Ineptos.


- ¿95.817?, 95.817, me parecen demasiados; se nos está yendo de las manos, ¿no os parece? - La pregunta, lanzada de forma casual por el presidente, casi retórica, tintineaba en la sala como una cantinela más bien aburrida, desinteresada, pero en el fondo, todos sabían que eran muchos.


Nadie escucha cuando se tapa los oídos. Ese pensamiento merodeaba en torno a las cabezas de los ministros, aunque sólo el presidente parecía ser consciente del hecho y aparentaba verdadera preocupación, ya que justo después de que esa idea atravesase su mente, comprobó con desagrado el bostezo de alguno de los poseedores de las carteras más prestigiosas del país.


- Es verdad que es una cifra elevada, pero tampoco resulta preocupante. Desde que se implantó la autorregulación orientada, no hemos superado los 100.000 en un trimestre y aunque nos acercamos, todavía hay margen.- Sentenció la ministra del ramo. - Creo que puedo afirmar que la situación está controlada, ya sabéis que son picos que coyunturalmente se producen en ciertas épocas del año y tal vez ésta haya sido especialmente mala.- Todos asintieron con la cabeza con condescendencia, procurando corroborar con el gesto la veracidad de la afirmación que acababan de escuchar.- En cualquier caso pondremos en marcha los mecanismos necesarios para que se verifique la cantidad y podamos controlar de forma exhaustiva futuros balances. Sabemos que nuestro equilibrio es estable, no podía ser de otra forma, y que siempre tenemos el recurso de la inmigración para aportar la mano de obra necesaria para cubrir nuestras necesidades básicas. Nuestro querido ministro de migraciones y yo tenemos desarrollado un plan permanente de choque para situaciones de riesgo que podemos poner en marcha en cuestión de días. Ya fue presentado ante todos ustedes hace unos meses cuando tuvimos una situación parecida y lo aprobamos para ponerlo en marcha en cuanto fuese necesario. En mi opinión aún no lo es y tenemos margen de maniobra para controlar la situación, pero como es lógico someto mi opinión a la de la mesa.- La ministra se sentó, no era demasiado común que los ministros en posesión de la palabra se levantasen para hablar, pero era evidente que a la ministra no le había gustado el tono del presidente y quería darle toda la gravedad posible a su aseveración para que no pudiese cuestionarse la confianza que el presidente tenía en ella.


El presidente la miró fijamente durante unos instantes, mientras la ministra reordenaba los papeles que tenía sobre la mesa; trataba de ganar algo de tiempo para que cualquier otro ministro que tomase la palabra le librase de la inquisitiva mirada del presidente.- Señora ministra,- las palabras salieron de boca del presidente con una aspereza tal que tuvo que apoyar los codos en la mesa para que nadie pudiese ver los temblores en sus manos, lo que no pudo disimular fue el sudor que comenzó a caer por su frente. No era habitual que el presidente se dirigiese a los miembros de su gabinete por su cargo, solía llamarlos por su nombre, tratándolos de usted la mayoría de las veces, pero nunca por su cargo; la ministra tragó saliva. - Sabe bien, que estamos hablando de seres humanos, seres humanos que se han quitado la vida para resolver el acuciante problema de riqueza que tenemos. Hace ya muchos años cuando los primeros miembros del gobierno formado tras la tercera guerra mundial, la primera guerra económica como bien saben, decidieron en un consenso mundial implantar la autorregulación pública, se pactó que nunca podría superarse el tope del cinco por ciento de la población que se suicidaría para evitar desequilibrios en la riqueza de la sociedad. Si sobra gente y no hay trabajo para todos es problema nuestro, eso debe estar controlado, pero que se suiciden más de los necesarios es delito. Un silencio sepulcral se hizo en la sala. La inmigración controlada de los países que quedaron fuera del tratado de Riqueza Recíproca nos surte de trabajadores para nuestra sociedad en la que tenemos controlado el desequilibrio de clases, pero si finalmente traemos más de los necesarios ya no sólo tendrán que desarrollar trabajos precarios y deberán entrar a formar parte de la primera élite. Y, no queremos eso, ¿verdad? Eso traería consecuencias desastrosas, la historia nos ha dejado claro cuáles son los resultados y nosotros, convenientemente, nos encargamos de enseñar a nuestros hijos qué ocurre en esas situaciones y por qué es necesario evitarlas.- En ese instante dirigió su mirada al ministro de educación quien sabía que recibiría inexorablemente su cuota de responsabilidad en la perorata del presidente.- Sabéis que el criterio mantener a toda costa es la inexistencia de paro, eso conlleva unos sacrificios, la muerte del excedente de trabajadores, oculto tras el sacrificio social que el suicidio supone, pero 95.817 personas son demasiadas. He sido informado de que incluso había niños con sus padres y madres. No podemos permitirlo. Quiero saber quién es el responsable, quién ha fallado. Llevamos en los últimos tiempos más de cuatro millones de muertes y a ninguno parece importarle, pero debéis saber que esas muertes recaen sobre nuestras consciencias. Reconozcamos nuestros errores, reconozcámoslos públicamente. Sabéis bien, porque todos habéis tenido la oportunidad de conocer lo que en su momento aconteció, al haber asistido a la universidad real gracias a vuestro dinero, que estas situaciones extremas, estas situaciones en las que a la población se la aprieta hasta casi la asfixia, que finalmente la única salida es la reacción con violencia, primero son manifestaciones, pero después aparece el terror, que se transforma en amenaza de desorden civil y termina en guerra, una guerra que históricamente se produjo por primera vez hace no demasiado tiempo y cuyas consecuencias fueron terribles. Nos obligó a cambiar la sociedad, mentimos, seguimos mintiendo, hubo cesiones, pero fueron una cortina de humo, modificamos el código civil y se incorporaron la mentira política y la especulación económica como delito, pero todos sabéis quién sigue controlándolo todo. Lo que no podemos tolerar es una vuelta a la situación previa a la revolución social, conseguimos controlarla, pero ¿podremos volver a hacerlo? Sabemos que le ofrecimos a nuestra sociedad una riqueza mayor, a costa de los países subdesarrollados y aquellos países que decidimos subdesarrollar, acordaos de los casos de Grecia, España, Portugal, Irlanda e Italia. Ahora la pobreza no está en nuestras sociedades, las diferencias aparecen entre países, sólo entre países y conseguimos bloquearlas parcialmente con los convenios migratorios, pero no se nos puede escapar de las manos, no podemos permitirlo. Las naciones como tal ya no existen, sólo las conservamos a efectos simbólicos para mantener los desequilibrios, pero debemos ser cautos. Hay voces críticas a las que no les parece bien que nuestro sistema educativo público incentive el suicidio como método de control del esfuerzo laboral, esas voces movilizan a una parte de la población que crece día a día, pero los demás siguen siendo unos ineptos y creen con fe lo que les enseñamos porque tienen lo que queremos que tengan, no debemos dejar que se propaguen esas ideas que desequilibran nuestra sociedad. No debemos dejar que reaccionen, no debemos permitir que sigan preconizando sus ideas renovadoras de un nuevo equilibrio social. Ya costó muchas vidas y los suicidios son un pequeño sacrificio social que tenemos que asumir para conseguir este nuevo reparto de riqueza que nos favorece, ¿verdad?- El presidente sabía perfectamente que el tono final de su discurso sería lo único que le salvaría de aparecer muerto al día siguiente en su cama. Todos los ministros le miraban atentamente, todos menos uno que parecía no prestar interés a sus palabras, poseía la Cartera de Riqueza, él era quien controlaba la economía en el país, suyo era el verdadero poder, pero éste lo ejercía por delegación de los auténticamente poderosos, de los ciertamente ricos, de los que fueron conscientes del egoísmo social imperante antes de la primera guerra económica e hicieron de esta situación la excusa perfecta para reordenar la sociedad, para controlarla efectivamente y transformarla en lo que ahora era, una sociedad moderadamente rica, una sociedad que no podía quejarse, que se autorregulaba, aunque esto supusiese algún que otro sacrificio. Nadie puede con ellos, pensó el presidente, que acababa de recordar que en breve disfrutaría de unas vacaciones pagadas en el Caribe en una de las islas de sus amigos.



Rubén Cabecera Soriano.


Mérida a 07 de octubre de 2011.

2 comentarios:

  1. Egoísmo individual, y a la postre, social... This is the key!

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  2. "Ineptos" En Cabecera es una pequeña historia que escribí hace algunos meses con relación al PARO, no la publiqué en el blog por si los brotes verdes eran reales. Ahora que vamos consolidando nuestra empresa más pujante "EL PARO" y sus consecuencias, creo que debo darlo a conocer algo más. Incluyo también otra entrada mucho más corta, más bien pensando en aclarar un concepto que aparece en la anterior...

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