Los indolentes de los Barrios Oscuros.

- No siempre se consigue señor, pero lo intentamos, se lo juro.- Cada una de sus palabras iba acompañada de un leve temblor del labio inferior. Tenía miedo.
- Ya sé que lo intentan, se les paga para eso.- Durante unos instantes, eternos para algunos de los allí presentes, se hace el silencio; nadie hace el más mínimo ademán de moverse y así evitan llamar la atención del Jefe de la Policía Educadora.- ¿Y qué me pueden decir de esto?- Con una extraña mezcla entre denuedo y parsimonia saca de su maletín un papel que recuerda un recorte de periódico impreso, tal vez muchos de los allí presentes estén viendo un documento de este tipo por primera vez en sus vidas y otros tal vez por última.- ¿Nadie tiene nada que decir?, ¿sabéis qué es?, ¿eh?, ¿no? Es un panfleto, un maldito libelo difamatorio contra nosotros, ¡contra el régimen, contra nuestro gobierno! Habla de libertad, de igualdad, de derechos, de educación para todos. ¿Sabéis quién lo ha escrito?, ¿lo sabéis? No, ¿verdad? Sois todos unos ineptos, sois todos unos inútiles. ¿Sabéis cuántas copias cree el Servicio de Desinformación que se han distribuido entre los indolentes?, ¿sabe acaso alguno de ustedes por qué se les llama indolentes a las gentes que viven en los Barrios Oscuros? No, ¿verdad?- Todos los allí presentes sabían perfectamente el origen del nombre, fueron bien adiestrados en las Academias Educacionales, pero nadie iba a atreverse a responderle.- Yo os lo aclararé, malditos estúpidos, tal vez vosotros merezcáis más que muchos de ellos ser indolentes, tal vez deberíamos lavaros el cerebro para que vivieseis con ellos y como ellos. Es una pena que esa práctica esté ya prohibida; hace no demasiado tiempo todos habríais pasado una temporada en la Cárcel Desinformativa antes de censaros en alguno de esos Barrios. Ahora ya no podemos, por piedad, por caridad hacia el género humano, esto es lo que conlleva la maldita debilidad humana. No sois más que animales como ellos; son indolentes porque son insensibles, no sienten, nada les afecta si tienen cubiertas sus necesidades básicas. Conseguimos eliminar los más básicos principios educativos y los reorientamos hasta que les convertimos en lo que son, en indolentes. Si de mí dependiese hasta habría eliminado la enseñanza de la lectura, pero ¡no!, los defensores de los derechos humanos querían que al menos tuviesen los conocimientos más básicos, para asegurarnos de que recibirían periódicamente la desinformación necesaria, decían, y fijaos lo que se ha conseguido. Como si no tuviesen ya bastante con los medios visuales. Se cercioraron, decían, de que ninguno de esos medios impresos retrógrados y revolucionarios pudiese caer en sus manos y ahora, ahora nos encontramos con esto.- Durante un instante se mantuvo callado, reflexionaba y su rostro pareció tornarse más amable. -Bien, bien, quiero que cada uno de vosotros coja una copia y la lea, delante de mí, quiero ver vuestras caras según vayáis avanzando línea a línea. Quiero contemplar cómo vais enrojeciendo de ira con cada frase, con cada palabra para que cuando localicéis al autor descarguéis sobre él, quienquiera que sea, toda la rabia que hayáis acumulado sin piedad. No podemos permitir que todo el esfuerzo que nos ha costado llegar a esta situación se pierda por unas malditas líneas de algún listo, de algún, ¿cómo los llamaban?, intelectual. Sospechamos que puede ser algún Educador o tal vez algún Desinformador arrepentido ya retirado porque hace mucho que el gobierno prescindió de ellos. Hay que reconocer que hicieron un buen trabajo, pero creo que en su momento no todos estaban lo suficientemente preparados como para afrontar la tarea de desinformar a la población. Ahora largaos, ya sabéis qué tenéis que hacer.- Se despidió con un gruñido, que aquellos que llevaban más tiempo junto a él comprendieron perfectamente; era una advertencia. Sabían que tenían que localizar al maldito rebelde, en caso contrario las consecuencias serían terribles para muchos de ellos.
Los informes diarios se sucedían sobre la mesa del Jefe de la Policía Educadora y, día tras día comprendía que el cerco iba cayendo sobre el culpable, lo tenía al alcance de sus dedos, estaba ahí, era sólo cuestión de tiempo. Hasta que una mañana recibió la noticia, el maldito sedicioso ya estaba en una de las celdas de la Cárcel Desinformativa. No pudo evitar una sonrisa, sabía que no tenía demasiado tiempo, la noticia del insurrecto había llegado a las más altas esferas y las medidas que tomarían sobre él quedarían al margen de su opinión. Tenía que llegar antes que nadie, quería interrogarle él mismo. Llamó al Secretario de la Cárcel para exigirle que hasta que él se personase mantuvieran al insurgente bajo estricta vigilancia y aislamiento.
- Así que has sido tú.- La mirada del Jefe de la Policía Educadora era aterradora, sentía desprecio por lo que aquel maldito estúpido que tenía ante sí había hecho. – No tienes ni idea del mal que has hecho, ¿verdad?, en realidad del que podrías haber hecho, hemos conseguido atajarlo a tiempo.- Abrió la carpeta que le habían entregado nada más entrar con todo lo que necesitaba saber del preso para el interrogatorio, comprobó su edad, un crío, escasamente había acabado la universidad, pagada por supuesto, no muchos pueden acceder a ella.- Veo que tus padres te proporcionaron una buena educación, así que no eres un indolente, era previsible la verdad. Las frases que contenía el panfleto difícilmente podrían haber salido de uno de esos pobres infelices. Tenías todas las posibilidades de tener una vida feliz, con dinero, con lo que quisieses y lo has tirado todo por tierra. Sabes que los delitos de difamación no tienen perdón. Te pasarás el resto de tu vida en una habitación como ésta, incomunicado, apenas verás la luz y si de mí dependiese no tendrías siquiera juicio, pero intuyo que querrán con tu caso hacer escarmentar a otros como tú y te someterán a escarnio público frente a aquellos para los que querías eso que llamas “libertades y derechos básicos”. Eres un pobre iluso. No habrías llegado a ningún sitio con ese montaje absurdo. Por cierto, no puedes hacerte ni idea de la mala cara que tienes. Imagino que quisiste defenderte, que te enfrentaste a la Policía Educadora, ¿acaso no aprendiste nada en el colegio y en la universidad? ¿Acaso no asististe a las clases de Estado que os dieron? Espera un momento.- Sale de la habitación mientras el preso respira profundamente, la luz dentro es muy potente, apenas si puede abrir los ojos, ya de por sí inflamados por los golpes recibidos. Tiene la cara llena de magulladuras y sangre reseca de las heridas abiertas por los golpes de los implacables policías educativos. El jefe vuelve enseguida, trae un espejo de pie, lo coloca frente al preso, se coloca tras la silla en la que reposa el detenido en una posición más de contorsionista de circo que de un joven como él y le levanta la cabeza, apenas si ofrece resistencia, ya no le quedan fuerzas.- Mírate, mira lo que eres, en lo que te has convertido.- La visión que el espejo le ofrece de sí mismo le angustia hasta el extremo de comenzar a lloriquear. Sus propias lágrimas le escuecen según van bajando por los pómulos, las mejillas, los labios, la barbilla heridos.- No tienes nada que decir, ¿tienes miedo?, no te preocupes, no temas, ya nada podrá salvarte.
- No podréis… - Balbucea desde la silla con una voz apenas audible entre toses y jadeos.
- ¿Qué?, ¿has dicho algo?, si quieres hablar tendrás que hacerlo más alto, no te oigo…
- No podréis acabar con esto.
Una estruendosa risa sale de la garganta del jefe de policía.- Ya lo hemos hecho, ¿no te das cuenta? Empezó hace mucho tiempo. Conseguimos lo que queríamos. Acabamos con todos desde el momento en que no tuvieron acceso a la educación, los convertimos en unos estúpidos, manipulados por nosotros, reescribimos la historia, les contamos lo que nos pareció y nadie pudo hacer nada. Al principio fue complicado, mucha gente se quejaba, pero qué sabrás tú, ni habías nacido.- El jefe de policía se acercaba cada vez más al joven preso que sólo quería desaparecer de allí. Las caras de ambos estaban prácticamente pegadas, el jefe de policía seguía hablando y le salpicaba el rostro con su saliva.- Tú, niño de papá, no has sabido valorar lo que nosotros conseguimos para ti y los que son como tú.
- Nada, no habéis hecho nada.- Las palabras se le apagaban en la boca cada vez que las pronunciaba, la última apenas era un hilo de voz casi inaudible. La garganta le quemaba, sentía una terrible sed.
- ¿Nada?- Rió estruendosamente el jefe.- ¡Nada!, ¿cómo te atreves a decir que no hemos hecho nada? Hemos separado la inmundicia, la pobreza, la mugre de la sociedad y la hemos aislado. Hemos conseguido que vivan felices, a su modo. Comen, beben lo que quieren, las drogas son gratuitas. A cambio hacen lo que nosotros necesitamos para nuestra riqueza, ¿por qué crees que tus padres tienen la casa que tienen?, ¿y los coches?, ¿y los barcos? Y todo ese dinero de dónde crees que sale, ¿eh? Apenas si son conscientes de lo que nos están dando, no lo ven, viven en los Barrios Oscuros atrapados por una red de miedo a lo desconocido que hemos conseguido tejer con pericia y mucho esfuerzo y sólo para que vosotros podáis tenerlo todo, ¡todo!
- Yo no lo quiero, no lo pedí. Es injusto, les hemos robado su libertad.
- Eso no es cierto, son libres, sólo tú sabes que no lo son, ellos no, así que tenemos que exterminar a los que piensan como tú. Sois un peligro, no para nosotros, sino también para ellos. Todos no podríamos sobrevivir si cada uno aspirásemos a lo máximo, si todos quisiésemos tenerlo todo.
- Asumes que todos somos como tú y no, no es verdad. Ni si quiera te das cuenta de que a ti también te han manipulado, te han convertido en lo que ellos necesitaban, te han hecho creer con sus peroratas que los indolentes son lo más bajo, sin decirte que tú no eres más que su escudo, pero olvidaron explicarte que sólo llegarás donde ellos quieran, ¿acaso no te han dado a ti lo que a ellos les ha parecido? Si tan seguro estás de no ser una clase inferior, por qué no intentas cambiar algo en tu vida, aspirar a algo mejor, hazlo si puedes, si te consideras libre como crees serlo.- Tose, tose con fuerza y escupe sangre sobre sus propios pies descalzos, casi cae de la silla con los estertores de no ser porque permanece fuertemente atado a ella.
Silencio. El jefe de policía se mueve inquieto por la habitación.- No conseguirás engañarme con esa palabrería estúpida. En su momento decidimos que debíamos separar a esos pobres infelices por nuestro propio bien, pero procuramos darles todo aquello que buenamente podrían necesitar, no había más, no había para todos, aun así tienen lo que necesitan y les basta con eso, no conocen nada más. La historia es la que les contamos, la que nosotros hemos querido para ellos. Era necesario que algunos se sacrificasen por el bien de los demás. Todo estaba perfectamente planificado, fuimos quitándoles lo que considerábamos subversivo poco a poco, reorientamos su educación, comenzamos a controlar la prensa, reescribimos algunos libros, algún tiempo después directamente les impedimos el acceso a ellos. Todo por el bien de la propia sociedad, para conseguir una mayor prosperidad. No hay para todos, no había para todos.
- Sí, ¿pero por qué no son ellos los que deciden?, ¿por qué unos pocos tienen el derecho a controlar a otros?, ¿por qué es el dinero el que marca la diferencia? Eso es injusto, nadie debe imponer sus privilegios a costa de los derechos de los demás. ¿Quieres saber por qué elimináis la educación?, sólo hay un motivo: Miedo. Es el miedo el que os ha hecho quitarles la posibilidad de adquirir conocimiento para evitar que se den cuenta del sometimiento en que se encuentran. Pero te diré algo.- La voz se le estaba apagando por momentos.- Ese es el mismo miedo por el que te han puesto a ti a y los que son como tú de escudo para que ellos puedan disfrutar de lo que tú ni siquiera podrás soñar alguna vez.- Una luz roja se enciende y parpadea en el techo, el jefe de policía había presionado el botón de un pulsador que guardaba en su bolsillo.- Creo que si todos nos ayudamos podemos conseguir algo mejor. Hay que luchar contra el egoísmo social que nos ha convertido en unos miserables para que sólo unos pocos tengan más de lo que en miles de vidas podrán malgastar.
El jefe de policía se ríe mientras la puerta se abre repentinamente y el preso intenta girarse para ver quién entra, las ataduras se lo impiden. Varios pasos se oyen. El jefe hace una señal y comienzan a golpearle con fuerza. Sin piedad. La sangre sale a borbotones de su nariz. Está rota. Brota de su oído derecho un pequeño hilo de sangre. Ha perdido la consciencia.- Lleváoslo. Está perdido,- piensa…

Rubén Cabecera Soriano.
Mérida a 25 de octubre de 2011.

1 comentario:

  1. Sí, defender lo que consideramos justo puede ser a veces duro, pero si dejamos que nos conviertan en indolentes estamos sencillamente perdidos. La educación es el camino para conseguir una sociedad más justa. Si no aseguramos la equidad en el acceso a la misma, al margen del dinero que tenga cada cual, estaremos dejando que den el primer paso para mandarnos a los Barrios Oscuros.

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