EspaNolízate.


- Dos más, ya quedan pocas. Vamos, hay que ser constantes, sé que supone un esfuerzo, pero mantengámonos firmes, resistamos la presión, no caigamos abatidos, hay que seguir –el grupo de educadores contratado por el gobierno proseguía con su trabajo, incansables-. Si completamos este ciclo, mañana nos quedarán…, dos semanas de clase y serán las últimas. –Esas eran las frases de ánimo del coordinador del grupo.

- Lo sabemos –contestaron los quince miembros perfectamente alineados al unísono como si de un coro parroquial se tratase (esa sería una fase posterior)-, lo sabemos. –Uno de ellos se adelantó parcialmente cuando quiso introducir un réplica, estaban en su período de descanso, en los cinco minutos que, al cabo de la intensa jornada de doce horas, tenían libres para, lo que entre ellos se denominaba, descansar, y que consistía normalmente en ir al aseo, liberarse y enjuagarse un poco la cara para refrescarse al tiempo que comían un bocadillo de tortilla espaNola, que era la comida facilitada por el catering contratado por el gobierno -. ¿Y qué ocurrirá cuando terminemos? - El jefe de grupo y todos los demás se quedaron en silencio, tal vez era una pregunta que todos los equipos docentes del país se estaban preguntando en ese instante.

El gobierno había decidido dotar presupuestariamente una nueva ley de educación que permitió la incorporación al sistema docentes de miles de nuevos profesores que, tras una dura prueba acceso moral y de ciertos conocimientos, tenían que recibir un curso intensivo que pondrían en práctica con alumnos de toda la nación, de la “única nación”.

El curso formativo, denominado “espaNolizante” (la antigua “Ñ” se había perdido hacía muchos meses en una cesión del gobierno “nacional” a ciertos partidos “nacionalistas” a cambio de evitar la celebración de referéndums que planteasen cuestiones independentistas) consistía básicamente en dos meses consecutivos de temática espaNola en los que se inculcaba a los futuros docentes los valores nacionales, comenzando por la bandera y el rey, y terminando por el aprendizaje meticuloso de todos y cada uno de los generales que componían los diferentes ejércitos del país, que los futuros instructores debían recitar de memoria junto con sus alumnos al son del himno nacional. Ésta sería una de las partes fundamentales de lo que posteriormente enseñarían. Se dio la desgraciada circunstancia de que uno de los generales falleció durante el primer curso celebrado y fue necesario realizar una sustitución de urgencia con un matizado ajuste en el listado para que no se produjesen arritmias en la entonación. Incluso para aquellos que superaron la prueba de acceso, esto supuso un verdadero trauma que atentaba contra sus más profundos principios, pero como el ministro de educación observó en alguna ocasión “[…] todo tiene un precio, también la conciencia, y en época de necesidad, debemos aceptar cualquier oportunidad de empleo que nos ofrezcan y debemos ser los mejores en el desempeño del trabajo porque en caso contrario otro nos lo quitará.”.

Como quiera que los fondos gubernamentales estaban verdaderamente esquilmados por la “gestión de nuestros antecesores”, y así se hartaron de pregonar todos los miembros del gobierno, fue necesario crear una comisión rogativa que se mandó a Bruselas y a Berlín a solicitar fondos para el denominado “I Plan de Educación EspaNolizante”, que se gestionó al amparo de la LEEmE (Ley de Educación EspaNolizante media EspaNola) y que se presentó como la panacea a medio plazo para resolver los acuciantes problemas educativos de la nación y conseguir, con la población reeducada, nuevos sistemas de crecimiento que consolidasen un sector productivo alejado de la manida construcción que tan malos frutos había dado por la “gestión de nuestros antecesores” tal y como decía el presidente de la comisión rogativa.

El texto de la LEEmE, cuyo nombre provocó gran hilaridad entre los intelectuales del momento, se aprobó gracias a la mayoría del gobierno, por Real Decreto Ley, sin discutirse en las Cortes y se publicó originalmente en alemán, incumpliendo un mandato constitucional, pero su redacción fue defendida hasta la saciedad por el gobierno con la idea de fomentar el uso de una lengua internacional, reconocida a nivel europeo, al tiempo que servía para demostrar a Alemania el compromiso real adquirido a la hora de cumplir las condiciones pactadas (que estrujarían indecentemente a la ciudadanía). A pesar de todo, se transcribió finalmente al espaNol, con numerosas quejas por parte de muchos filólogos que consideraban “imprecisa” la traducción. Aquellos que protestaron en demasía, según el criterio establecido por el Ministerio de Justicia, fueron sometidos a una comisión de depuración que forzó la emigración de muchos y valiosos intelectuales.

El caso es que los objetivos que se había marcado el gobierno se cumplieron con creces: conseguir fondos europeos para reeducación de un territorio que se había convertido, tras un meticuloso proceso de “subdesarrollo”, en objetivo prioritario para Europa; desplazar el centro de atención de los problemas que el paro y la economía generaba, y que sufría la nación, a la cuestión educativa, que el gobierno planteó inteligente y oportunamente como una inmejorable alternativa para contratar a miles de interinos y resolver parcialmente el problema del desempleo; y, por último, focalizar la cuestión identitaria reorientándola como una traba en el desarrollo económico del país. La mayoría de la población cayó en la “trampa”, el resto serían espaNolizados.

El programa del “I Plan de Educación EspaNolizante”, que se denominó “EspaNolízate”, supuso la contratación de miles de nuevos profesores que tuvieron que superar la dura prueba de acceso, antes citada, y que consistía básicamente en demostrar (y no solo se utilizaban los conocimientos adquiridos, sino que se practicaban severos exámenes psicológicos diseñados para tal fin) su nivel de “amor patrio”, además de ciertas erudiciones básicas en historia y alguna que otra temática menor. Los contenidos de dicho programa educativo, que se impartirían a alumnos de todas las edades, fueron fijados por la Comisión EspaNolizante y fueron publicados y difundidos extensamente por todo el territorio, llegándose a intervenir aquellos periódicos que se negaron a publicar sus bases.

Las consecuencias de dicho programa se pusieron de manifiesto a escasas semanas de la finalización del curso académico y fueron los propios profesores quienes las plantearon, con ciertas reticencias, puesto que las reivindicaciones y quejas no estaban bien vistas entre los docentes y podían, por acusaciones de sus propios compañeros, verse sometidas a la comisión de depuración: Los alumnos habían visto limitada su capacidad creativa, su riqueza formativa, su visión del mundo, se había producido un retroceso evidente en el desarrollo intelectual general. Sí, ciertamente se habían consolidado ciertos conocimientos que todos dominaban con soltura, pero la realidad era que los alumnos se habían convertido en autómatas. El gobierno, de manos de su presidente, y tras remolonear durante algún tiempo, se vio obligado a difundir una circular de carácter interno en la que se instaba a los docentes “[…] a finalizar el ciclo formativo en las condiciones establecidas con la seguridad de que el buen desempeño de vuestro trabajo llevará a la nación, a EspaNa, a un futuro mejor, auspiciados por la labor del Gobierno y la colaboración de los docentes implicados que pasareis a ser considerados héroes nacionales.”.




Rubén Cabecera Soriano.

Talavera de la Reina a 12 de octubre de 2012.

2 comentarios:

  1. Lo cierto es que hay niños que se saben el himno NACIONAL de su comunidad autónoma, y lo cantan todos los días en su colegio, pero no cual es la ciudad más importante de la comunidad autónoma vecina.

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    1. Llevas razón en eso y tampoco dice bien de nuestro sistema docente..., sea quien sea el que lo haya implantado.

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