11 M.


Hay un texto titulado “sangre” en un memorándum de escritos denominado “ideas” que me acompaña desde hace mucho, mucho tiempo. Este escrito es del 24 de enero de 1999. Narra un asesinato. El 11 de marzo de 2004 se produce otro. Ayer como hoy la población mostró repulsa. Ayer como hoy la gente salió a la calle. Ayer como hoy hubo gestos de duelo. Sin embargo hemos crecido, hemos madurado, y el odio, las ganas de venganza, la sensación de impotencia, la incredulidad por la indiscriminada e irracional acción, por tamaña infamia, aunque, también hoy presentes, ha dado paso a una actitud más madura, de protesta silenciosa, de apoyo mediante aplausos, de duelo sereno y solemne repulsa ante los hechos acaecidos. Somos un país afectuoso, nuestro rechazo actual a la insolidaridad lo demuestran los movimientos sociales todos y cada uno de los días de esta terrible crisis con la que convivimos.

Tantos son los años de terror de esta ignominia contra la vida que la humanidad vive que finalmente logramos alcanzar una maravillosa forma de compartir solidariamente el duelo de las víctimas y sus familiares, de hacernos presentes frente a esta maldita lacra, de mostrarnos con la cara descubierta para decir no a los asesinos, a los terroristas, a los criminales, sean quienes sean y reclamen lo que reclamen, sin miedo alguno. Nos echamos a las calles, las transformamos en nuestro hogar, convertimos la ciudad en nuestra casa, extendemos la democracia a toda la geografía en un gesto de libertad y de respeto a la vida en el que demostramos que no tememos a los que de forma violenta pretenden amedrentarnos y esto nos honra. Todos somos víctimas.

El 12 de marzo de 2004 más de once millones de españoles votamos. Ciertamente el domingo 14 de marzo de 2004 volvimos a votar, pero la clase política no debe olvidar el manifiesto de los ciudadanos, no debe olvidar que con cada manifestación se produce una votación y que, en ocasiones, como el 12 de marzo de 2004, el nivel de participación superera al de cualquier sufragio por importante que pueda parecer. La votación del 12 de marzo, y como esa otras muchas, es sincera, libre y descubierta, pues ninguno de los que participamos escondimos nuestros nombres y todos mostramos abiertamente y sin miedo nuestro pensar de forma unánime. Se trataba de un rotundo no a la violencia, no al terrorismo, no al asesinato. Era un llanto amargo por las víctimas, por sus familiares, era un canto de dolor por ellos que queríamos compartir, un aullido de pena y compasión, un abrazo del alma. Es cierto que esta forma de participación no nos permite elegir a nuestros gobernantes; no se busca con estas manifestaciones la formación de gobiernos que posteriormente cambien a su antojo mediante pactos que no se someten al criterio consultivo de la población, pero sí que se establece nuestro más categórico y firme pensar para que sea escuchado por aquellos que tendrán depositado en sus manos, gracias a la confianza que les otorgamos, el poder del gobierno del pueblo, el gobierno de la nación. Deseo encarecidamente que mi voto, que nuestro voto sea tenido en cuenta, que no caiga en el olvido y que, sea quien sea el que resulte elegido cuando quiera que sea, no vaya a olvidar a los once millones de españoles secundados por millones de personas de otras naciones que votaron en todo el mundo contra la violencia, contra el terrorismo, a favor de la libertad y de la vida. Mi más sincero pésame y mi más profundo dolor siempre con las víctimas y sus familiares.


Rubén Cabecera Soriano
Mérida a 11 de marzo de 2004 y 11 de marzo de 2013

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