viernes, 3 de febrero de 2012

En vías de subdesarrollo.


Países en vías de subdesarrollo. Fuente: http://traeconomia.blogspot.com.es/


Aparece una nueva categoría de país en la historia de la humanidad: el país en vías de subdesarrollo.

A la cabeza de esta nueva forma de progreso (ciertos políticos llaman al decrecimiento, crecimiento negativo) mundial se encuentra Grecia. Aunque es evidente que muy de cerca les sigue Portugal, Irlanda y España. ¿Quién sabe si alguno más? Tal vez Italia. Resultan clarificadoras, por cuanto son inútiles, todas las tentativas realizadas por renombrados economistas, desautorizados políticos y, en algunos casos, libre pensadores para explicar el origen de esta situación de crisis global, nótese que no adjetivo la crisis como económica. Son todas erróneas puesto que es imposible encontrar explicación al egoísmo social, germen real del mundo que vivimos. Nadie ha sido, ni posiblemente será capaz de encontrar una explicación razonable y sencilla al actual escenario si no es desde la reflexión sociológica, buscar explicaciones económicas para este caos es materialmente imposible. En cambio sí que podemos dilucidar de manera extremadamente simple la consecuencia que sobre las naciones y, por tanto, sobre sus sociedades y miembros de las mismas, tiene esta crisis: pobreza. Esta es la exégesis del mundo actual. Estamos abocados a ser más pobres, mucho más pobres, porque habrá unos pocos mucho más ricos. Tal vez hayamos vivido por encima de nuestras posibilidades, engañados por el consumismo falaz que nos ofrecía en la riqueza material la feliz solución a lo que para ellos eran nuestras tristes vidas; consiguieron convencernos. Y todo a un precio increíblemente económico: nuestro endeudamiento de por vida. Hemos caído en el engaño, hemos vendido nuestra alma al diablo, léase alma como nuestro trabajo y diablo como los mercados, los bancos. No es posible salir de esa situación porque el contrato que nos une a ellos está firmado con sangre, nuestra propia sangre. Sólo nos queda resignarnos y desear que nuestra deuda sea saldada; por nosotros con paciencia y gran esfuerzo o, en nuestro nombre, por quienes posean como auténtica virtud la caridad.



Rubén Cabecera Soriano.

Mérida a 20 de junio de 2011.