viernes, 3 de febrero de 2012
Ineptos.
- ¿95.817?,
95.817, me parecen demasiados; se nos está yendo de las manos, ¿no os parece? - La
pregunta, lanzada de forma casual por el presidente, casi retórica, tintineaba
en la sala como una cantinela más bien aburrida, desinteresada, pero en el fondo,
todos sabían que eran muchos.
Nadie
escucha cuando se tapa los oídos. Ese pensamiento
merodeaba en torno a las cabezas de los ministros, aunque sólo el presidente
parecía ser consciente del hecho y aparentaba verdadera preocupación, ya que
justo después de que esa idea atravesase su mente, comprobó con desagrado el
bostezo de alguno de los poseedores de las carteras más prestigiosas del país.
- Es
verdad que es una cifra elevada, pero tampoco resulta preocupante. Desde que se
implantó la autorregulación orientada, no hemos superado los 100.000 en un
trimestre y aunque nos acercamos, todavía hay margen.-
Sentenció la ministra del ramo. - Creo que puedo afirmar que la
situación está controlada, ya sabéis que son picos que coyunturalmente se
producen en ciertas épocas del año y tal vez ésta haya sido especialmente mala.-
Todos asintieron con la cabeza con condescendencia, procurando corroborar con
el gesto la veracidad de la afirmación que acababan de escuchar.- En cualquier caso pondremos en marcha los mecanismos
necesarios para que se verifique la cantidad y podamos controlar de forma
exhaustiva futuros balances. Sabemos que nuestro equilibrio es estable, no podía
ser de otra forma, y que siempre tenemos el recurso de la inmigración para
aportar la mano de obra necesaria para cubrir nuestras necesidades básicas.
Nuestro querido ministro de migraciones y yo tenemos desarrollado un plan
permanente de choque para situaciones de riesgo que podemos poner en marcha en
cuestión de días. Ya fue presentado ante todos ustedes hace unos meses cuando tuvimos
una situación parecida y lo aprobamos para ponerlo en marcha en cuanto fuese
necesario. En mi opinión aún no lo es y tenemos margen de maniobra para
controlar la situación, pero como es lógico someto mi opinión a la de la mesa.- La ministra se sentó, no era
demasiado común que los ministros en posesión de la palabra se levantasen para
hablar, pero era evidente que a la ministra no le había gustado el tono del
presidente y quería darle toda la gravedad posible a su aseveración para que no
pudiese cuestionarse la confianza que el presidente tenía en ella.
El
presidente la miró fijamente durante unos instantes, mientras la ministra
reordenaba los papeles que tenía sobre la mesa; trataba de ganar algo de tiempo
para que cualquier otro ministro que tomase la palabra le librase de la
inquisitiva mirada del presidente.- Señora ministra,- las
palabras salieron de boca del presidente con una aspereza tal que tuvo que
apoyar los codos en la mesa para que nadie pudiese ver los temblores en sus
manos, lo que no pudo disimular fue el sudor que comenzó a caer por su frente.
No era habitual que el presidente se dirigiese a los miembros de su gabinete
por su cargo, solía llamarlos por su nombre, tratándolos de usted la mayoría de
las veces, pero nunca por su cargo; la ministra tragó saliva. - Sabe bien, que estamos hablando de seres humanos, seres humanos que se
han quitado la vida para resolver el acuciante problema de riqueza que tenemos.
Hace ya muchos años cuando los primeros miembros del gobierno formado tras la
tercera guerra mundial, la primera guerra económica como bien saben, decidieron
en un consenso mundial implantar la autorregulación pública, se pactó que nunca
podría superarse el tope del cinco por ciento de la población que se suicidaría
para evitar desequilibrios en la riqueza de la sociedad. Si sobra gente y no
hay trabajo para todos es problema nuestro, eso debe estar controlado, pero que
se suiciden más de los necesarios es delito. Un silencio sepulcral se hizo
en la sala. La inmigración
controlada de los países que quedaron fuera del tratado de Riqueza Recíproca
nos surte de trabajadores para nuestra sociedad en la que tenemos controlado el
desequilibrio de clases, pero si finalmente traemos más de los necesarios ya no
sólo tendrán que desarrollar trabajos precarios y deberán entrar a formar parte
de la primera élite. Y, no queremos eso, ¿verdad? Eso traería consecuencias
desastrosas, la historia nos ha dejado claro cuáles son los resultados y
nosotros, convenientemente, nos encargamos de enseñar a nuestros hijos qué
ocurre en esas situaciones y por qué es necesario evitarlas.- En
ese instante dirigió su mirada al ministro de educación quien sabía que
recibiría inexorablemente su cuota de responsabilidad en la perorata del
presidente.- Sabéis que el criterio mantener a toda
costa es la inexistencia de paro, eso conlleva unos sacrificios, la muerte del
excedente de trabajadores, oculto tras el sacrificio social que el suicidio
supone, pero 95.817 personas son demasiadas. He sido informado de que incluso
había niños con sus padres y madres. No podemos permitirlo. Quiero saber quién
es el responsable, quién ha fallado. Llevamos en los últimos tiempos más de
cuatro millones de muertes y a ninguno parece importarle, pero debéis saber que
esas muertes recaen sobre nuestras consciencias. Reconozcamos nuestros errores,
reconozcámoslos públicamente. Sabéis bien, porque todos habéis tenido la
oportunidad de conocer lo que en su momento aconteció, al haber asistido a la
universidad real gracias a vuestro dinero, que estas situaciones extremas,
estas situaciones en las que a la población se la aprieta hasta casi la
asfixia, que finalmente la única salida es la
reacción con violencia, primero son manifestaciones, pero después aparece el
terror, que se transforma en amenaza de desorden civil y termina en guerra, una
guerra que históricamente se produjo por primera vez hace no demasiado tiempo y
cuyas consecuencias fueron terribles. Nos obligó a cambiar la sociedad,
mentimos, seguimos mintiendo, hubo cesiones, pero fueron una cortina de humo,
modificamos el código civil y se incorporaron la mentira política y la
especulación económica como delito, pero todos sabéis quién sigue controlándolo
todo. Lo que no podemos tolerar es una vuelta a la situación previa a la
revolución social, conseguimos controlarla, pero ¿podremos volver a hacerlo?
Sabemos que le ofrecimos a nuestra sociedad una riqueza mayor, a costa de los
países subdesarrollados y aquellos países que decidimos subdesarrollar,
acordaos de los casos de Grecia, España, Portugal, Irlanda e Italia. Ahora la
pobreza no está en nuestras sociedades, las diferencias aparecen entre países,
sólo entre países y conseguimos bloquearlas parcialmente con los convenios
migratorios, pero no se nos puede escapar de las manos, no podemos permitirlo. Las
naciones como tal ya no existen, sólo las conservamos a efectos simbólicos para
mantener los desequilibrios, pero debemos ser cautos. Hay voces críticas a las
que no les parece bien que nuestro sistema educativo público incentive el
suicidio como método de control del esfuerzo laboral, esas voces movilizan a
una parte de la población que crece día a día, pero los demás siguen siendo
unos ineptos y creen con fe lo que les enseñamos porque tienen lo que queremos
que tengan, no debemos dejar que se propaguen esas ideas que desequilibran
nuestra sociedad. No debemos dejar que reaccionen, no debemos permitir que
sigan preconizando sus ideas renovadoras de un nuevo equilibrio social. Ya
costó muchas vidas y los suicidios son un pequeño sacrificio social que tenemos
que asumir para conseguir este nuevo reparto de riqueza que nos favorece,
¿verdad?- El
presidente sabía perfectamente que el tono final de su discurso sería lo único
que le salvaría de aparecer muerto al día siguiente en su cama. Todos los
ministros le miraban atentamente, todos menos uno que parecía no prestar
interés a sus palabras, poseía la Cartera de Riqueza, él era quien controlaba
la economía en el país, suyo era el verdadero poder, pero éste lo ejercía por
delegación de los auténticamente poderosos, de los ciertamente ricos, de los
que fueron conscientes del egoísmo social imperante antes de la primera guerra
económica e hicieron de esta situación la excusa perfecta para reordenar la
sociedad, para controlarla efectivamente y transformarla en lo que ahora era,
una sociedad moderadamente rica, una sociedad que no podía quejarse, que se
autorregulaba, aunque esto supusiese algún que otro sacrificio. Nadie puede con ellos, pensó el
presidente, que acababa de recordar que en breve disfrutaría de unas vacaciones
pagadas en el Caribe en una de las islas de sus amigos.
Rubén
Cabecera Soriano.
Mérida a 07 de
octubre de 2011.
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Cuentos y relatos.,
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