha sido fácil pasar por alto estas semanas el proceso seguido para el
fichaje del señor, o tal vez debería decir del chaval Gareth Bale. Aunque
hubiese estado en un solitario desierto, ya se habrían encargado muy mucho los
medios de comunicación de que me enterase; siempre tienen gran repercusión las
noticias importantes, y esta, evidentemente, parece serlo, así que me da la
oportunidad de practicar el juego de la demagogia facilona, aunque
desgraciadamente real y vergonzante.
Diversas fuentes de información de carácter
deportivo confirman que el coste de la operación llevada a cabo por el Real
Madrid de Florentino Pérez supera la cifra de noventa millones de euros para el
fichaje de Bale, que no es calderilla en absoluto, y seguramente no incluya
comisiones, gastos de representación y otros de diversos carices cuyos importes
no creo sean desdeñables. Sin embargo, esta no es la cuestión principal: Este
chico, nacido galés en 1989, ha sido valorado en una cifra millonaria,
astronómica, por el hecho de perseguir un balón de cuero no demasiado grande en
camiseta y pantalones cortos –calzonas
según las llaman los periodistas deportivos- al que debe golpear, no sé si con
la pierna derecha, con la izquierda o con ambas, con el objeto de introducirlo
en un marco de madera o de aluminio que dispone de una red, sorteando toda
suerte de patadas, golpes y agarrones por parte de los contrincantes para
elevar las pasiones y fomentar la euforia de numerosos aficionados –seguramente
se puedan contar por millones que además comprarán en su mayoría la camiseta
que lleva el dorsal 11 con las letras BALE serigrafiadas
en ella- y olvidarán durante unos minutos sus problemas sustituyéndolos por
euforia, también por insultos, discusiones y peleas. En definitiva este
muchacho, deportista de élite como es obvio, valorado en algo más de noventa
millones –disculpad que no escriba la cifra con números, pero tantos ceros a la
derecha marean- me suscita una duda en forma de pregunta, y yo, ¿cuánto valgo?
Veamos, creo que lo justo es establecer una comparación más o menos
lineal entre lo que cada uno de nosotros hace, es decir, fijar los logros
individuales. Procuraré ser lo más objetivo posible y no dejarme llevar por
ciertas puntadas de envidia –no más allá de la cuestión económica y reducida en
el número de ceros- que, además, me procurarían un matiz de vanidad que espero
no tener. Los datos acerca de su biografía son fácilmente localizables gracias
a los medios actuales, los de la mía habrá que hacer un esfuerzo y no dudarlos
–son ciertos, créanme-, a pesar de no estar tan profusamente publicados.
Soy mayor que él, trece años, para más datos, esto en ocasiones es bueno
y en otras es malo, supongo que en el aspecto deportivo este dato pesa en
contra, aunque debo decir que también practiqué el fútbol en su momento, además
de otros deportes y sigo practicando la carrera continua y la natación, así que
entre mis últimos logros deportivos tengo un tiempo inferior a tres horas en la
Maratón de Madrid del pasado febrero, no es mucho, lo sé, pero tampoco creo que
sea pueril, comparándolo con la actividad de golpear una pelota con el pie, en
la que Bale habrá logrado numerosos títulos. Además creo que puedo presumir de
encontrarme en buena forma, imagino que él también lo estará –ironía, ya que ha
pasado toda suerte de controles médicos-. Luego está el aspecto físico, que
supongo algo influye, aquí la edad también juega en contra imagino, pero en
fin, quien quiera que busque y compare.
En el aspecto educativo, los medios que he consultado no indican nada
acerca de la formación de Bale, aunque imagino que eso a estas alturas de la
vida ya tenemos asumido que importa un bledo, sin embargo también es un aspecto
a comparar. Imagino que al menos los estudios básicos los tendrá, desconozco si
tiene carrera universitaria –ya digo que no he encontrado ninguna referencia en
ese sentido-. Yo, tengo un título universitario, arquitectura para mayor
información, no recuerdo bien si tres o cuatro másteres –tendría que revisar
títulos-, he publicado algún libro, algunos artículos, y si todo va bien, a
finales de este año seré doctor en arquitectura –tras un largo periplo
administrativo y algo más breve en lo relativo al esfuerzo realizado para
escribir la tesis-, además tengo un blog donde escribo semanalmente, http://encabecera.blogspot.com.es/,
del que me siento modestamente orgulloso, aunque su repercusión es limitada. Sé
hablar con fluencia inglés –imagino que en eso Gareth me ganará-, me defiendo
en portugués y estudié algo de alemán.
Con respecto a la profesión, como he dicho soy arquitecto, también doy
clases en la universidad, dos asignaturas concretamente, y además soy
vicepresidente de una asociación que quiere promover la transparencia en la
sociedad civil –aquí debo hacer un esfuerzo por no reírme de mí mismo, pues ya
lo hacen los políticos en mi lugar-. Al margen de esto, debo reconocer que tal
vez haya sido algo injusto estableciendo la comparación deportiva de mi afición
con su profesión. Me explico, Bale es deportista de élite profesional, yo soy
deportista aficionado, con lo que obviamente debí comparar mi profesión
principal, la de arquitecto, con la suya, futbolista, aunque me parece que la
descripción somera y algo ridiculizante
–lo reconozco- que hice del fútbol no sea fiel reflejo de la realidad, sin
embargo grosso modo creo que es acertada.
Dicho lo cual, podría parecer que la balanza se debería inclinar a mi
favor, insisto en que no quiero ser vanidoso, así que podría colocar aquí el
nombre de muchos buenos amigos míos con los que establecer esta misma
comparación y que desequilibrarían la misma balanza en su favor e igualmente
podría sustituir a Gareth Bale por los Ronaldo, Messi, Villa, etc. que tenemos
hoy en día. Además, no podemos olvidar la cuestión de la responsabilidad: En mi
caso si algún edificio diseñado por mí sufre un siniestro –aquí toco madera
para que eso no ocurra- yo debo responder ante esa situación, a pesar de que
los honorarios que percibo por proyectarlos y vigilar su construcción son irrisorios,
mientras que al señor Bale, al que se contrata para marcar goles, muchos,
muchísimos, creo que nadie le reclamará una indemnización si el número de ellos
por temporada es, digamos, pequeño.
A pesar de todo esto, queda sin embargo demostrado -aquí creo que nadie
durará- que yo, aparentemente, no valgo esos noventa millones, posiblemente, y
esta debe ser la clave, porque no los puedo generar y seguramente el señor Bale
–aquí no podemos poner otro tratamiento, pues estamos tocando la cuestión
económica- sí sea capaz y muy posiblemente consiga superar con creces esa
cifra, con lo que la inversión resultará rentable. Por tanto el problema no
está en Bale, cosa obvia por otra parte, sino en la connivencia de la sociedad
que tolera y aplaude –solo hay que ver las fotografías de la presentación
pública, un día de diario, del fichaje en el estadio Santiago Bernabéu- este
tipo de actuaciones con lo que esa rentabilidad no solo es económica sino
social, y eso es precisamente lo que más me entristece, el hecho de que
queramos seguir recibiendo pan –no mucho últimamente- y circo –de ese sí
tenemos más que suficiente- para aplacar nuestro malestar y superar con el
olvido por unos instantes la presión a la que nos vemos sometidos
sistemáticamente.
Lo que me pide el cuerpo es culpar al señor Florentino Pérez y por
extensión al resto de presidentes, representantes, directivos, etc. de los
equipos de fútbol que han convertido este deporte en el susodicho circo –doy
gracias de que esta situación no haya llegado a otros deportes-, pero no puedo
hacerlo porque sería injusto; en realidad, lo único que está haciendo es
valerse con los medios que tiene, que son muchos y muy poderosos –desde aquí le
invito a que le eche un vistazo a la página web de los trabajos que realizamos
en mi estudio para ver si podría contratarnos para algún proyecto http://www.aiuestudio.com/ y ya siento la
cuña publicitaria, pero la necesidad aprieta-, de una realidad social decadente
que sistemáticamente aplaudimos y a la que parece queremos aferrarnos con
fruición para relamernos los labios deseando que este fichaje nos haga olvidar
nuestros problemas –reales- y se los cree, de crear, a nuestro enemigo
–deportivamente hablando- para nuestro triste deleite.
Rubén Cabecera Soriano
Mérida a 3 de septiembre de 2013.