El rico pobre.

Pues bien, sí, tengo varios cientos de millones de euros en el banco y no, no me avergüenza decirlo; los he ganado honradamente, tal vez algunos lo llamen usura, en cambio yo creo que le hecho un gran beneficio a la sociedad. Muchas empresas se han creado gracias a mis gestiones como director general del banco, hemos prestado mucho dinero permitiendo a numerosos emprendedores iniciar su actividad. Si no hubiese sido por nuestros servicios ahora el mundo sería más pobre, mucho más pobre, aunque claro, también habrá mucha gente que diga que las diferencias entre ricos y pobres ahora son mayores que antes a pesar de que los pobres de ahora puedan serlo menos.
Otros me acusan de ganar mucho dinero, ¿acaso no lo merezco?, ¿acaso no he sido lo suficientemente arriesgado?, incluso temerario en alguna ocasión llegando a poner en riesgo el dinero de mis accionistas para producir, para crear más riqueza, pero nunca les he fallado, siempre he obtenido beneficios.
Sí, recibo bonos de millones de euros, aunque a veces prefiero que sean dólares. Debo confesar que tengo alguna relación con el presidente norteamericano y con el alemán y con el francés, y solemos comentar cuándo es el mejor momento para devaluar la moneda y sobre esta base decido el cambio en que me pago los bonos…, y ¿qué?, sé de mucha gente que intenta racanear todo lo que puede cuando se compra un coche o un piso, la verdad es que los tiempos son difíciles, qué se le va a hacer. En ocasiones me acusan de egoísta, me hace gracia, en realidad todos lo somos y quien esté libre de culpa que tire la primera piedra. La sociedad es la egoísta, hace tiempo que se viene hablando del egoísmo social y es verdad, pero ¿es eso culpa mía?, como podrán ustedes entender, no.

Sin embargo el otro día me sentí algo preocupado. Decidí comprar un avión nuevo, por eso de incentivar el mercado y ayudar a reflotar la economía, que hay que consumir para que todos podamos seguir creciendo. Bueno pues, por hacer una gracia, la verdad, decidí pagarlo en efectivo, ya saben en billetes de quinientos euros, en fin, contraté, como podrán suponerse a una empresa de seguridad para que me ayudara a transportar el dinero, que hay mucho ladrón desalmado y me acerqué a mi banco bien escoltado, el de siempre, el mío de verdad, bueno y también de mis accionistas, bueno y también algo de los ciudadanos que tienen ahí sus ahorros, pero me niego a incluir a los que tienen nuestro dinero en préstamo ¿eh?, a esos no los incluyo que no hacen más que quejarse.
El caso es que me acerqué, como digo, y hablando con el director de la sucursal le pedí que me facilitase de mi cuenta un efectivo de algo más de cien millones de euros, que es lo que me cuesta el dichoso "juguetito". No veáis la cara que se le quedó: blanco, pero blanco de verdad. Para resultar más gracioso aún, le pedí el pico de los cien millones en billetes de cien, para, de ese modo, tener "algo de cambio". Me pidió que me identificase, no lo entiendo, la verdad es que no salgo mucho en las revistas, pero ¡hombre! a tu presidente lo tienes que conocer. En fin como tampoco me costaba demasiado, se lo mostré. Accedió a mis cuentas y por poco le da un patatús, menuda cara puso cuando vio el saldo, tal vez pensaba que no tendría suficiente dinero, a veces somos muy desconfiados.
Sin embargo me dijo que no tenían bastante “líquido” (siempre ha sido una palabra que me ha encantado) en ese momento en la oficina y que de todos modos si no me importaba iba a llamar a director regional. Me resultó gracioso el comentario y le pregunté si necesitaba la autorización de un superior para resolver la operación. , contestó un poco compungido, a lo que le respondí si no le parecía suficiente mi propia presencia para ejecutar la orden. Como no quería que se sintiese incómodo, le dije que procediera como considerase. En fin, se metió en otro despacho para hablar más tranquilamente y mientras me dejó con un güisqui no muy bueno y una copa con hielo que sacó de un pequeño armario bajo la mesa.
De repente volvió, sonriente, he estado hablando con mi director regional y dice que por supuesto no hay ningún problema, que podemos preparar la transferencia para la aeronáutica inmediatamente, tan sólo necesitaba su número de cuenta, me dijo. Tal vez no me he explicado bien, tuve que insistir, he dicho que quiero el dinero en efectivo, al contado, aclaré de manera evidentemente innecesaria. Perdone que pueda resultar impertinente, pero ¿qué necesidad tiene de asumir ese riesgo?, se atrevió a indicarme. Mi indignación estaba comenzando a exasperarme y no quería pagarlo con este empleado que evidentemente estaba obedeciendo órdenes de su superior. Vamos a ver, repetí, conteniendo mi ira. He dicho que lo quiero en efectivo y así ha de ser. Sí, claro, titubeó el pobre empleado, permítame un instante. Salió de nuevo visiblemente nervioso y volvió más alterado aún. Se sentó y esperé pacientemente a que dijese algo. Callaba, hasta que de pronto sonó el teléfono. Me hizo un leve gesto con la cabeza pidiéndome permiso para contestar, asentí con desdén. Tras una breve conversación llena de monosílabos me dijo que era para mí, un viejo amigo, dijo. ¿Sí?, dígame, ¿con quién hablo?, pero si era uno de mis consejeros, ¡vaya!, qué sorpresa, ¿te han molestado para esto? Por dios cada día estamos peor, no sé adónde vamos a ir a parar. Creo recordar que me contó algún chiste verde, muy aburrido, demasiado escatológico para mi gusto antes de soltarme que no podían hacerme efectivo ese importe de forma inmediata. No hay problema, respondí, puedo venir con el camión y los guardias de seguridad en otro momento. Pero insistió en que era una cifra muy elevada que no podría facilitarme el banco. Pero vamos a ver, le dije, si me acaban de decir que pueden hacerme la trasferencia de forma inmediata. Ese es el problema precisamente, me indicó amablemente, podemos hacer la transferencia, pero no podemos facilitarte el efectivo. Nos despedimos y colgó. Así, sin más. La verdad es que me dejó algo preocupado.
Me levanté sin decir adiós y me vine a mi casa; es una casa modesta, bien situada, céntrica aquí en la capital, pero créanme, modesta. Saqué un extracto de mis cuentas y comencé a echar números. La verdad es que nunca se me dio demasiado bien, pero a fuerza de los años he ido mejorando mis habilidades con los cálculos. Debo confesar que hice filosofía, ahora bien, tengo un costoso título de MBA realizado en una universidad católica que fue en realidad lo que me permitió acceder al puesto donde ahora estoy, tras, eso sí, bastante años pasando por otros cargos inferiores y tal vez alguna que otra ayudita de mis padres. Bien, comencé a trabajar en un ejemplo que sabía que, en nuestro banco (y hasta donde sé en todos los demás), se suele hacer con la connivencia del gobierno y el dinero de los ciudadanos y empresas.
Supuse que metía en el banco cien euros, míos, que los tengo. No os voy a decir el interés real que me da mi banco por esa cantidad, podemos dejarlo en que consigo un dos por ciento. Mi banco sobre la base de esa cantidad comienza a prestar dinero, que es su trabajo, cobrando, como es lógico un interés, que es algo superior, pero tampoco demasiado, no os creáis, al beneficio que reporta hacer el ingreso.
El gobierno obliga al banco a efectuar un depósito de un porcentaje del dinero que le llega a los efectos de constituir una garantía sobre el mismo para afrontar posibles contingencias. Normalmente es el gobierno quien determina ese porcentaje a través del Banco Central de turno, pero recuerdo más de una reunión con algún Gobernador de Bancos Nacionales discutiendo en un tira y afloja un poco absurdo sobre ese porcentaje… Creo que lo dejamos en un 2,5%.
En fin, a lo que vamos, mi banco presta los 97,50€ restantes tras depositar la garantía a un tercero que, ¿qué sé yo?, compra cualquier cosa. El vendedor lleva como buen ahorrador esos 97,50€ que ha recibido del cliente nuevamente a mi banco. Mire usted, es que mi banco es el mejor y nosotros, religiosamente cumpliendo con la ley depositamos un 2,5% de esos 97,50€ en el Banco Central, con lo que nos siguen quedando aún 95,06€ para facilitárselo a algún que otro ciudadano o empresa que necesite ese dinero para que emprenda, para poder generar riqueza. Como verán ustedes siempre estamos dispuestos a ayudar.
En cualquier caso no quiero pasar por alto una cuestión nada baladí e indicarles que nosotros cobramos intereses por ese dinero que prestamos, entenderán que es lo justo, ya lo dije antes; permítanme que lo aclare para evitar que me llamen mentiroso, que ya veo cómo se les llena la boca con la palabrita.
Decidí seguir calculando la serie, sencillamente a ver qué pasaba. Fueron muchas líneas, créanme, hasta que prácticamente al final, las cantidades a prestar eran irrisorias, céntimos de euros, fueron algo más de doscientos cálculos. Terminé bastante cansado, ya les he dicho que no se me dan bien las matemáticas. Fue sorprendente ver que podíamos llegar a prestar casi cuatro mil euros, cuando mi imposición inicial fueron sólo cien. Curiosamente el importe que inicialmente deposité en mi banco coincidió al final de los cálculos con el importe que mi banco entregó al depósito de garantía y que se cerró en los mismos cien euros. Vamos, en resumen y por no aburrirles, que con los cien euros que yo deposité mi banco, éste llegó a prestar más de tres mil y en realidad sólo guardamos cien como garantía. Vaya, pensé, hemos multiplicado por más de 30 el valor de lo que realmente tenemos. He creado dinero. Pero, claro está, ese dinero es ficticio, al menos hasta donde yo pude deducir, porque la realidad es que yo sólo deposité cien euros y el banco sólo tiene cien euros en el depósito de garantía, todo lo demás que ha prestado no lo tiene.
Entonces mi preocupación también se multiplicó. ¿Si esto lo hemos hecho con todos los que han depositado su dinero en nuestro banco?, es más que probable que los cien millones de euros que quería sacar verdaderamente no existan como dinero fiable. Perdónenme, a veces olvido que me dirijo a ustedes y tal vez utilizo conceptos que se les escapen, el “dinero fiable” es el que tiene valor porque el gobierno así lo autoriza por ley, vamos, el que él mismo crea. Ahora que ya lo saben, resulta que nosotros los bancos estamos igualmente creando dinero y mucho más que los propios gobiernos, pero éste es un dinero que creamos en forma de deuda, porque todos son préstamos por los que cobramos interés. Anda, tendré que rectificar lo que dije antes sobre que aquellos que tenían dinero de mi banco prestado no formaban parte de él. Va a resultar que son los que más importancia tienen.
No terminaron ahí mis reflexiones: veamos, resulta que no puedo sacar ese dinero, porque literalmente no existe, al menos en su totalidad, se trata sólo de un apunte informático en una cuenta alfanumérica asociada a mi nombre. Es decir, que no tengo ese dinero, al menos de manera real, tan sólo existe de forma virtual, vaya paradoja. En principio no hay demasiado problema, pensé. Bueno, hago la transferencia y ya está, es sólo que no puedo seguir adelante con mi broma, menudo fastidio. Seguramente si presiono podría obtenerlo, sobre todo si me doy prisa y soy el primero en hacerlo. Pero, claro, ¿si todos queremos sacar el dinero porque, digamos (y no es que yo sea de esos) dejamos de confiar en nuestros bancos?, tenemos un grave problema, no va a haber dinero para todos, esto se hunde. ¿Qué podemos hacer los bancos?, hombre, tenemos un responsabilidad con nuestros clientes, aunque también la tenemos con nuestros accionistas, yo mismo soy accionista de mi banco.
Pensé que lo mejor sería plantear este escenario en el próximo consejo de dirección para ver qué medidas podríamos tomar. No sé si será muy útil, la verdad, estos consejeros de hoy en día son unos usureros, miran demasiado por su dinero, hay que ser más generoso, pero, la verdad es que no sólo somos nosotros, tenemos que responder ante nuestros accionistas, es que si no seguimos creciendo como venimos haciéndolo terminarán por echarme. Tampoco se crean que me importa demasiado, tengo asegurada una pensión vitalicia bastante suculenta. En fin ¿qué se yo?, si a los accionistas no les importa que su dinero no sea real, ¿quién soy yo para cambiar eso? Esta riqueza está basada en la deuda que es consecuencia del dinero que nosotros mismos hemos creado, nos lo han permitido los gobiernos que al fin y al cabo son la representación de los ciudadanos que los eligen, así que, en el fondo son los propios ciudadanos los que aceptan esta situación, también ellos quieren casas y coches. Nosotros sólo les facilitamos la forma de conseguirlo.
Finalmente decidí descansar, sentarme a leer la prensa, quería ver si algún artículo hablaba sobre mí, siempre me ha hecho mucha ilusión verme en los periódicos. Había sido un día muy largo y estaba agotado de tanto pensar y hacer números, bien merecido tenía la pausa. La conclusión que saqué al final de todo esto es que sólo soy virtualmente rico y no sé si entristecerme porque siempre he sido optimista, pero si hago la lectura desde el otro punto de vista el resultado es aterrador, realmente soy pobre.

Rubén Cabecera Soriano.
Mérida a 22 de octubre de 2011.

2 comentarios:

  1. Si alguien piensa que es exagerado esto que cuento que se pare a mirar lo que otros muchos dicen al respecto:
    Irving Fisher.
    Marriner S. Eccles.
    John Adams.
    Abraham Lincoln.
    Andrew Gause.
    Kenneth Boulding.
    David Rockefeller.
    Wright Patman.
    Leo Tolstoy.

    Y muchos más, todos han hablado sobre la insostenibilidad del actual sistema económico mundial basado en la creación infinita de dinero como deuda, totalmente incompatible con nuestro mundo de recursos limitados.

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  2. Je,je, muy currao el texto...
    Y verdades como puños

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