Un minuto de silencio.

Un minuto, tiempo insuficiente para ofrecer nuestra solidaridad a las víctimas de ese maldito tren que perdió las vías y descarriló.

Un minuto, tiempo insuficiente para si quiera intuir la angustia de los que esperan.

Un minuto, tiempo insuficiente para comprender el dolor de las familias.

Un minuto, tiempo insuficiente para entregar nuestro apoyo a quienes ahora sufren.

Un minuto, tiempo insuficiente para alentar con una abrazo a esa madre, a ese hermano, a ese abuelo, a ese amigo.

Un minuto, tiempo insuficiente para entender la desesperanza que albergan esos corazones.

Un minuto, tiempo insuficiente para enjugar las lágrimas que encharcan el alma.

Un minuto, tiempo insuficiente para agradecer a quienes ayudaron con arrojo.

Un minuto, tiempo insuficiente para mostrar nuestro respeto a quienes todo lo perdieron.

Un minuto, tiempo insuficiente para ofrecer esperanza a los que no tienen consuelo.

Un minuto, tiempo insuficiente para olvidar aquello que eternamente se recordará.


Un minuto, un silencio, para siempre.



Rubén Cabecera Soriano

Mérida a 27 de julio de 2013.

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