Mujer, madre.


Soy hombre. Tal vez no sea esta la mejor forma de empezar a escribir sobre la mujer, pero es la realidad, qué se le va a hacer. Bien visto, no deja de ser una ventaja en la que encontrar una excusa, sobre todo si no satisfago las expectativas de aquellas que me lean o si defraudo a aquellos que con mis letras pretendan comprenderlas. Vaya en cualquier caso y de antemano una disculpa.


Y dijo dios que creó al hombre a su imagen y semejanza y yo le doy gracias si ese fue el orden real porque le permitió corregir los errores que con nosotros cometió. Y ellas fueron luchadoras y lucharon contra nosotros porque las despreciábamos; y ellas fueron comprensivas a pesar de nuestras faltas porque constantemente las repudiábamos; y ellas fueron hermosas incluso cuando nosotros no las consideramos; y ellas fueron dadoras de vida y nosotros no supimos agradecérselo. Y las envidiamos. Y sufrieron, y aceptaron, y amaron, y no las respetamos. Y lloraron, y soñaron, y desearon, y no les permitimos. Quisieron ellas darlo todo por nosotros, por sus compañeros, por sus hijos, por sus hermanos y sin embargo nosotros las rechazamos. No quisimos verlas como iguales y pretendimos tratarlas con indiferencia como si estuviesen a nuestro servicio y no las dejamos ser. Buscaron su intimidad y las esclavizamos a nosotros, ni siquiera dios puede perdonarnos eso. Basamos nuestro dominio en la fuerza que es el más ruin de los sometimientos y les impedimos su crecimiento amedrentados en la convicción de nuestra dependencia. Hicimos suyos nuestros miedos y les hicimos cargar nuestras cadenas. Y lo soportaron, y no les permitimos gritar, no les permitimos revelarse. Y nos perdonaron, sorprendentemente nos perdonaron una y otra vez, una y otra vez, y no lo merecemos.


Se jactan nuestras sociedades de resarcirse en memorias históricas y nadie parece tener la intención de reparar el daño que, desde el principio de los tiempos, desde la creación divina, se ha cometido con la mujer. Es incalculable el perjuicio perpetrado, las diferencias soportadas, las discriminaciones constantes, las desigualdades permanentes y la violencia sufrida. Sólo ellas comprenden por qué perdonan, aunque me atrevo a intuirlo, por amor. No es el amor a quien te maltrata, al que te desprecia, o al que se cree superior a ti, ese amor no existe, eso es miedo. Es un amor a la humanidad que sólo quienes dan la vida pueden ofrecer y es al mismo tiempo un amor voluntario que sólo ellas pueden decidir. No podemos erigirnos en sus paternales protectores y procurarles las decisiones que consideramos mejores para ellas, estaremos cayendo nuevamente en los mismos errores que cuando las despreciamos, las maltratamos o las discriminamos. Ellas deciden por ellas, porque sólo así serán libres y merecen serlo.


Con la anuencia de mi compañera y el asiento de mi madre todo mi cariño para vosotras.


Rubén Cabecera Soriano.

Mérida a 8 de marzo de 2012.

6 comentarios:

  1. Si algun dia no llegan tus escritos los voy a echar de menos.
    Sumpta

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  2. La vida va deprisa, es el primer escrito que me paro a leer. No será el último.
    Ya que sabe historia, justicia, dignidad, alegría, compartir, reconocer,lucha, amistad... Gracias por ser como eres. Un abrazo Silvia

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    1. Gracias a ti por leer lo que siento que tengo que decir.

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