La enfermedad española,
conocida comúnmente como españolismo o españolisis, es una patología del
comportamiento que puede afectar por igual a todos los nacidos en territorio
español, aunque sus manifestaciones más comunes varíen en función precisamente
de la ubicación geográfica específica del afectado dentro de la nación. Además,
últimamente se han venido realizando ciertos descubrimientos muy interesantes dentro
la comunidad científica que investiga esta enfermedad y que corroboran para el españolismo afecciones originadas como
consecuencia de la pertenencia a grupos sociales de un determinado orden al
margen de su localización, lo cual, enmaraña aún más si cabe, el estudio de
esta dolencia y lo que es peor, su cura.
Una de las características más importantes del españolismo es la manifiesta incapacidad que sufre el enfermo para
reconocer su malestar. Todos los achaques sin excepción que sufren los
aquejados de este padecimiento sistémico son habitualmente atribuidos a
circunstancias que poco o nada tienen que ver con la sintomatología concreta de
la enfermedad, aunque un estudio pormenorizado demuestre con suma facilidad que
esos efectos son claramente característicos de la enfermedad española. Este escenario entorpece considerablemente el
diagnóstico de este desorden de la conducta con lo que su tratamiento, ya de
por sí complejo, se dificulta aun más.
Las patologías más habituales del españolismo
o españolisis son extremadamente
variadas, casi innumerables y en cuantiosas ocasiones aparentemente opuestas y
contradictorias entre sí por presentarse en formas antitéticas en distintos
individuos, si bien todas exhiben el patrón común de la alteración del normal
comportamiento (que constituye el denominado “primer orden”) como principal manifestación de la enfermedad,
resultado de la reacción del paciente ante un hecho que afecta a la realidad inmediata
de su entorno y que deriva en comportamientos opuestos en función de la
idiosincrasia del individuo (constituyendo este nivel el “segundo orden”). Podemos inferir por tanto que la españolisis se origina siempre como
reacción directa e inmediata a alteraciones sustanciales en el entorno social y
geográfico en que se maneja el sujeto, careciendo dicho entorno de una escala
determinada y pudiendo consecuentemente producirse como reacción a una
circunstancia de tipo familiar, de tipo local, de tipo nacional, etcétera.
Estas patologías suelen cuantificarse, bien por el grado de indignación que
presenta el sujeto como reacción inmediata, bien por su nivel de indolencia
ante el mismo hecho, o inclusive por su, paradójicamente, desmesurada
animosidad. Habitualmente existe en los individuos afectados por esta
enfermedad una transición evolutiva de un estado a otro que recorre escalonadamente
estados de ansiedad, exasperación, rabia y odio como paso previo a la
indignación, que constituye el estadio final en que el individuo se bloquea
desde el punto de vista conductual y libera, como única vía de escape, aunque
insuficiente según demuestran los numerosos estudios realizados, toda una
suerte de vítores, salvas, y vivas o, alternativamente, insultos, injurias,
gritos y golpes lanzados contra el mobiliario doméstico o urbano, que, si bien,
ayudan al paciente a liberar la tensión acumulada, no alcanzan a eliminar la
frustración real que sufre con lo que el padecimiento no hace sino postergarse
de forma indefinida.
Tal y como se ha indicado, esta enfermedad puede atacar por igual a
todos los españoles, independientemente de la ubicación geográfica en que se
encuentre, y también presenta afecciones en función del grupo social al que se
pertenezca. Resulta curioso observar cómo la reacción de los individuos
infectados varía precisamente en función de ese citado emplazamiento y de la
pertenencia a un colectivo u otro, siendo el origen de las reacciones el mismo,
independientemente de la patología presentada. Como quiera que dicho número de
manifestaciones de la enfermedad es prácticamente innumerable y viene
condicionado por muchos factores, se está realizado un titánico esfuerzo
clasificatorio “causa-efecto” de carácter general y esquemático, que muestra el
paradójico alcance de dicha causa en los previsibles efectos contrapuestos que presenta
el paciente. Queremos, en este sentido, antes de enfrentarnos con el complejo
tratamiento que existe para esta enfermedad, ilustrar con algún ejemplo la
variada casuística que la españolisis
presenta:
Supongamos una cuestión de alcance nacional sobre la que el gobierno de
turno debe pronunciarse y se pronuncia. El hecho en sí provoca en el español
una reacción que altera de forma sustancial su comportamiento y tiende a
situarse en posición favorable o desfavorable frente a dicha decisión,
independientemente del contenido de la misma, y siempre en función de su ubicación
geográfica y pertenencia a un colectivo u otro. Adolece el español infectado de
españolisis de la capacidad
suficiente, como consecuencia de los efectos de la enfermedad, para analizar la
situación y manifestar su conformidad o disconformidad con la cuestión en sí,
pero sin embargo reacciona siempre atendiendo a su idiosincrasia personal. La
falta de criterio y racionalidad a la hora de afrontar un posicionamiento son
las características principales de primer orden con que se presenta la
enfermedad, que atañe de forma directa a su conducta y son las que provocan la
consecuente reacción del enfermo que mostrará una euforia desmesurada o una
indignación incontenida, que constituyen los efectos de segundo orden,
transitando por diferentes estadios previos de alteración anímica y del
comportamiento. Por tanto, si bien hemos indicado que la casuística es muy
variada y difícilmente clasificable, sí podemos establecer como síntoma
principal del infectado la pérdida de la capacidad crítica y de análisis que
inhabilita al enfermo para la toma de las racionales decisiones características
del ser humano.
La comunidad científica ha mostrado su máximo interés en esta patología
al tratarse de una afección de carácter localista desde un punto de vista
geográfico, que no es fácil encontrar en otras ubicaciones más allá de España,
y posiblemente vinculada a alguna suerte de gen aún no descubierto también
característico del español que se transmite de generación en generación desde
tiempo inmemorial. Se está haciendo paralelamente un gran esfuerzo económico
por estudiar y desarrollar vacunas efectivas al margen del único tratamiento
actualmente viable con cierto grado de éxito, pero que conlleva unos efectos
secundarios terribles en los pacientes. Esta enfermedad, la españolisis, a pesar de su gravedad y
compleja diagnosis tiene cura, siendo esta, en condiciones normales, muy
traumática y perjudicial, al menos inicialmente, para el paciente, puesto que
la posología del medicamento, que debería ajustarse a la gravedad del
trastorno, por tratarse de fuertes dosis de realidad, se suministra de forma
continua y sin anestesia en comprimidos por vía oral o supositorios por vía
anal, de efecto inmediato sobre el individuo y no precisamente positivos, ya
que la única solución para recuperar la racionalidad del español afectado por
esta enfermedad consiste en transformar, según indican todos los estudios,
dolorosamente su incapacidad para ver la realidad en hechos reales tangibles
que le afecten directamente y que inhiban dicha incapacidad transformándola en
necesaria y obligada cordura para poder sobrevivir.
Rubén Cabecera Soriano
Mérida a 21 de julio de 2013.