No tengo por costumbre citar con nombres y apellidos los focos de mis
críticas. Procuro siempre recurrir a la sutileza y establecer situaciones
metafóricas, utópicas y deseablemente ficticias, pero sin embargo extremas y
tristemente posibles, que reflejen lo absurdo de muchas de las decisiones que
vienen tomándose habitualmente en nuestra sociedad por aquellos que tienen el
poder de hacerlo. En muy contadas ocasiones mis reflexiones son dirigidas a
personajes concretos, pero esta es una de esas ocasiones en que la rabia, la
indignación y el asco que me ha producido escuchar algunas declaraciones de
ciertos políticos, me obligan a dirigir mis repulsas y máximo rechazo contra
esas personas directamente.
En esta ocasión lo que ha producido mi extrema indignación han sido las
declaraciones pronunciadas el 7 de mayo de 2013 por Beatriz Escudero, diputada
del Partido Popular y las de Jorge Fernández Díaz, Ministro del Interior del
Gobierno del Partido Popular, también realizadas el mismo día. Ambas
manifestaciones hacían referencia al aborto. Esta cuestión resulta sumamente
delicada y compleja para mí por mi condición de hombre y pronunciarme al
respecto merece en cualquier caso y como punto de partida el máximo respeto
hacia la mujer, que es quien finalmente se ve verdaderamente involucrada en el
asunto. Este respeto que indico parecen haberlo perdido ambos engendros como
han demostrado con sus declaraciones, contumaces con la línea argumental de
otros muchos políticos del partido popular. Desconozco si esta extraña propensión
a generar conflictos responde a una estrategia preestablecida, si son
consecuencia de firmes ideales, convicciones religiosas o sencillamente son
fruto de la falta de respeto que les merecen las mujeres en general, al menos aquellas
que no siguen sus doctrinas y creencias, aunque esto último supongo que debo
cuestionarlo para el caso de Beatriz Escudero por su obvia condición de mujer.
Las aberrantes declaraciones en cuestión son, y cito literalmente: “…
(el aborto) tiene algo que ver (con
el terrorismo), pero no demasiado…”,
pronunciadas por el Ministro y “… las
mujeres que abortan son las que tienen menos formación…”, proferidas por la
diputada. Resulta desoladamente sencillo unir estas declaraciones y
seguidamente conjugarlas con el argumentario
que el partido popular viene poniendo en práctica últimamente en nuestra
sociedad, relativo a las políticas educativas y privatizaciones de los
servicios públicos. Este ejercicio nos lleva a elaborar frases como la que
titula esta opinión y que no descartemos pueda llegar a ser pronunciada por uno
de estos dos necios o algún otro que se sume al carro de la terquedad en que
manifiestamente están subido muchos de los políticos que nos gobiernan; la
frase en cuestión podría sonar más o menos así: “… las mujeres que abortan no son más que terroristas incultas…” y,
claro, me pregunto yo, cómo no va a ser así, dentro de ese manifiesto que
parecen venerar estos personajes, si pretenden criminalizar cualquier supuesto
abortivo equiparándolo consecuentemente al terrorismo y, evidentemente, aspiran
a convertir en inalcanzable la educación para las clases menos favorecidas por
las políticas privatizadoras. Además, como coralario de esta teorética grabada
a sangre y fuego en las mentes de alguno de estos seres, no cabe en mente
humana –al menos no en las de ellos- que pueda ser necesario recurrir a ese
traumático proceso que es el aborto, para alguna de las mujeres de su “congregación”.
Siento mucho tener que escuchar este tipo de declaraciones, más aún
viniendo de nuestros representantes, y no puedo por menos que manifestar mi
máxima repulsa ante las mismas e instar humildemente –palabra, que junto con
dimitir, parece haber desaparecido del vocabulario de los políticos- a que
escuchen, rectifiquen y obren en consonancia al sentir y bienestar general, con
las comprensibles dificultades que ello conlleva, y no solo para unos pocos.
Rubén Cabecera Soriano
Mérida a 8 de mayo de 2013.