El candidato europeo a la pobreza.



¿Quién determina el umbral de pobreza de los miembros de una sociedad? Desde luego no debería ser el político de turno, cuyos intereses no van más allá de salvaguardar su escaño y superar la legislatura con la esperanza de renovar o pasar a formar parte del consejo de administración de alguna empresa multinacional recibiendo por ello unos emolumentos indecentes, por hacer no se sabe muy bien qué. Tal vez, alguien pueda pensar que aquellas organizaciones no gubernamentales que mantengan algún vínculo con instituciones de carácter nacional o internacional tampoco son totalmente transparentes a la hora de definir el límite de la pobreza social. Sin embargo, todo parece indicar que son mucho más fiables los datos que establecen que el número de personas que requiere atención y ayuda alimenticia para superar el día a día va creciendo, que esos datos macroeconómicos (ininteligibles por la mayoría) que presente cualquier político en los que se demuestre que las grandes empresas ganan cada día más dinero. Faltaba más, si cada vez que una empresa de estas cae en peligro de bancarrota el gobierno salta como un resorte para rescatarla, utilizando para ello la riqueza de los ciudadanos. Se trata del más simple de todos los principios, una sencilla balanza en la que lo que quito de un platillo lo pongo en el otro. Por tanto, los desequilibrios son cada vez más acuciantes. El matiz es que estas diferencias se van produciendo pasito a pasito, salvo contadas excepciones en las que el salto de una situación más o menos cómoda a la pobreza se produce de forma repentina. Y es precisamente este paulatino empobrecimiento el que nos ofusca y resigna. Parece que no es real, parece que no llegamos a la pobreza como tal, parece que ciertamente aparecen brotes verdes o flores en el campo o el eufemismo que quieran inventar y que vamos a remontar. Totalmente falso, seguimos engañados, tristemente engañados y conservamos una vaga esperanza de que papá estado nos arregle un problema que papá estado ha creado en connivencia con tito banco y abuelo multinacional, para que ellos se enriquezcan a nuestra costa. Seguimos absolutamente equivocados, mantienen nuestra confusión en la esperanza de que nos dejemos convencer, emborregados como nos tienen, de que todo mejorará.  
   

No hace demasiado tiempo un señor mayor, podría perfectamente haber sido mi abuelo, me contaba lo difícil que fue vivir en tiempos pasados, pero acto seguido me aclaró lo difícil que será vivir tiempos futuros. Nuestro porvenir no es claro, cada día seremos un poco más esclavos de una sociedad egoísta donde prime el beneficio individual a costa del perjuicio del vecino, de nuestro vecino, aquel al que días antes habremos bajado a pedir azúcar y al que no nos importará ver sumido en la pobreza si a nosotros aún nos llega para el pan. Este no es el camino, no deberíamos dejarnos engañar, estoy convencido de que existen otras alternativas que no tienen por qué ser utópicas. El problema radica en cómo alcanzarlas a pesar de algunos. Por ahora nos hemos limitado a presentar nuestra particular candidatura a la pobreza en las futuras elecciones europeas. Seguramente ganemos.

Fotografía: EFE.

Mérida a 6 de abril de 2014.
Rubén Cabecera Soriano.

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