Colapso. (Uno)

El presidente inició su declaración con el consabido Queridos ciudadanos ya característico durante su campaña, pero en esta ocasión no consiguió continuar la frase. El disparo certero segó su vida atravesándole el cráneo sin que ningún miembro de su seguridad personal pudiese hacer nada para evitarlo. La mancha de sangre se extendía en el suelo en torno a su cabeza mientras varios guardaespaldas se abalanzaban sobre él intentando protegerle de segundos disparos que no iban a producirse. En el bullicio la gente comenzó a correr en todas direcciones gritando, aullando de pánico, mientras un señor enchaquetado se acercaba al estrado y retiraba discretamente el discurso que se encontraba sobre el atril en el que el presidente se disponía a presentar lo que su equipo había anunciado entre los medios como un cambio revolucionario, un Cambio Definitivo, según titularon algunos medios en la edición de la mañana previa al esperado discurso del presidente.

Los paramédicos se acercaron a toda velocidad con la idea de evaluar la herida del presidente, intentaron reanimarle, pero no fue posible. Se acordonó la zona y se bloquearon las salidas, sin embargo los instantes siguientes al disparo que transcurrieron en un caos total permitieron que el discurso saliese del palacio de convenciones donde se pretendía anunciar el cambio de política que transformaría el panorama mundial. Pocos conocían el contenido de ese texto más allá de su auténtico ideólogo, un economista que formaba parte en la distancia del equipo técnico que asesoraba al presidente y que se había pasado media vida analizando la evolución de los consumos energéticos, las fuentes de producción de las energías y la evolución del precio de las mismas intentando relacionarlo con la realidad sociopolítica mundial. Junto a él, un ingeniero, extravagante si atendiésemos a su forma de vestir, pero excéntrico si analizásemos su forma de pensar, que buscaba sistemáticamente una explicación racional y científica con el objeto de mejorar cada sistema de producción energética existente y cuya vocación conservacionista era conocida a través de sus numerosos escritos reivindicativos. Ambos fueron asesinados en el mismo instante que el presidente.

Tras la incertidumbre inicial provocada por el atentado y los correspondientes bloqueos aéreos, terrestres y marítimos a nivel internacional, se puso en marcha un complejo sistema de seguridad y vigilancia con el fin de descubrir la trama que estaba detrás del asesinato, que aún no se había relacionado con el de los otros dos asistentes del presidente, principalmente porque no eran especialmente asiduos a las reuniones que con cierta frecuencia organizaba el presidente con sus asesores. 

Días después el suministro de combustibles fósiles que mantenía vivo al país y a los demás países desarrollados se paralizó. Nadie sabía muy bien el motivo, pero las consecuencias bursátiles fueron terribles, a esto que hubo que añadir un incremento del precio del barril de petróleo imprevisible a pesar de los supuestos mecanismos de control que los países “civilizados”  habían dispuesto. La noticia corrió como la espuma y fue portada de los rotativos internacionales. Los gobiernos tuvieron que poner en circulación las reservas que disponían lo cual provocó una contención provisional del precio del crudo, que sin embargo supuso el hundimiento inmediato de las economías menos previsoras. En cuestión de meses se produjo una parálisis prácticamente total de los sistemas productivos de los países desarrollados. Ya nadie recordaba el asesinato del presidente, pero sin embargo todos vivían pendientes de las sucesivas restricciones que se producían cada día y que afectaban a la vida “normal” de los ciudadanos. Los niveles de consumo energético que durante tanto tiempo habían servido como referencia para determinar el nivel de desarrollo de un país se estaban convirtiendo en la medida de la involución de los mismos. La escasez de alimentos, que ya no llegaban a las grandes urbes, comenzó a provocar la masiva emigración a no se sabe muy bien dónde de sus habitantes incapaces de afrontar la masiva subida de precios. Poco después la huida se convirtió en masiva cuando comenzaron a producirse las amenazas, los atracos e incluso los asesinatos en el momento en que el hambre hizo su aparición y, sobre todo, cuando se comprobó cómo las clases privilegiadas seguían recibiendo suministros en un contrabando organizado que bullía ante las narices del resto de ciudadanos, pero que sin embargo tenía los días contados.   



Rubén Cabecera Soriano
Mérida a 2 de agosto de 2013.

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