Un minuto, tiempo insuficiente para ofrecer nuestra solidaridad a las
víctimas de ese maldito tren que perdió las vías y descarriló.
Un minuto, tiempo insuficiente para si quiera intuir la angustia de los
que esperan.
Un minuto, tiempo insuficiente para comprender el dolor de las familias.
Un minuto, tiempo insuficiente para entregar nuestro apoyo a quienes
ahora sufren.
Un minuto, tiempo insuficiente para alentar con una abrazo a esa madre,
a ese hermano, a ese abuelo, a ese amigo.
Un minuto, tiempo insuficiente para entender la desesperanza que
albergan esos corazones.
Un minuto, tiempo insuficiente para enjugar las lágrimas que encharcan
el alma.
Un minuto, tiempo insuficiente para agradecer a quienes ayudaron con
arrojo.
Un minuto, tiempo insuficiente para mostrar nuestro respeto a quienes
todo lo perdieron.
Un minuto, tiempo insuficiente para ofrecer esperanza a los que no
tienen consuelo.
Un minuto, tiempo insuficiente para olvidar aquello que eternamente se
recordará.
Un minuto, un silencio, para siempre.
Rubén Cabecera Soriano