Dinerosis.

Dinerosis. Fuente: www.actibva.com


Dinerosis.- f. Med. Enfermedad mental caracterizada por comportamientos psicótico-esquizofroides, paranoicos y compulsivos que llevan al enfermo a la adquisición, acumulación y cuidado de ingentes cantidades de dinero sin motivo aparente e independientemente de la mayor o menor capacidad financiera del mismo, utilizando para ello cualquier medio a su disposición, sea o no legal y sin valoración alguna de condicionantes éticos o morales. Está acompañada, en algunos casos, de delirios o alucinaciones con diferentes niveles de gravedad que suelen provocar en el enfermo alteraciones cognitivo-emocionales que le impiden su normal interacción con el resto de la sociedad.

Su diagnóstico es sencillo gracias a las conductas de extremo egoísmo, codicia y afán desmedido de lucro que manifiestan los pacientes, a la indiscriminada adquisición de bienes inútiles y generalmente caros, pero que producen cierto reconocimiento social, y así como a la sistemática negativa a asumir su propia enfermedad, argumentando, en la mayor parte de las manifestaciones de la dolencia, motivaciones mercantilistas. Si se diagnostica con suficiente antelación el paciente puede presentar ciertas mejorías tras un duro y lento proceso de rehabilitación psicosocial en centros especializados. Si el desarrollo de la enfermedad es avanzado sólo es viable el internamiento bajo estrictas medidas de control y vigilancia, produciéndose en estas circunstancias en el paciente continuados síndromes de abstinencia al impedírsele completar las acciones que la enfermedad le provoca.

Históricamente se ha confundido la dinerosis, hasta bien entrado el siglo xxi, con delitos como la corrupción, la malversación, el cohecho, el hurto, el chantaje y, en ocasiones, con actos como la usura, pero no fue hasta hace poco cuando un científico español, Ramón González Caja, profesor en una de las más prestigiosas universidades privadas americanas, descubrió el origen de la enfermedad y la identificó con un trastorno del comportamiento. Sus investigaciones demostraron, tras sesudos análisis de los síntomas manifestados en diferentes pacientes, que se trataba de una enfermedad mental que debía ser considerada como tal. Hasta aquel entonces, a todos aquellos que manifestaban este tipo de conducta y eran incautamente atrapados por las fuerzas de seguridad del estado, se les sometía impunemente a juicio, aunque en su mayoría se libraban del ingreso en prisión, puesto que, gracias a sus influencias y presiones, no en vano la dinerosis es también llamada la ”enfermedad de los poderosos”, eran liberados sin que llegasen a cumplir condena, tan sólo teniendo que sufrir el, para ellos etéreo, escarnio público de la imputación en juicio.

Ramón González, que años más tardes recibiría el Nobel de medicina por su trabajo, determinó y consiguió aislar un gen, que denominó el “gen egoísta”, en el que fijó el origen de esta enfermedad mental al sufrir mutaciones cuando se ve sometido a ciertos estados sociales que el doctor denominó “enriquecidos” y que definió como “aquellos en los que el individuo, procedente o no de una clase social adinerada, resulta esclavizado por los mecanismos sociales que articulan la actuación de las clases más favorecidas y que se basan principalmente en el dinero y en el poder, siendo éste último consecuencia del primero”.

La comunidad médica y psiquiátrica manifestó inicialmente su más absoluto rechazo a las teorías del investigador, pero finalmente cedió cuando algunos renombrados científicos fueron contrastando cada uno de los argumentos esgrimidos por Ramón González. Muchos le reprobaban que sus interpretaciones de una, más que evidente, realidad científica eran clasistas, por cuanto parecían querer indicar que el gen sólo pertenecía a las clases sociales favorecidas. El doctor demostró que el gen no era exclusivo de ninguna raza o clase específica, antes bien, era genérico al ser humano, pero logró convencer a la comunidad científica de que sólo bajo la influencia de esos “estados sociales enriquecidos” se producía la mutación que conducía a la enfermedad. No le resultó demasiado difícil demostrar posteriormente que esas manifestaciones eran consecuentemente mucho más probables entre las clases más favorecidas, vinculadas ya de por sí al dinero y al poder.

Así pues, durante el último tercio del siglo, cuando las teorías del profesor fueron aceptadas sin menoscabo y la enfermedad se asumió como una realidad, un gran número de enfermos de dinerosis fueron diagnosticados y tratados siguiendo los patrones definidos por Ramón González, quien también cayó presa de la enfermedad; se dice que cuando se encontraba en uno de los estados más avanzados, pero todavía sin diagnosticar, llegó a pedir por dar alguna que otra conferencia varios cientos de millones, “dinero que ni viviendo decenas de vidas podría llegar a gastar”, tal y como indicó su colaborador más cercano, Vicente Olmedo, cuando le diagnosticó la enfermedad.

Los pocos presos existentes por delitos económicos solicitaron a las autoridades la revisión de sus casos y una evaluación médica alegando dinerosis. Un gran número de ellos pasaron del régimen penitenciario al régimen psiquiátrico al diagnosticárseles la enfermedad y se sometieron a los tratamientos de choque que eran la única solución fiable que puso de manifiesto Ramón González. Las empresas farmacéuticas comenzaron a desarrollar medicamentos para inhibir la mutación del gen, ya que descubrieron que una vez se había producido la misma resultaba altamente improbable recuperar totalmente la cordura, a pesar de que desarrollaron tratamientos paliativos que combinaban con el internamiento y la terapia psicosocial. Estos medicamentos comenzaron a utilizarse indiscriminadamente entre las clases sociales más ricas y poderosas. Los efectos secundarios de los mismos, que generaban un elevado nivel de adicción, lejos de suscitar dudas entre los consumidores, supusieron un aliciente en la ingesta del medicamento, quedando sólo al alcance de los adinerados, que, de otra parte, eran los únicos entre los que realmente se daban las circunstancias propicias para que se produjese la mutación del gen y por tanto eran los más interesados en adquirirlos. El medicamento, comercializado por una farmacéutica bajo el sobrenombre de “dinero”, comenzó a escasear y su precio se disparó hasta extremos insospechados de modo que los habituales consumidores tuvieron que recurrir a la corrupción, la malversación, el cohecho, el hurto y el chantaje para poder conseguir el dinero suficiente para adquirir el compuesto que impedía la mutación del gen que les llevaría a la dinerosis.

La situación se volvió hasta tal punto insostenible que los estados se vieron obligados a intervenir, nacionalizando el medicamento y racionalizándolo para los adictos entre los que se encontraban alguno de los más prestigiosos y reconocidos dirigentes del momento. Se sometió a desintoxicación a los enfermos de “dinero” y se asumió que la dinerosis no tendría cura, aunque sí tratamiento.

Ejemplo del uso del vocablo dinerosis. El banquero y el político fueron internados al detectárseles un avanzado estado de dinerosis.


Rubén Cabecera Soriano.


Mérida a 29 de diciembre de 2011.

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